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Tener que ir a clases de matemáticas era uno de los peores momentos del
día, realmente nunca se me había dado bien.

Hoy, no era ningun día especial, porque aunque traía toda mi tarea hecha, todas las respuestas estaban incorrectas. Suerte que tenía a Luigi para explicarme los ejercicios.

Era la costumbre de los lunes y viernes, que viniera a mi casa para
ayudarme con matemáticas, ayudarlo con inglés y ponernos a merendar
viendo películas malas

Por eso fue, que al ser viernes, Luigi y yo íbamos juntos hacia la salida
del horrible instituto. Casi siempre tenía que soportar las miradas y burlas por parte del grupo de los jugadores de béisbol del colegio, a veces se unía alguna que otra animadora, pero la verdad es que conseguían ponerme igual de nerviosa que el primer día, aunque Luigi siempre intentara distraerme de aquello.

- ¿Estás bien? -preguntó cuando empezó a notar que me ponía demasiado pensativa, lo miré a los ojos y medio sonreí apretando los labios entre sí mientras asentía. Tenía ese gesto por costumbre, a veces me hacía daño en los labios de apretarlos, pero siempre me pasaba cuando quería hablar y no podía hacerlo.

Seguimos caminando por la calle, yo tenía la carpeta apretada en los
brazos y la mochila en mi espalda mientras escuchaba las historias de Luigi. Me encantaba escuchar todo lo que me contaba, a veces eran pequeñas anécdotas sobre su perro, otras veces eran sobre chismes de los que se enteraba en el instituto, otros sobre nuevos cantantes que conocía... Nunca callaba, pero yo no quería que callara porque hacíamos un buen dúo. Yo era buena escuchando y él hablando.

Cambié de rumbo a la vez que él hablaba, teníamos que ir antes a casa a recoger unos apuntes que olvidé por la mañana y estaba segura que Luigi estaba tan distraído hablando que ni se daría cuenta. Al llegar a mi calle, noté algo fuera de lo normal, un garaje que llevaba años cerrado, ahora estaba medio abierto. Fruncí un poco el ceño, todo lo que se saliera de lo normal acababa llamando mi atención o incomodándome, pero esta vez fue distinto, pude escuchar como desde dentro sonaban sonidos de herramientas y 'Gawlay Girl' de Ed Sheeran, reconocía perfectamente la canción, pero no la voz que la cantaba tras la melodía.

- ¿Por qué estamos en tu casa?- preguntó Luigi a mi lado, sacándome de mis pensamientos, le sonreí brevemente y señalé mi carpeta. -¿Olvidaste algo? -Asentí y saqué las llaves de la casa para luego entrar los dos.

Luigi se quedó en la entrada hablando con mi mamá, así que fui sola
hacia la parte de arriba, allí mi cuerpo se relajó. No pude evitar mirarme al
espejo, mi cabello estaba larguísimo, nunca había dejado que me lo cortaran mucho y la gente solía burlarse mucho, pero cortarme el pelo me daba mucha ansiedad.

- ¡karimeee! -gritó Ethan a mis espaldas y sonreí en su dirección, y como siempre pasaba, mi garganta dejó de parecer presionada para hablar cuando me encontraba en un lugar rodeada de gente con la que me sentía cómoda.

- ¿Cómo ha ido tu día, pequeño? -Dije con una voz ronca, por no haber hablado en todo el día.

Ethan sonrió, dejando ver los hoyuelos en sus mejillas. Llevaba el cabello un poco largo y empezaba a taparle ligeramente la frente.

-Ha sido muy divertido porque la profe ha dicho que podremos hacer una excursión para ir a ver animalitos al zoológico de la ciudad, y yo estoy deseando ir porque no suelo ver muchos animales pero mamá tiene miedo de que me pierda... -empezó a contarme a la vez que de sentaba en la cama, con los pies colgando.

- Bueno, a mi no me gustan esos sitios especialmente, allí los animalitos están tristes. -cuando mencioné la última palabra, Ethan me miró preocupado.

- ¿Porqué están tristes, Kar?

- Allí están encerrados en pequeñas jaulas y no pueden correr, además les
molesta las personas, ¿sabes Podríamos ir algún día a una selva o...

- ¡Eso está muy lejos, Kar! -reí al saber que mi hermano había descubierto la mentira, di un beso en su frente agarrando mis apuntes.

Por un segundo me quedé mirando sus uñas. Las había vuelto a pintar de
color rosa, la última vez que lo hizo su maestro le regañó tanto que volvió de casa llorando y se las lavó a toda prisa. Ahora, sin embargo, lo ha vuelto a hacer. Veo como sus ojos chocolate me analizan, expectantes, nunca he dicho nada al respecto de que lo haga. Simplemente agarro sus pequeñas manitas y deposito besitos en cada una de ellas.

- Me gusta ese color pequeñín, debo irme ya. ¡Nos vemos luego!

- G-gracias... ¡Nos vemos, Kar!

Salí corriendo escaleras abajo, sintiendo las atentas miradas de Luigi y mi mamá en mi. Le di un beso en la mejilla a la segunda y abrí la puerta.

- ¡La acompañaré a la vuelta, señora! -anunció Luigi, ahorrándome así el esfuerzo de hablar.

Aunque la logopeda y la psicóloga me repitieran que no debían cortarme al hablar ni ayudarme a hacerlo intentando adivinar lo que pienso, la verdad es que para mí era más cómodo que tener que pararme con una horrible presión en el pecho para escupir las palabras desde mi enredada garganta.

Con los años, Luigi había aprendido a descifrar cada palabra y gesto, él
sabía perfectamente cuando era necesario hablar por mi.

De camino a su casa, él siguió hablándome de una historia de su
infancia, mientras yo me perdía acariciando las mangas del jersey calientito que llevabamos todos en el instituto a modo de uniforme, intentando que el aire no diera en mis muñecas y solo en las puntas de los dedos. Hubo algo que me descolocó y me hizo volver a la realidad.

-... y entonces Micky me ha acabado invitando a una de sus fiestas, ¡Fiesta
de populares! Y por supuesto que tú también te vienes, ¿te imaginas que
hacemos amistades con la élite del colegio? Ya no nos mirarían por encima del hombro o... -yo lo miré con el ceño fruncido y arrugué un poco más la nariz-. Oh, vamos... No me mires así, ¿Qué pasa? Ya sé que es un chico nuevo pero precisamente por eso ¡Es nuevo! No sabe quienes
somos y por ahora él cae bien a todos los populares... -. Negué con la cabeza, desviando la vista de los ojos de Luigi, sus miradas siempre lograban convencerme-. Vamos... porfa, tenemos que ir a esa fiesta... -yo seguía sin mirarlo-. Te prometo que no te dejaré sola ni un momento, ¿vale?

Pasé el pulgar por mi frente como respuesta, él sabía que ese gesto
significaba que no quería ni podía seguir hablando del tema. Apreté los
labios entre sí porque realmente quería hablar, pero las palabras se me
quedaban atravesadas en la garganta ¿Cómo sería poder hablar sin preocupciones sin que las palabras se quedaran atravesadas en la garganta?

- ¡Hola papá! -Luigi saludo a su padre cuando llegamos, yo alcé la mano con cuidado de que mis mangas no se levantaran demasiado.

Estuvimos toda la tarde haciendo trabajos atrasados y dando repaso de
matemáticas, cuando acabamos Luigi volvió a sacar el mismo tema de antes
pero con una diferencia, ahora estábamos solos en su habitación y tenía la esperanza de que pudiera hablar.

- ¿Entonce iremos a la fiesta de mañana? Seguro que estará muy bien... - Dijo con pena en su voz-. Realmente quiero conocer a Micky y a sus amigos...

Suspiré y conté hasta diez lentamente.

- Luigi, esas fiestas son una caca ¿Y si solo es una trampa para burlarse de nosotros?

Luigi cambió su expresión a alegría radiante, adoraba cuando conseguía
hablar delante de él, pero nunca lo mencionaba para no incomodarme.

- No, hablé con Micky, me trata bien, como si fueramos normales en la escuela.

- Te odio ¿sabes? Porque alfinal siempre me convences y me debes una, le voy a tener que mentir a mi mamá... -Suspiré de nuevo y él me abrazó.

Me tensé al momento que me tocó y otra vez noté el nudo en mi garganta
tan molesto que sentía siempre. Había sido contacto inesperado.

- Gracias, Kars. -asentí un poco, mientras me relajaba y fui devolviendo el abrazo con lentitud.

CAOS | GARIME Donde viven las historias. Descúbrelo ahora