Despertar Y Desbalance

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El sol se filtraba a través de las cortinas de encaje, dibujando patrones dorados sobre la cama en la que Claire despertaba lentamente. A su lado, Rae seguía profundamente dormida, con una expresión de paz que contrastaba con la inquietud que comenzaba a enraizarse en el pecho de Claire. Se sentía mareada, como si el mundo a su alrededor girara en un suave vaivén. Su cuerpo, aún vibrante de la intensa noche compartida, parecía protestar contra la luz del día.

Con un suspiro, Claire se incorporó, sintiendo el peso de la mañana. La habitación, cálida y acogedora, estaba impregnada del dulce aroma de la tierra después de la lluvia. Las paredes estaban adornadas con recuerdos de sus días juntas: objetos de sus días siendo estudiantes, regalos sencillos pero significativos, y un par de plantas que Rae cuidaba con devoción. Sin embargo, a pesar de la belleza del entorno, Claire no podía evitar que un nudo de preocupación se formara en su estómago.

Se levantó de la cama y se dirigió al baño, mirándose en el espejo. Su reflejo mostraba a una mujer que aún llevaba las huellas del sueño: el cabello desordenado y un leve rubor en las mejillas. Con una mueca, se lavó la cara y trató de espantar el mareo. La sensación de desbalance era persistente, y Claire sabía que necesitaba enfrentar el día por lo cual decidió a limpiarse y cambiar de ropa.

Cuando bajó a la cocina, el aroma de la comida recién hecha la recibió como un abrazo. Rae estaba de pie frente a la estufa, moviendo hábilmente una sartén mientras tarareaba una melodía alegre. Su cabello, desordenado y brillante, se acomodaba un poco sobre sus hombros, y su sonrisa iluminaba la habitación.

“¡Buenos días, dormilona!” exclamó Rae sin volverse, su voz llena de energía. “¿Cómo te sientes?”

“Todo huele delicioso,” respondió Claire, intentando que su voz sonara alegre, aunque su estómago parecía no estar de acuerdo. Se sentó en la mesa, tratando de ignorar el leve malestar que persistía. “¿Cómo dormiste?”

Rae se dio la vuelta, con una sonrisa pícara en el rostro.

“Mucho mejor que la noche anterior, gracias a ti,” respondió, guiñándole un ojo. “Aunque estoy segura de que la cena no tuvo nada que ver, ¡tú compañía fue lo que realmente importó!”

Claire sintió un rubor en sus mejillas. A pesar de su malestar, el coqueteo de Rae la hizo sonreír.

“¿Estás tratando de hacerme sonrojar?” dijo Claire, mientras intentaba apartar la mirada, sintiéndose un poco más ligera.

“¿Quién, yo?” Rae hizo un gesto de inocencia, pero su risa dejó claro que disfrutaba del juego.

Después de un desayuno sencillo pero delicioso, Claire sugirió un paseo por Bauer, creyendo que el aire fresco podría ayudar a despejar su mente. Con un ligero esfuerzo, ambas se arreglaron y salieron juntas, disfrutando del camino pavimentado que serpenteaba a través de la ciudad. Las casas de piedra, con sus ventanas adornadas con flores, se alineaban a ambos lados, creando un ambiente encantador. La brisa suave acariciaba sus rostros mientras el murmullo de la ciudad despertaba a su alrededor.

Mientras caminaban, Claire trató de disfrutar del paisaje, pero su mente seguía regresando a la incomodidad en su interior. Rae hablaba sobre sus planes para el día, cómo se preparaba para su próxima aventura, y la forma en que estaba ansiosa por explorar nuevas tierras. Sin embargo, el eco de sus palabras apenas llegaba a los oídos de Claire, que sentía que su atención se desvanecía en su preocupación interna.

De repente, se encontraron con Lilly, quien estaba recogiendo flores en un pequeño jardín comunitario. Su cabello plateado brillaba bajo la luz del sol y sus ojos carmesí resplandecían con alegría al ver a las dos.

Más allá del milagroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora