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Y llegó septiembre. Con su calor. Que ya no es calor. Con sus brisas frías. Que solo logran templar unos ánimos que llevan incendidados hace mucho tiempo. Llegó septiembre. Con sus lluvias. Que no son suficientes para ahogar un corazón en llamas. Con sus truenos. Que rasgan el cielo y aceleran el alma. Con sus "mejor me tapo con la manta" queriendo mantener sin saberlo, los sueños de playa y poesía que aún impregnan la almohada. Llegó septiembre. Y el tic-tac del reloj nos avisa que ya casi no queda tiempo, mientras el calendario cada día va perdiendo más hojas, tantas, que los árboles parecen querer reclamarlas de vuelta. Y llegó septiembre, y seguimos aquí. Frente a frente, decidiendo si merece la pena continuar aferrados a las ilusiones pasadas por agua de las finas sábanas que no quieren abandonar agosto. O nos enfrentamos a octubre, armados solo con el valor de dejarnos volar en libertad.
