EL DOCTOR LOBO: AYUDA, PERO NO SIEMPRE

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Capítulo 48 

Después de la clase, evité tener que hablar con el conserje calvo y me despedí rápidamente diciendo que tenía una reunión importante. Subí a mi moto y apreté el acelerador, saliendo disparado hacia el trabajo. Llegué puntual y tuve tiempo de sobra a ponerme el uniforme antes de que una llamada me alertara de la llegada de Kai. El lobo me esperó al otro lado de la puerta, con los brazos cruzados sobre un jersey fino y remangado hasta los codos. Arqueé las cejas, porque era la primera vez que veía a un Macho con algo mínimamente abrigado; a excepción de la cazadora que le había comprado yo a Jungkook.

―¿Tienes frío, Kai? ―le pregunté al desbloquear la puerta. Había una

leve brisa y el cielo estaba nublado, pero seguíamos estando a principios de septiembre y todavía hacía calor.

―Un poco ―respondió, aunque lo hizo como si no quisiera, girando el rostro y evitando mi mirada. El día anterior había cruzado la línea y aquella noche había vuelto mucho más relajado. Sabía que yo no me había molestado, porque entonces Jungkook le hubiera dado tal paliza que ahora estaría en el hospital; pero Kai no entendía muy bien el por qué. No éramos amigos y yo no era de la Manada, así que no tenía ninguna razón aparente para «ser bueno con él». Me acompañó en silencio hacia el armario donde se guardaban los productos de limpieza y las herramientas y después en dirección a los baños del primer piso. El lobo echó una mirada rápida alrededor, quizá porque nunca había entrado en el servicio de mujeres y se esperaba encontrar algo diferente y mágico allí. Le señalé un par de taburetes que había en una esquina, junto a una mesa con flores de plástico, para decirle que podía sentarse mientras yo arreglaba uno de los grifos.

―Gracias por no decirle nada a Jungkook ―me dijo tras un par de minutos más en silencio, tan solo quebrado por el ruido del goteo del agua.

―Te dije que íbamos a fingir que no había pasado ―le recordé.

Vi como el lobo asentía un par de veces a través del reflejo y después se quedaba con la cabeza gacha, mirando las manos entrelazadas entre sus piernas.

―¿Qué tal te sientes hoy? ―le pregunté.

Él me miró por el borde superior de los ojos y tras un momento de duda, encogió sus anchos hombros y respondió:

―Igual que siempre.

―¿Enfadado por tener que venir aquí y no estar con la Manada?

―No... ―murmuró―. Está bien. Da igual... ―negó y volvió a mirarse las manos―. Me da igual estar aquí o en otro sitio.

―Jungkook me dijo que no le hablas. ¿Puedo preguntarte por qué?

―Jungkook ya sabe por qué ―respondió rápidamente y de una forma más fuerte.

―¿Me lo podrías explicar a mí? Todavía no entiendo muy bien esas cosas de la Manada.

Kai gruñó y apretó los dientes. Creí que no iba a responder, pero tras un minuto en silencio me dijo en voz baja y sin mirarme:

―Trató de darme comida...

―Ah... ―asentí, como si acabara de caer en ello mientras seguía desenroscando la rosca que fijaba el grifo―, pero tú tienes compañera, ¿por qué te iba a dar comida Jungkook?

―¡No lo sé! Pero más vale que no vuelva a hacerlo o me enfadaré de verdad ―me advirtió con enfado―. Se lo puede decir de mi parte.

―Se lo diré ―murmuré después de gruñir para hacer la fuerza suficiente y terminar por liberar el grifo.

HUMANO - KOOKTAEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora