Hace cientos de años atrás, en el corazón del vasto mar de Solen, existía una majestuosa isla llamada Tirenthia. Allí la brisa marina soplaba e inundaba todo el lugar impregnándole una profunda fragancia a salitre. Sin embargo, la riqueza de este lugar radicaba en la constitución de la sociedad. Cada rincón de la isla parecía un país diferente y en cada uno de ellos moraba un Clan que se adaptaba perfectamente a las características de su entorno. Los habitantes de los Clanes contaban con las bendiciones que les ofrecía la isla, con la compañía de seres mágicos y poderes que hacían de cada uno un ser sin igual. Los territorios de cada Clan se encontraban uno al lado del otro y por todo el perímetro de la isla.
Por un lado vivía el Clan Agua, situado en una exuberante playa repleta de palmeras y gaviotas, rodeada de aguas cristalinas. Las olas rompían contra la costa creando un espectáculo de espuma y luz. Los habitantes de este Clan moraban en cabañas de madera hechas por ellos mismos que no tenían nada que envidiarle a las construcciones de la actualidad. Cada vivienda era como un palacio pues las sirenas y tritones, amigos mágicos de este Clan, habían facilitado con sus poderes que ellos hicieran mansiones de madera. Curioso, ¿no? Sus amigos marinos vivían en los arrecifes de coral que rodeaban la costa del Clan Agua.
Justo al lado de la playa se encontraba un frondoso bosque lleno de árboles imponentes de corteza brillante, plantas exóticas y flores de colores que parecían tener luz propia. El aroma a la tierra húmeda y el hermoso canto de las aves le daban al bosque un ambiente de paz infinita. Este era el refugio del Clan Naturaleza. Las casas se encontraban en lo más alto de los árboles pues las dríades del bosque le habían dado a cada casita la fortaleza para permanecer firmes y no derrumbarse. Ellas, espíritus de los árboles, moraban en el bosque y lo protegían, además de servir de guías a todos los del Clan Naturaleza.
El Clan Fuego habitaba en las faldas de un volcán inactivo, donde las rocas volcánicas se mezclaban con vegetación resistente. Sus casas, semejantes a cuevas, contaban con chimeneas lanzando humo al cielo constantemente. En las profundidades del volcán moraban los majestuosos dragones que eran amigos inseparables del Clan Fuego. Les servían a todos los del Clan como medio de transporte y para ayudar a los de otros Clanes a prender el fuego en sus casas.
El Clan Aire tenía su morada en una planicie. El cielo abierto y el viento silbando por la pradera le otorgaban a este Clan una serenidad sin igual. Sus casas, ligeras y con techos altos, estaban construidas de tal forma que se integraban perfectamente en el paisaje, creando una sensación de libertad. En medio de la planicie se erigía un gran árbol con una rama hacia el cielo, donde las hadas hacían sus reuniones y tenían sus diminutas casas. Estos seres mágicos que volaban entre los árboles emanaban destellos de luz y ayudaban al Clan Aire a controlar el viento y a conectar con la magia de la naturaleza.
En el punto más alto de la isla habitaba el Clan Tierra, justo en la cima de la Gran Montaña, cuyas laderas escalonadas parecían talladas por el paso del tiempo. Desde la cima se podía ver la isla extendida en todas direcciones. Las moradas de este Clan, construidas con piedra, se mezclaban perfectamente con la montaña dándole un aspecto majestuoso. En las profundidades de este Clan tenían minas de carbón y otros metales preciosos cuyos trabajadores eran unos pequeños gnomos que, además de proporcionarle a toda Tirenthia el carbón que necesitaban, entretenían y cantaban para el Clan Tierra en las noches de celebración.
Además, en las tierras que se encontraban entre el Clan Agua y el Clan Tierra se encontraban las mazmorras en las que eran encerradas las personas que utilizaban la magia con fines negativos. Se dice que ellos se encargaban de fabricar las esquirlas, moneda en Tirenthia, en lugar de ser ejecutados.
En el corazón de la isla se encontraba un espacio abierto rodeado por todos los Clanes. La plaza, llamada por todos Mistalum, era el lugar donde todos se reunían para las reuniones importantes y también, cómo no, para las grandes fiestas del pueblo. En cada evento que tenía lugar en Mistalum, la atmósfera de celebración y unión que se respiraba, embriagaba a todos. Los tirenthianos vivían en armonía en la isla de Tirenthia. Cada Clan, con sus poderes, contribuía al bienestar de todos.
Cuentan que, durante una fiesta de la cosecha, en la Quinta Luna Llena del año, todo el pueblo de Tirenthia se había reunido en Mistalum. De pronto, un duende del bosque, desconocido para todos, se materializó en medio de la fiesta. Su rostro, pequeño y arrugado, emanaba sabiduría, y en sus manos sostenía una gema que brillaba con una luz única, capaz de cautivar a cualquier mortal.
La gema, del tamaño de una nuez, desprendía un brillo mágico, tan intenso como el sol de mediodía. Era un crisol de colores, reflejando el azul del mar, el verde de los bosques, el rojo del fuego y en fin, el arcoíris en su totalidad. El duende, con voz tenue, reveló que la gema, llamada "Aetherix", era un regalo para el pueblo de Tirenthia, un símbolo de prosperidad y unión.
La colocaron en el centro de Mistalum, y la isla prosperó. Las cosechas fueron abundantes, el viento sopló con fuerza, las sirenas cantaron con alegría, los gnomos extrajeron tesoros de la tierra, los dragones escupieron fuego sin parar y las hadas bailaron con gracia. Tirenthia era un paraíso.
Pero la codicia, esa sombra oscura que acecha el corazón humano, se propagó entre los Clanes. Todos anhelaban ser el Clan más poderoso, el que controlara el poder de la Gema. Las discusiones y los roces entre los Clanes crecieron, amenazando la armonía que había prevalecido durante años.
Y entonces, de las nieblas del norte, llegaron los vikingos, hambrientos de riquezas y violencia. Atraídos por la fama de la isla se abalanzaron sobre Tirenthia. Asolaron la playa, incendiaron el bosque exterminando así a las dríades, masacraron a los ancianos, raptaron a las mujeres y las sometieron a su crueldad. Los dragones, los gnomos, las hadas y las sirenas fueron capturados, encerrados en jaulas de hierro y obligados a servir a los vikingos. La isla se hundió en el caos y la desesperación. Tirenthia, antes un paraíso de paz, se convirtió en un campo de batalla.
El duende, testigo del horror, comprendió que la Gema debía desaparecer para que no cayera en manos de los vikingos. Con un movimiento rápido, la tomó y desapareció de la isla, dejando solamente detrás de él la incertidumbre de los tirenthianos. No fue hasta que los vikingos se marcharon con sus manos vacías que todos los habitantes de Tirenthia se percataron de un pequeño rollito en medio de la Plaza Mistalum. Los líderes de los Clanes lo abrieron rápidamente y pudieron leer un mensaje escrito por el propio duende.
"Cuando la Luna, redonda y majestuosa
Haga su quinta aparición
Todo el pueblo de Tirenthia
Se unirá en una reunión.Los líderes de los Clanes
Entonarán a coro
El himno de esta Tierra
Y encontrarán un Tesoro.Un portal mágico se abrirá
Y los jóvenes de18 años por él entrarán
Buscarán la Gema Aetherix
Y devolverán a su pueblo
Salud y prosperidad"A lo largo de los últimos 20 años, generaciones de jóvenes se preparan desde los 17 para, en su cumpleaños número 18, salir en la expedición y buscar la Gema Perdida. La han buscado, pero nadie ha sido capaz de encontrarla. En los últimos 20 años nadie ha podido recordar lo que sucede dentro del Portal Mágico, solo queda el recuerdo de un lugar terrorífico al que nadie quiere volver.
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Aetherix: La Leyenda de la Gema Perdida
FantasyTirenthia es una Isla donde todos los habitantes tienen poderes. Hace veinte años, ellos perdieron a Aetherix, una Gema otorgada por un duende, que traería prosperidad y gloria a la Isla. La trama gira en torno a Nerymi y Kael, dos jóvenes de Clanes...