Capitulo 3(Celos de Marcela)

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Una semana después de sus encuentros en Ecomoda, Marcela comenzó a notar que Armando hablaba con varias mujeres del equipo y de fuera. Intentaba justificarlo pensando que era solo trabajo y que, siendo una empresa de moda, era natural que él interactuara con tantas personas. Pero, en el fondo, algo le dolía cada vez que lo veía conversando y sonriendo con otras mujeres. Cada noche, se encontraba pensando en él, en su cercanía y en cómo evitaba demostrarle lo que realmente sentía.

Esa noche, el conflicto interno fue tan fuerte que decidió quedarse en casa y no salir con sus amigas, como hacía a menudo los sábados. Pero para su sorpresa, Armando apareció en su puerta. Al parecer, su sexto sentido le había indicado que algo estaba mal, y ahí estaba, sin avisar, esperando afuera.

[Armando toca la puerta con suavidad y espera unos segundos hasta que Marcela abre.]

A: Buenas noches, ratona.

M: Hola, Armando… buenas noches.

A: Uy, ratona, ¿qué pasa? ¿Por qué tan seria? ¿Acaso te hice algo?

M: No, nada… solo estoy algo cansada, supongo.

A: Vamos, ratona, te conozco. No te veo tan… no sé, tan tú. Siempre tienes algo que decir, y esta noche estás como en otra parte.

M: Es que… estoy molesta contigo, Armando.

A: ¿Molesta? ¿Molesta conmigo? ¿Y por qué? ¿Qué hice?

Marcela intenta mantener la compostura, pero al verlo ahí, tan cerca, su corazón comienza a latir con fuerza. Sabía que estaba a punto de decir algo que cambiaría todo, pero no podía seguir ocultando lo que sentía.

M: Porque me gustas, Armando… Me gustas mucho. Y no tolero verte coqueteando y hablando con otras mujeres como si no significara nada.

A: ¿Qué…? ¿Cómo así? ¿Estás hablando en serio, ratona?

M: ¡Sí, Armando! Estoy hablando en serio. Me gustas… Y más de lo que me gustaría admitir. Todo este tiempo he intentado disimularlo, pero cada vez que te veo con alguien más… siento que pierdo el control.

Armando queda en silencio, intentando procesar lo que acaba de escuchar. Las palabras de Marcela resuenan en su mente, y no puede evitar sentir una emoción intensa y repentina. Sin decir nada más, se acerca a ella, y en un impulso compartido, se encuentran en un beso apasionado, un beso que parecía haber sido guardado por años, esperando el momento adecuado.

El beso se alarga y se vuelve más intenso, y ambos se dejan llevar por el deseo contenido durante tanto tiempo. La tensión y los sentimientos reprimidos se transforman en una conexión profunda, en la que ambos se entregan sin reservas. Luego de unos minutos, acaban recostados en el sillón de Marcela, sin soltar sus manos, mirando el techo y compartiendo una sonrisa llena de complicidad.

A: Nunca imaginé que me dirías esto… A veces creí que yo era el único que sentía algo, pero me alegra saber que no.

M: No tienes idea de cuánto tiempo estuve guardándome esto, Armando.

Poco después, ambos se quedaron dormidos en el sillón, Marcela acurrucada sobre el pecho de Armando, mientras él, con una sonrisa en su rostro, pensaba en lo afortunado que era de tenerla ahí, entre sus brazos. En silencio, acariciaba el cabello de Marcela mientras ella dormía profundamente, y en su mente solo repetía: La conseguí… es mía, y solo mía.

A la mañana siguiente, el sol ya iluminaba el departamento cuando Marcela se despertó, alrededor de las 10:30 a.m. Se desperezó lentamente y notó que Armando ya no estaba a su lado. El aroma de comida recién preparada invadía el aire, llenando el espacio de una calidez acogedora. Curiosa, se levantó, fue al baño a refrescarse y luego salió en dirección al comedor, donde encontró a Armando en la cocina, vestido con un delantal y concentrado en preparar el desayuno.

M: ¡Armando! No sabía que te veías tan bien con un delantal. ¿Desde cuándo cocinas tú?

A: [Voltea, riendo también] Ay, Marcela, ¿y acaso los hombres no cocinan, o qué? Te estás perdiendo del mejor chef de Ecomoda.

M: [Le lanza una mirada divertida] Bueno, bueno, ya veremos qué tan buen chef eres. [Se acerca y le da un pequeño empujón con cariño.]

A: [Sonríe mientras le entrega un vaso] Aquí tienes, señorita. Jugo de naranja, hecho especialmente para ti.

M: [Le da un sorbo y cierra los ojos, disfrutando del sabor] ¡Mmm! No está nada mal, don Armando. Quizás sí tienes talento para la cocina.

Mientras Marcela sigue bebiendo el jugo, Armando se le acerca por detrás, la rodea con sus brazos y le da un beso suave en el cuello. Marcela se ríe y se estremece ligeramente al sentir su respiración cerca, y se gira para mirarlo a los ojos.

A: No tienes idea de lo feliz que estoy de estar aquí contigo.

M: [Le toma el rostro entre sus manos y lo besa suavemente] Creo que yo también me estoy acostumbrando a esto.

Ambos se quedan abrazados en la cocina, disfrutando de la compañía mutua. Sin necesidad de decir más, sabían que algo había cambiado para siempre en su relación.

Más que felices🤍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora