Capítulo 17
Jungkook se terminó su bandeja de carne asada, bebió lo poco que quedaba de su cerveza y soltó un eructo antes de chuparse los dedos, limpiarse los labios con el trapo y levantarse. Se dejó caer en el sofá y me echó otra mirada por encima del respaldo. Gruñó un poco, un sonido bajo qué sí reconocí. Era el gruñidito de cuando quería atención y caricias, porque yo estaba muy distante con él y eso no le gustaba. Bueno, a mí tampoco me gustaba que me trajera a una banda criminal al trabajo, así que le ignoré, tiré la colilla por la puerta, solté el humo y la cerré antes de ir a recoger la bandeja vacía y grasienta que había dejado. Cuando tuve todo recogido, me lavé las manos y fui a sentarme al sofá. Jungkook volvió a soltar un gruñidito, pero apartó rápido la vista hacia la televisión cuando vio mi cara seria. Levanté un mano y tiré de la rotura en su cazadora negra.
―Es mejor que te quites esto ―le dije―. Mejor quítatelo todo y lo tiramos.
El lobo miró la rotura y puso una expresión apenada, bajando sus espesas cejas negras.
―A Jungkook le gusta mucho la cazadora que Taehyung le ha comprado―dijo en voz baja―. No importa que esté rota.
―Está hecha una mierda, Jungkook ―respondí―. Hay que tirarla ―y tras un breve silencio, añadí―: ya te compraré otra.
El lobo soltó un gruñido diferente a los anteriores, más lineal y rápido, y se quitó la cazadora con cuidado. Le ayudé, porque seguía herido y no quería que se hiciera daño. Puse la cazadora destrozada sobre la mesa y después le quité la camiseta negra que apestaba a lobo. El Olor a Jungkook era intenso después de haber sudado tanto aquella noche y me pilló un poco por sorpresa. Cerré los ojos y sentí cómo la polla se me ponía dura bajo el chándal. Por supuesto, el lobo lo percibió y me miró, empezando a respirar más fuerte y a empalmarse también bajo su vaquero. Todavía seguía molesto, pero no tanto como para castigarle a él —y a mí mismo—, sin sexo. Así que cogí una buena bocanada de aquel aire apestoso, denso e intenso, fui a dejar la camiseta junto a la cazadora sobre la mesa de la cocina, y volví de espaldas a Jungkook para poner mis manos en sus grandes hombros y, lentamente, descender acariciándole sus enormes pectorales. El lobo no separó la mirada de mí, recostando la cabeza en el respaldo y jadeando. Bajé el rostro y besé sus labios marcados se me escapó un gemido de garganta cuando noté la humedad y calidez de su boca, con aquellos colmillos gruesos que sobresalían sobre el resto de dientes. El lobo empezó a gruñir con excitación; levantando uno de sus fuertes brazos para agarrarme el cabello y hacerme que le besará más y, probablemente, más fuerte. Entonces comenzó a mover la cadera de arriba abajo, cada vez más deprisa, como si ya estuviera follándome.
―No te muevas... ―le susurré en los labios, acariciando su pecho abultado y caliente de arriba abajo―. Como se reabran las heridas me enfadaré, Jungkook.
El lobo gruñó en desacuerdo, tirando más fuerte de mi pelo porque él era el Macho y todas esas estupideces. Quizá Jungkook se creyera muy hombre y muy lobo, pero se deshacía como caramelo derretido cuando le besaba y le acariciaba el pecho y la barriga. Sacó la lengua y comenzó a lamerme, tratando de imitar mis besos. Aquello tan asqueroso, por raro que pueda parecer, había empezado a gustarme. Tanto, que presioné más las manos sobre su cuerpo, como si no fuera capaz de tocarle lo suficiente. Le acaricié la barriga abultada, el pecho duro, los enormes brazos; hasta que no pude más, tragué saliva y fui a ponerme frente a él. Me quité la camiseta de camino y la tiré a un lado, me arrodillé entre sus piernas y le desabroché el cinturón de hebilla plateada. No me detuve hasta coger su polla gorda, caliente y completamente empapada. El olor al liberar aquello me dejó sin aire. Apreté los dientes, cerré los ojos y gemí antes de volver a abrirlos.
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HUMANO - KOOKTAE
LobisomemSé que todos conocen a los lobos, esos hombres peligrosos, fuera de la ley, enormes, musculosos, apestosos, atractivos y con la polla enorme. Sé que les habrán contado lo increíble que es pasar el celo con ellos y que los follen como nunca en sus vi...