El sol apenas comienza a iluminar el cielo en el horizonte cuando mi hermano ya me ha dejado en la entrada de la universidad. A medida que avanzo, empiezo a sentir una mezcla de nervios y alegría al ver a mi amiga Kimberly junto a su casillero. Sin pensarlo dos veces, comienzo a trotar, o más bien a correr, cuando nuestras miradas se cruzan y ella me sonríe.
—¡Kimberly! —exclamo con mucha emoción al volver a verla después de dos meses. Ella se acerca a mí y me envuelve con sus brazos.
Alrededor de nosotras, se escuchan muchas risas y al levantar la mirada, veo que es el grupo de amigos de Ian, que observan como una chica se acercan a su casillero. Con las manos ligeramente temblorosas, introduce la llave y al abrir la puerta, una avalancha de harina se precipita hacia su rostro, cubriendo su piel y haciéndola estornudar.
Sorprendida y aturdida por la repentina lluvia blanca, sus ojos se llenan de lágrimas, mientras la vergüenza la invade.
—¿Te encuentras bien? —digo mientras me acerco.
—No te preocupes, ya estoy acostumbrada a esto —responde ella, mientras se limpia las lágrimas que corren por sus mejillas.
—¡¿Qué tienen en la cabeza,cavernícolas?!—grita mi amiga, a mi espalda.
—Cálmate, Collins —advierte una voz, intentando apaciguar la tensión que se ha desatado—Solo fue la broma.
—Esto no es ninguna broma—intervengo yo de manera firme—Son unos malditos. Pero si yo me entero de que vuelven a hacerle otra de sus bromitas a esta chica,se van a atener a las consecuencias.
—¿Nos estás amenazando, Russo? —dice un chico de cabello rojo, acercándose hacia mí con una actitud desafiante.
—Tómenlo como quieran—respondo sin inmutarme.
De pronto,todos los presentes miran por detrás de mí, y yo, intrigada, también me doy la vuelta para ver a Ian que está haciendo gestos hacia nosotros.
—¿Qué sucede, Marcos? —pregunta Smith, acercándose a sus amigos con una expresión burlona en el rostro.
—Estamos haciendole una broma a la chica becada—responde uno de ellos, con una sonrisa que dejaba entrever la malicia del plan.
Ian asiente con la cabeza, como si la situación fuera la cosa más normal del mundo, como si no hubiera nada de raro en reírse de los demás. No puedo entender cómo es posible que él elija rodearse de personas tan desagradables, cuya única habilidad parece ser la de ridiculizar a otros sin un atisbo de empatía.
—¡Por Dios, Smith, no vas a hacer nada! —gritó eufórica, dejando ver mi frustración.
—¿Por qué tendría que involucrarme en algo que no me concierne? —se encoge de hombros.
—Esperaba más de ti, pero ya veo que eres igual que tus amigos —digo, mientras me doy media vuelta con un gesto de desprecio. Siento las miradas de los demás en mi espalda.
Llego al casillero de la chica, lo abro y saco la bolsa de harina que estaba allí. A pesar de que contemplaba tirarla al suelo, la rabia me invade y, en un impulso, me de vuelvo hacia donde estan todos reunidos.
Con determinación, agarró la bolsa y, sin pensarlo dos veces, la lanzo con todas mis fuerzas hacia ellos. El impacto fue un caos; la harina se dispersó en el aire, cubriendo a todos, incluido Ian, quien me mira atónito.
—Estás loca, Adrianna—interviene Ian, con tono de reproche.
—Sabes que, Ian, prefiero parecer loca a convertirme en una persona despreciable como tú. Y hoy, no tengo intenciones de ir a comprar los materiales contigo a ningún lado—le respondo con firmeza.