TESSA
La cafetería estaba más llena de lo habitual para una mañana de lunes. El aire olía a café recién molido y al dulzor de los muffins recién horneados que el barista acababa de sacar del horno. Mientras esperaba en la fila, no podía evitar escuchar las conversaciones a mi alrededor. Desde hace unas semanas, todo el mundo hablaba de lo mismo: el virus, los síntomas, los rumores de un colapso. Era imposible escapar de la paranoia, como si la histeria colectiva fuese contagiosa.
Las noticias en la televisión detrás del mostrador no ayudaban mucho a calmar las cosas. La presentadora de voz grave, con expresión seria, repasaba las medidas de precaución una y otra vez, en un ciclo interminable.
"Si experimenta fiebre alta, escalofríos, pérdida de coordinación o cualquier comportamiento inusual, por favor, autoconfínese y llame inmediatamente a las autoridades sanitarias."
Suspiré, sintiendo que ya había escuchado ese discurso una docena de veces en los últimos días. Para mí, no era más que otra alarma exagerada, una especie de déjà vu de lo que vivimos con el COVID años atrás. Esta vez, seguro que sería igual. Unas semanas de histeria, un par de titulares alarmistas, y luego volveríamos a la rutina como si nada.
Matt, mi compañero, me observaba con una expresión de preocupación mientras recogíamos nuestros cafés.
—"Tessa, esto se está poniendo feo," dijo en voz baja pero con seriedad. "Hoy mismo voy a pedir unos días libres. Me iré al campo, quizás a Ellensburg, hasta que las cosas se calmen. No quiero que me pillen aquí en la ciudad, como pasó con el COVID."
Solté una risa suave, sin poder evitarlo.
—"¿Otra vez con eso, Matt? Venga ya, es solo una gripe un poco más fuerte. Los medios están haciendo un espectáculo, como siempre."
Él negó con la cabeza, pero el brillo de preocupación en sus ojos no desapareció.
—"No sé, Tessa. Esta vez se siente diferente. La gente está asustada de verdad."
Mientras salíamos de la fila, una vocecita tiró de mi atención.
—"¿Señorita agente... es verdad lo que dicen? ¿A la gente se le está yendo la cabeza?"
Una niña de pelo castaño y ojos enormes me miraba con una mezcla de curiosidad y miedo. Su madre intentó intervenir, algo nerviosa.
—"Cariño, déjala en paz," le susurró, sonrojada.
Sonreí y me agaché para estar a la altura de la pequeña.
—"No, tranquila," le dije a la madre antes de mirar de nuevo a la niña. "¿Cómo te llamas, cariño?"
—"Soy Ana," respondió en un susurro.
—"Bueno, Ana, no pasa nada, ¿vale?" dije, tratando de que mi voz sonara lo más tranquilizadora posible. "Es solo una gripe. Tú abrígate bien y verás cómo todo saldrá bien."
Ana sonrió tímidamente, y su madre suspiró aliviada, agradeciéndome con una sonrisa. Me puse de pie y le di una última mirada a la pantalla de la televisión antes de girarme hacia Matt. La presentadora continuaba con el mismo tono serio, como si el mundo estuviera a punto de colapsar en cualquier momento.
Cogí los cafés y salimos de la cafetería en silencio. Sentía el peso de las miradas de la gente, como si esperaran de nosotros algún tipo de respuesta o certeza que no podía darles. La ciudad estaba envuelta en una nube de paranoia que casi podía palparse, y aunque me parecía exagerado, sabía que para muchos esto era una auténtica pesadilla.
Nos dirigimos al coche patrulla, y le pasé su café a Matt, esbozando una sonrisa.
—"Te toca conducir hoy," dije, sabiendo que no le hacía mucha gracia.

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SIN REFUGIO | Zona Z #1
Science FictionSeattle ha caído en el caos. Un virus mortal ha convertido a los infectados en criaturas violentas, y la ciudad es ahora un campo de batalla. La oficial Tessa Morgan está atrapada en la comisaría junto a su compañero Matt y un peligroso criminal, De...