Tristeza, Decepción y Muerte.

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Tristeza.

El pequeño estado estaba triste, pero no una tristeza común por un problema en específico. Barinas estaba pasando por un mal momento, algo muy poco visto en alguien como él, que sólo irradiaba felicidad y optimismo, siendo tan contagioso que podría alegrar a toda una habitación llena de pesimismo.

Esta vez era diferente, y no sabía cómo salir de allí, nadie sabía cómo sacarlo de allí. En el sentido literal, porque había terminado por encerrarse en su habitación, saliendo ocasionalmente para comer o tomar agua, y ni siquiera comía lo suficiente; sus porciones se volvieron pequeñas, y aún así, no terminaba de comerlas por completo. Esto había pasado desapercibido por la mayoría, a excepción de pareja, que constantemente intentó hablar con él, pero sólo obtuvo respuestas cortas y sin ganas, incluso mentiras poco elaboradas.

Estaba mostrando una parte de él que no solía verse a menudo. Sus ojeras eran visibles, probablemente por la falta de sueño. Al igual que su reciente palidez por no salir de su habitación y comer demasiado poco.

Muchos creyeron que sólo necesitaba un tiempo a solas, pero todos comenzaron a preocuparse cuando pasaron casi dos semanas y él continuaba con la misma rutina de hace algunos días.

El problema ya era complicado, más porque no parecía querer hablar con nadie, y si no quería hacerlo con su novio, qué quedaba para los demás? Carabobo fue el primero en querer ir a revisarlo, pero nada parecía surgir, porque siempre terminaba con las mismas respuestas cortas: "Estoy bien" "Necesito estar solo" "Ya se me va a quitar". Todo era mentira y él lo sabía.

Decepción.

Cada día era peor, y estaba decepcionado de sí mismo por haberse dejado consumir hasta ese momento. No podía hacer nada, y era lo que más le estresaba.

No sabía a ciencia cierta el porqué de su reciente cambio, porque lo último que recordaba era haberse dormido y despertar con los ánimos por el suelo.

Lo que el andollanero no sabía, era que esto era las consecuencias de años y años de reprimir emociones que necesitaban ser liberadas. Era una carga más para él, y se asemejaba a cargar una piedra por un camino empinado y lleno de obstáculos que rodear.

No podía llevar una vida normal, no cuando se sentía ahogado en un mar profundo donde no tenía un lugar al que aferrarse.

Se decepcionó de él cuando ya ni siquiera comía. Quizás antes eran uno o dos bocados, ahora ni eso. Y le causaba impotencia el no poder comer, el no poder ser alguien útil y de no poder superar lo que sea por lo que estuviera pasando.

No tenía ganas de levantarse de su cama, y si iba al baño a asearse, era un logro. Su cuerpo le pedía mantenerse acostado, pero no era lo que verdaderamente quería. Es como si algo lo mantuviera preso, pero que no tuviera la voz para hablar y pedir ayuda.

Muerte.

El pensamiento se instaló rápidamente en su mente, adhiriendose como una garrapata a su piel, consumiendolo.

¿Era posible eso?

¿Siquiera tenía el derecho de acabar con él si así lo quisiera?

¿Era lo suficientemente valiente como para intentarlo?

No, no y no.

No lo haría. No tenía el derecho. Tampoco tenía la valentía para hacerlo.

Su cuerpo y su vida era un misterio. Como se formó y como se creó, también lo era. Y no sabría si podría intentar suicidarse, por qué? Porque jamás lo había intentado, jamás lo había pensado, y el como su cuerpo resistía a tantas cosas, incluso a la falta de oxígeno, no podía tener una respuesta clara sobre lo que pasaría al momento en el que decidiera acabar con su sufrimiento.

Se sentía miserable, lo suficiente como para dejar de pensar en posibilidades e intentar acabar consigo sin importar lo que podría pasar.

Dejó de pensar, y lo último que recordó antes de tumbar la silla en la que se encontraba parado, incluso después de haber colocado la soga por su cuello, fue a su pareja entrar de imprevisto a su habitación. Lo observó con sorpresa, miedo, preocupación y un poco de molestia.

Fue tarde, y ya había tumbado la silla, y su cuerpo quedó suspendido en el aire, aunque esto último fue por un error.


































Esperanza.

Sus ojos se abrieron con pesadez, vislumbrando con dificultad, a la figura sentada a su lado en una silla, mientras él yacía en la cama, acostado y con las mantas tapando su cuerpo.

Apure lo volteó a ver cuando notó su despertar, mostrando en sus ojos, los vestigios de lágrimas sin derramar y el brillo de su preocupación.

No pasó mucho tiempo para que se lanzara sobre él, abrazándolo con fuerza. Sus manos tocaron sus mejillas, acariciandolas mientras le daba suaves besos en su rostro, susurrando suaves palabras de consuelo y alivio al verlo vivo.

Lo había rescatado a tiempo, cortando la soga y dejando que su cuerpo débil cayera entre sus brazos. Fue de noche al momento de haber tomado aquella decisión, y ahora el sol parecía mostrarse más brillante que en otros amaneceres.

Un tímido "perdón", se escapó de sus labios resecos y débiles, seguidos de un temblor y consciente para terminar un suave sollozo, convirtiéndose en un llanto vertiginoso que no intentó reprimir. Realmente necesitaba que alguien lo escuchara, que le diera el apoyo que tanto necesitaba.

Apure estuvo allí, llorando a su lado al sentir que casi lo perdía frente a sus ojos. Tuvo la suerte de actuar rápido y que su hermano lo atendiera, porque de no ser así, probablemente no lo tendría en sus brazos.

No necesitó decir más palabras, su llanto ya lo hacía por él, ya hablaba por él. Le mostró el lado más vulnerable a su pareja, algo tan crudo que incluso el llanero de cabellos amarillentos se sintió sorprendido por como su novio lloraba en sus brazos como un niño.

Le dolió verlo así, tan destruido y sin ganas de nada, pero estaría para él, y así como él lo ayudó en tantas caídas, él haría lo mismo por su pareja.

Lo consoló toda la mañana, atendiendolo y dándole el tiempo para desahogarse. Y sabía que Barinas no estaba preparada para decirle todo por lo que había estado pasando, pero tenía la esperanza de que pronto volviera a ser ese chico feliz de sonrisa dulce que le alegraba sus días más grises.

Ahora le tocaba a él, ser la luz en la oscuridad en la que el barines se encontraba, y lo ayudaría, aunque le costara toda una vida y la mitad de la próxima.

Me siento de la patada. Necesitaba escribir algo y dejar que mis pensamientos fluyan por un momento.
Si se sienten ahogados, recuerden que no hay nada de malo en expresarse, que no hay por qué juzgarnos y no hay que esconder lo que sentimos.

Chao, cuidense el dulce ✌️✨.

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⏰ Última actualización: Nov 05 ⏰

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