Un Chigüire

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Ambos se encontraban paseando a caballo, un pasatiempo que compartían los dos y que disfrutaban hacer con regularidad cuando no tenían muchas cosas que hacer. El camino era tranquilo, escuchándose los alcaravanez que pasaban volando o los torditos que se la basaban en el suelo en busca de semillas o gusanitos que comer.

Sólo había paz en el lugar, casi imperturbable, ni siquiera ellos se tomaban el atrevimiento de hablar por miedo a dañar el ambiente tan tranquilo que los rodeaba.

Sus ojos estaban al frente, siguiendo el camino terroso que los llevaría hasta una laguna, donde tenían pensado tomar un baño para aliviar el calor que estaba haciendo en los últimos días.

Con las bajadas de agua y la llegada de verano, octubre se había vuelto un mes muy caluroso, casi sofocante, pero perfecto para disfrutar del agua fría de los cuerpos de agua que se encontraban cerca de su casa.

Muy cerca de ellos, casi llegando a la laguna, Barinas vio algo moverse a un costado del camino, algo pequeño y peludo de color marrón, llamando su atención de manera inmediata, deteniendo el caminar de su caballo.

– Dios mío... – Murmuró su pareja al ver como su novio se bajaba en busca de aquello que había visto.–

No era una sorpresa para nadie que el barines fuera muy curioso, sin contar el amor que tenía por los animales. Esto último lo compartía con su pareja, pero Apure no tenía esa afición de estar tomando todo tipo de animales que se encontrara enfrente de él. Él respetaba al animal y lo dejaba seguir su camino sin molestarlo, pero Barinas iba más allá.

–Mira! –Levantó a la pequeña bola de pelos que tenía en sus manos. Ni siquiera Apure sabía en qué momento tomó al animal.– Es un chigüire!–

Se veía como un niño, un niño que acababa de encontrar su juguete perdido desde hace unas semanas.

–Nos vas a llevar al chigüire a la casa, parecemos un zoológico –Ellos tenían muchas mascotas, y todas ellas eran obras de Barinas, como la guacamaya roja que se encontró una vez, o los gatos, o los perros, o la oveja llamada biscocho que Portuguesa le regaló. –

El andollanero hizo oídos sordos, y sin importar lo que dijera su novio, él se llevaría al pequeño animal que se había encontrado, incluso ya estaba pensando en un buen nombre para el nuevo integrante de su familia. Lo llamaría jamoncito.

–Respeta al niño, ahora se llama jamoncito –Aclaró mientras se subía al lomo de su rucio moro, retomando el camino hacia la laguna. –

Apure no dijo nada, sólo siguió avanzando, sabiendo que no hay nada ni nadie que podría hacer que su pareja cambie de opinión. No le quedó más de otra que seguirle la corriente.

Cuando llegaron a la laguna, dejaron sus caballos amarrados a la sombra de uno de los árboles. Se deshacieron de sus ropas, y si tenían mucho más tiempo que perder, se adentraron en las aguas de la laguna. El agua estaba fresca, cristalina, e incluso se podía ver los pequeños pescados nadar alrededor de ellos sin causar mayor problema.

–Podrías dejar al chigüire? No es como si se fuera a ahogar –Inmeditamente se arrepintió de lo que dijo cuando el más pequeño le dió una mirada molesta. –

–Está chiquito! Aún no sé si sabe nadar –Respondió, dándole una mirada molesta por su sugerencia de dejar al animal nadar. –

En momentos así, Apure no tenía más opciones que seguirle la corriente, dejar que hiciera lo que quisiera con los animalitos que se encontraba y luego hablaría con él; le preguntaría si realmente se encargaría del cuidado del animal, que la mayoría de las veces era un 'sí' rotundo, si no, le conseguiría un hogar con alguien más.

Finalmente terminó dejando al pequeño animalito a los pies de unos de los moriches que estaban a las orillas de la laguna, comenzando él a bañarse junto con su amado. Lo abrazó, le dió un par de besos por todo su rostro de una manera tierna y suave, inocente, hasta terminar en sus labios. Apure no podía hacer más que aceptarlo, aceptar cualquier tipo de muestra de afecto que le proporcionara su novio, aún cuando sentía su rostro calentarse por la vergüenza. A pesar de llevar años de relación, aún le avergonzaban sus muestras de cariño.

Cerró los ojos, llevando sus brazos a la cintura de su pareja, apretándolo contra su cuerpo hasta que no hubo espacio entre ellos, hasta que casi se unieron en uno solo.

La suave brisa los arrulló. Los árboles sacudiéndose por el viento en sus copas, junto con el cántico de las aves, les fue entregado a los amantes como un regalo. La naturaleza les otorgó la vida, la naturaleza los unió en ese amor que los ataba, y será la naturaleza que los separará cuando vea el momento necesario.

Entre las sabanas de un llano extenso, se adoraron, se escondieron para amarse, sin el miedo de ser vistos y juzgados. Sus manos descubrieron los rincones de sus cuerpos, detallaron sus lunares, sus marcas, las cicatrices, todo aquello que tenían grabado como tatuajes. Lo amaron, lo adoraron.

El suave contraste de unos zafiros apagados por el cansancio del día a día junto con los dorados orbes impregnados de un brillo entusiasta y lleno de energía. Se combinaron entre sí, formaron algo nuevo, algo que solo era de ellos dos y nadie más podría tener.

–Ojalá no me hayas hecho un amarre para estar enamora'o de tí, pero cada día que pasa me hace dudar más –Murmuró el apureño, en suave hilo de voz sobre los belfos de su novio. –

Y es que el amor que le tenía a ese ser, era casi sobrenatural, como un hechizo, o como él lo dijo: un amarre. Pues habrá sido el mejor amarre jamás hecho, y juraría que no haría nada para quitárselo.

–No sé... Seguramente le dije a Delta Amacuro que lo hiciera y- Ah! Jamoncito sí sabe nadar! –Gritó con entusiasmo, levantando al pequeño animalito entre sus brazos, tomándolo como a un bebé. –

Al parecer él pequeño jamoncito sabía nadar, lo cual no representaba un problema, pero el llanero ya se estaba comenzando a sentir un poco celoso por la nueva mascota de su querido barines.

Suspiró resignado, no teniendo más opción que quedarse allí y ver cómo su pareja se veía tan feliz con el chigüire.

Sería un día largo, uno lleno de Barinas y el chigüire. Pero al menos tendría sus sonrisas, y no había nada que pudiera apreciar más que eso.

Por qué yo no puedo tener un romance así?
Siempre espectadora, jamás protagonista, AAAAAA

Estoy cursando 5to año y ya me quiero matar.

Chao, cuidense el dulce ✌️✨.

Amor En El Llano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora