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¿Alguna vez has pensado si alguien puede volverte loco con solo mirarte a los ojos?

Mi nombre es Karime Pindter, tengo casi 17 años y más secretos en mi interior de los que me gustaría decir, pero callan en mi interior. Callan totalmente.

Vivo con mis papás y mi hermano pequeño, Ethan. Me mudé a México
cuando tenía tan solo dos años. No dije mi primera palabra hasta los cuatro años, mis padres pudieron llevarme a psicólogos y logopedas, finalmente pudieron diagnosticarme algo que poca gente sabe lo que es.

Padezco de mudismo selectivo. La gente creía que no hablaba porque no
quería, pero era más bien lo contario.

En mi cabeza había montado mil historias, mil relatos y cuentos, pero
ninguno de ellos los podía expresar con mi voz.

Con los años, he aprendido a mantener conversaciones con mi familia, pero si me sacan de mi círculo habitual, es como si unas manos apretaran mi garganta, me congelo y cuando llego a ese punto, sé que no voy a hablar. Intento mejorar, pero es difícil cuando todos los días me recuerdan lo feos que son mis ojos, lo bajita que soy o si tengo el pelo estropedo. Es estúpido, pero me duele que se rían de mí públicamente.

Solo tengo dos amigos, mi hermano y Luigi, un chico del instituto. A él
también le molesta que se rían de mí y me defiende cada vez que puede.

Bueno, creo que es demasiada información sobre mis problemas... Ahora les contaré el mayor de ellos.

Nunca había visto la verdadera belleza en la gente, prefería concentrarme en mi alrededor, la naturaleza, como en primavera las mariposas salían de sus capullos, como calentaban los rayos del sol en verano o como crujían las hojas secas bajo mis pies en otoño. Pero...

Sí, hay un pero.

Y mi pero es una chica con la que me cruzo cada día en la parada del autobús hacia el instituto. Normalmente soy muy receptiva visualmente con la gente que nunca he visto, pero con ella era algo totalmente distinto.

No podía mirarla ni de reojo, pero siempre que nuetras miradas se
cruzaban, ella me dedicaba una sonrisa. Era impresionante; quizá sus labios gruesos, su cabello largo con fleco y sus grandes ojos formaban una
combinación detonante para mi extremada timidez.

Cuando pasaba por mi lado, me quedaba encantada con su aroma, olía a una mezcla de fruzas y olor a cuero de las botas negras que solía llevar. Siempre viste con prendas un poco grandes o anchas que simplemente le quedan genial.

- ¡kari, olvidastes tu almuerzo! -una voz sonó a mis espaldas y suspiré
al reconocer a mi mamá. Seguro que ahora la chica misteriosa había
escuchado aquel estúpido apodo. Mis pies casi se congelan cuando escuché
un "Ya se lo doy yo, señora". Mierda, su voz era hermosa también.

Tome la bolsa de papel que me ofreció, nos miramos directamente a los ojos y ella se quedó esperando con una sonrisa a que le agradeciera. Yo no pude hacer nada más que asentir levemente y salir medio corriendo porque el autobús iba a irse sin mi.

Durante todo el día estuve con remordimiento por no haber podido darle las gracias a la chica.

No tenía ni idea de como era, su aspecto era medio rudo, casi se mostraba prepotente y segura de ella misma. Sabía pisar al frente sin miedo, con sus botas de cuero y sus chaquetas hanchas. Sin embargo, tambien tenía una sonrisa dulce, que la hacía ver tierna.

De todos modos, vamos a empezar. Mi nombre es Karime Pindter y voy a contarles mi historia.

CAOS | GARIME Donde viven las historias. Descúbrelo ahora