Me da igual ser un tonto

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En una ciudad de Osaka, un joven camina en las calles oscurecidas por el anochecer de un largo día de trabajo, con su bolso colgando en su hombro sostenido también por su mano. De cabello negro, ojos café y delgado, vestido de una camisa blanca, un chaleco marrón y unos pantalones grises. Las luces eran lo único que iluminaban su camino. Desde lejos podía oír claramente como unos bravucones molestaban a un joven indefenso. Se acerca sin poder evitar cruzar de ellos, y se les queda parado viendo.

-¿Podrían dejarme pasar?

-¿Quién eres tu?- Pregunta el bravucón mayor, de cabello rapado y de aspecto sucio. -¿Acaso quieres una golpiza tu también?

-Solo quiero llegar a casa.

-Con moretones, parece ser.- Dice otro, de aspecto aún más sucio y ropa gastada.

Los dos se acercan mientras otros dos siguen apretando al joven indefenso. Sin saber qué hacer, el chico se aleja de a poco dando pasos suaves hacia atrás. -No retrocedas un paso más.- Dice el rapado. -O sino terminarás peor que él.- Dice apuntando hacia atrás con una sonrisa.

-No busco problemas. Solo quiero llegar a mi casa...- Repite. Su voz se oye cada vez más agotada.

Antes de que los dos consigan acercarse lo suficiente, un hombre a lo lejos les grita que se vayan. Los cuatro dan la vuelta, y pueden ver como un hombre cubierto por un gran chalecón se les acerca. De él se emana un aura oscura que les genera mucho miedo. Todos salen corriendo, menos los dos jóvenes víctimas de la situación.

-¿Se encuentran bien?- Dice el hombre. De cabello café, corto y peinado hacia el costado. -¿Podrías decirme tu nombre?

-Lo siento, tengo prisa.- Dice el joven. Mirando al que está en el suelo con algo de tristeza e inseguridad, decide irse rápido.

Llegando a casa, abre la puerta y es recibido por una dulce voz.

-¡Llegaste! ¡Que bueno que al fin vienes, hermanito!

-Hola, Haru-chan.- El joven sonríe levemente con su voz un tanto baja. -¡Ah, parece que te sientes mejor!

La niña, Haru, va a abrazarlo. -¡Claro que me siento mejor! ¡Has vuelto a casa, Kaini-chan!- Ella tiene un hermoso y brillante cabello negro algo corto hasta los hombros, una piel pálida y unos ojos color café que son opacados por sus bolsas oscuras. Viste de una camiseta anaranjada de un programa de televisión infantil con un monstruo morado en el medio, y unos shorts celestes.

El joven de nombre Kaito, se quita sus zapatos y luego de preparar todo, comienza a hacer de cenar. Su hermana lo ayuda a cocinar cortando unas zanahorias. Kaito hierve el agua en un pequeño recipiente mientras ayuda a Haru a cortar cebollines y a poner los fideos. Luego de estar todo listo, Kaito sirve de forma detallista el ramen para que ambos puedan comer la misma cantidad. Los dos se sientan en la mesa y al dar las gracias, comienzan a comer.

-¿Cómo te fue hoy, hermanito?

-Supongo que bien. Recibí mi primer aumento por desempeño.

-¡Eso me alegra! ¡Conseguiste un muy buen trabajo!- Dice Haru con unos fideos colgando de su boca. -¿Tienes el dinero?- Pregunta sorbiéndolos.

Kaito agacha un poco la cabeza con algo de vergüenza. -Aún no...

-¡Da igual!- Haru se levanta y da un pequeño trote hacia un altar de su tamaño, en el que la foto de sus padre y madre está posada detrás de un plato de ramen que lentamente se enfría. Haru junta sus manos y comienza a rezar en silencio con una pequeña sonrisa en su rostro. Kaito come, sintiendo como un peso en sus hombros comienza a hacerle recaer de a poco. Su cabello corto comienza a despeinarse al agachar la cabeza.

Más Allá Del UmbralWhere stories live. Discover now