4

29 5 0
                                    

Orm asistió al Sacrificio Nocturno con la policía y Mae. Las tres estaban frente a la tarima ocupada por un artista de pop sombrío, él cantaba melodías oscuras y las personas hacían coro. —Sinceramente, así no es cómo planeaba pasar la noche. — La policía admitió, cruzada de brazos.

—Perdona. Es que quería tu ayuda para ver a las chicas.

—¿Pero estarás bien con verlas?

Orm asintió antes de voltear. —No me parece correcto que se vayan con el mal sabor de la traición.

—Huh. Bueno, te ayudaré a entrar. Vamos. Vamos, Mae.

Mae las siguió en silencio. Lingling habló con los guardias que respaldan la casa blanca y Orm entró. Después de preguntar las direcciones, encontró la habitación con Gabriela y Vanya. Al entrar, ambas traían el cabello suelto, los pies desnudos y túnicas blancas.

Sentadas en el enser, temblando. Al ver a Orm Vanya desistió de mirarla y Gabriela se levantó.

—Qué quieres, bruja. — Acusó Gabriela, fiel a su creencia.

—Supe lo de Song y no me parece justo lo que hizo. Ella lo planeó todo. ¿Verdad?

Gabriela cayó sentada en el enser y ambas lloraron en silencio.

—Puedo ayudarlas si prometen no decir nada. — Orm se arrodilló frente a ellas. —Imagino que luego de esta ayuda deberán huir junto con sus familias. Salir del país.

—¿P–Pero cómo? ¿Y por qué nos ayudas?

—Lo que me hicieron quedó en el pasado. Si dicen algo están acabadas, pero... no se equivocaban conmigo. Soy... una habitante prohibida. Una buena. Nunca le hice daño a ustedes ni a Engora..., pero ayudo a la policía a descubrir quién la mato. ¿Hablarán?

Gabriela y Vanya compartieron miradas extrañas. Vanya fue la primera en negar la cabeza. Prometiendo no delatarla. Gabriela también se unió al pacto.

—Bien. Denme sus manos. Aparecerán en sus casas y aquí sólo quedará una imitación de ustedes. ¿Ok?

.

.

.

.

.

.

.

Song miraba El Sacrificio Nocturno desde su casa, adentro de su habitación, llorando y comiendo helado. Cuando su cuchara escarbó el liso fondo de la caja, intensificó el llanto con una pelota de crema helada en la lengua. Era el momento de pasar al frente a las individuas de la noche. Unas frías e inexpresivas Song y Gabriela entraron a la tarima. Los guardias de seguridad las ataron a las hogueras mientras que las bocinas emitían música siniestra. Orm llegó al lado de la policía con un saludo que la policía respondió tensa.

No disfrutaba el acto.

Las personas las condenaban a muerte y otros les lanzaban tomates. Pintando de rojo las rosas blancas. Pero las mujeres permanecían estoicas. Un trompetista sonó su instrumento - dando por comienzo la perversa condena. Los mismos que las amarraron entraron a la tarima con antorchas de fuego. —¡PIEDAD, POR FAVOR! GABRIELAAA. — Gritó el padre de Gabriela, estirando una mano que jamás alcanzaría a su hija. Los guardias prendieron fuego a la madera. El combustible no tardó en alcanzar los cuerpos de las mujeres, prendiéndolas en llamas.

Orm brincó del susto y se abrazó a la policía. Que la rodeó con ambos brazos y siseó cariños sobre su cabellera. Reconfortándola en todo momento.

ECH; LingOrmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora