CAPÍTULO 4

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La jornada laboral se me ha hecho eterna. Ya solo me queda media hora para salir de trabajar, y parece que los minutos no avanzan. El reloj de la pared se ha tenido de quedar sin pilas. Deben de ser los tacones lo que hace que todo avance más despacio. Juro que algún día me quejaré de que tengamos que andar durante horas subidas a ellos. Está bien que doña Marta los lleve, pero no veo la necesidad que nosotras también lo hagamos.

—Fina, cariño —Carmen asoma la cabeza desde el almacén—. Hay que reponer to' eso antes de irnos.

Miro las tres cajas que hay apiladas frente al mostrador y siento un nudo en la barriga. Son unas cajas que debería de haber colocado hace horas, y no lo he hecho. ¿Significa eso que me tocará hacer horas extra?

—Voy a empezar —le digo, alzando la voz para que me escuche bien. No hay nadie en la tienda. La verdad es que hoy ha sido una mañana de lo más relajada—. Si no termino antes de irnos, ¿qué pasa? ¿Va a venir la jefa a echarme la bronca? —vacilo.

—Yo no me la jugaría. —Advierte.

Ojalá ser Claudia. Hace ya una hora desde que ha terminado su jornada laboral y solo quedamos Carmen y yo haciendo el cierre.

—Necesitaría una cerveza —digo, abriendo las cajas.

—No pienses en eso ahora y venga —protesta Carmen, asomando de nuevo la cabeza por la puerta—. No pierdas el tiempo.

—No lo estoy haciendo —me quejo—. Estoy trabajando, ¿no lo ves?

—La verdad es que me vendría bien esa cerveza —asume—. No me gustaría volver a casa.

—¿Por qué? ¿Va todo bien con Tasio?

—No.

Alzo la mirada hacia la puerta, esperando a que se asome, pero no lo hace.

—Carmen, ¿qué pasó el sábado? No me has contado nada. Sabes que estoy aquí para lo que necesites. Y Claudia también.

No contesta.

Tengo la sensación de que ha empezado a llorar.

—Carmen... —la llamo—. ¿No habéis arreglado las cosas?

—Ya está, Fina —solloza—. Son cosas que pasan. Ya está.

—¿Habéis hablado? Hablar es muy importante en una pareja.

—Lo sé.

—¿Y?

—Nada, Fina.

—¿Nada? ¿Cómo que nada? Hay cosas que no me estás contando —me levanto y voy a buscarla al almacén. La encuentro sentada en un taburete, con lágrimas en los ojos, cabizbaja—. No, no, no, amor. No soporto verte así.

La abrazo con todas mis fuerzas y ella no tarda en devolverme el abrazo. Le doy un beso en la cabeza y le acaricio el pelo con ternura.

—Mira, Tasio lleva días siendo insoportable —me agacho junto a ella y la miro, agarrándola de las manos—. Y te lo digo porque soy tu amiga, y te quiero. Tenéis que hablar las cosas y saber hacia donde vais. No podéis seguir así. ¿Qué necesidad tienes de estar triste todos los días? Mira, vete ya y descansa. No me importa quedarme sola.

—Pero ¿qué dices, Fina? ¿Cómo vas a cerrar tú sola toa' la tienda? Es tu segundo día de trabajo.

—No pasa nada. Así os demostraré que soy eficiente.

Carmen esboza una sonrisa y me acaricia la cara.

—Qué bonita eres.

—Si viene doña Marta y pregunta que por qué te has ido media hora antes, le diré que te encontrabas mal. En serio, vete a descansar.

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⏰ Última actualización: 5 hours ago ⏰

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