La vi por el espejo retrovisor, vi dibujársele un rostro de desilusión que jamás le había visto. Me dolió tanto dejarle; a ella más que a ninguna otra persona. ¡Demonios! Debía dejar atrás esos pensamientos cursis; pasé una de las mangas de mi suéter rojo favorito por mis ojos, limpiando las lágrimas, las únicas que había derramado desde entonces. Mirando mi reflejo pasé mis dedos entre el cabello despeinado tratando de calmarme.
Conducía rápidamente, mientras respiraba más tranquila. Sentía que de alguna manera ella volvería. Las lágrimas se precipitaban por mis mejillas.
-No llores-decía en voz alta-era lo mejor.
Me repetí a mi misma una y otra vez, pisando el acelerador. Me di cuenta que era como pensé, no estaba lista para enfrentarla o para enfrentar mi pasado, a la persona que fui. Desde hace años había dejado de ser la chica que ella conoció; en el instante que supe quién era él, la chica de entonces se murió... quizás aún seguía viva. Comencé a pensar en lo que pasó antes; a pesar de todo no podía permitirme ser tan débil.
No podía permitirme sentir... porque el sentir cosas por las personas o apegarte a ellas solo les da el poder para lastimarte.
En cuanto la vi sentada a la mesa, supe que había sido un error asistir. Me llamó dos días antes, miércoles por la mañana. Yo esperaba la llamada de alguien más; si hubiera sabido que ella era quién me buscaba del otro lado del auricular, no habría contestado. Pulse el botón y me senté al borde de la cama de mi departamento en Charmartín. Es en realidad acogedor; tiene un diseño inglés, con sofás amplios forrados en piel roja. Las paredes todas son color negro, con cuadros de pintores locales.
Mi habitación es del mismo color, tengo una cama individual, un buró pequeño a mi lado donde está un ejemplar de "El Retrato de Dorian Gray"; mi libro favorito-la personalidad desalmada de Dorian es la razón por la que lo gusta tanto-, mis lentes de lectura y mis pastillas para dormir; porque en ocasiones me da insomnio. Frente a mi cama tengo un cuadro de imitación de Dalí.
-Hola, buenos días-dije finalmente.
-Hola, soy Anastasia, ¿me recuerdas?-sonaba emocionada.
-An... ¿Ana?-sentí tener un corazón por primera ocasión después de mucho tiempo-. Hola... ¿cómo conseguiste mi número?-era un sentimiento extraño; también sentí romperse algo adentro. Ella soltó una risita al otro lado de la línea.
-Fue un poco complicado-dijo-pero al final lo encontré. Y quería invitarte a desayunar; el viernes... ¿puedes? Es que tengo libre la semana y bueno... Hugo va a salir a ver a sus padres; así que estoy sola...
-¿Hugo?-pregunté asombrada- ¿Hablamos del mismo Hugo?-ella volvió a reír, esta vez de una forma tímida.
-Si; el mismo.
Estuvimos quedando en dónde y a qué hora; y luego colgué. Iría a verla a Soria. Al colgar no pude mantenerme quieta durante un par de minutos. Los nervios estaban recorriendo mi cuerpo y las ansias me consumían.
Verla... sería lo más duro que había hecho en un par de años. Verla de nuevo y afrontar mi pasado; me daba miedo. Pero necesitaba hacerlo, vencer ese temor me haría más fuerte... aunque no estaba segura de que pudiera vencerlo.
Respiré hondo y de nuevo me senté en mi cama, los recuerdos se agaloparon e intenté alejarlos rápidamente, tomé mi cabeza entre mis manos, estaba más que convencida que había sido una idea estúpida desde el momento en que acepte su invitación. Volví a marcar a Ana, dejé que timbrara dos veces; colgué. A pesar de cualquier cosa la echaba de menos y necesitaba despedirme de ella, suficiente daño había hecho ya y no me permitiría otro más; mucho menos a Ana.
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En busca de un corazón
Teen FictionLía estudia la carrera de filosofía en Madrid; España. Cuando ingreso a la preparatoria se encontró con Alejandro, un chico bohemio de su clase del cual se enamoró pérdidamente; hasta la obsesión. El chico de literalmente sus pesadillas. ...