Después de la llamada de Ian , me envió la dirección de su casa y acordamos vernos en 1 hora. Decidí aprovechar ese tiempo, así que me fui al baño, me di una ducha bien fría para refrescarme y hacer mis necesidades.
Al salir del baño, me dirigí directamente al closet en busca de un atuendo adecuado.
Siempre sigo una norma que me he impuesto: aunque solo vaya a la esquina, debo lucir bien.
Optó por un conjunto que incluye un top negro con rayas blancas, un pantalón de vestir negro ligeramente holgado, botines del mismo tono, una cartera y los accesorios.
Me suelto el cabello, dejandolo caer suavemente sobre mis hombros. Luego me aplico un poco de máscara de pestañas y finalmente para completar mi look, añado un poco de labial marrón.
Bajos las escaleras con decisión y me dirijo hacia la sala. En la mesa encuentro el dinero que mi hermano había dejado para mi antes de irse a trabajar. Salgo del edificio y tomo un taxi le indico al conductor la dirección donde necesito que me lleve.
Recorremos numerosas calles durante un buen rato hasta que finalmente llegamos a un precioso conjunto residencial. El conductor se detiene y me deja justo en la entrada de una de las casas.
Con un poco de nerviosismo, toco el timbre y, casi de inmediato, se abre la puerta, aparece una mujer que debe tener la misma edad que mi mamá. Es realmente muy atractiva, por lo que deduzco que probablemente sea su madre.
—H... hola—maldita sea, realmente estoy tartamudeando, ¡vaya forma de hacer una primera impresión tan desastrosa!
—Hola, tú debes ser Adrianna—me sonríe de manera amable—Pasa querida, mi hijo te está esperando en su habitación.
Con paso tímido, cruzo el umbral y comienzo a subir unas escaleras que me conducen a la planta de arriba. A pesar de que nunca he estado aquí antes, tengo la extraña sensación de que conozco este lugar desde hace mucho tiempo; es como si una familiaridad innata me envolviera.
Al llegar a la segunda planta, me encuentro con un extenso pasillo que se extiende ante mí. A cada lado del pasillo se encuentran dos puertas, una justo frente a la otra. Decido adentrarme en la habitación de la izquierda, atraída por un suave murmullo de una música que se escucha en el aire.
Al ingresar, me encuentro con un chico que está vestido únicamente con un boxer.
—¡No sabes lo que es llamar a la puerta!—me dice, con un tono bastante brusco.
—Lo siento—este chico no está nada mal—La señora que me abrió me indicó que subiera a la habitación de Ian.
—Como puedes darte cuenta, este es mi cuarto—me observa con una mirada fría y distante.
Joder, parece que en esta familia, la única que muestra amabilidad es la madre de estos chicos, que parecen seres surgidos del infierno.
—Adiós— le digo mientras lo miraba una última vez, justo antes de cerrar la puerta, sin esperar a escuchar su respuesta.
He aprendido la lección: es mejor llamar a la puerta antes de entrar a cualquier habitación.
Así que, cuando llegué a la siguiente, en lugar de entrar de inmediato, decidí tocar. Esperé un momento, y al escuchar que me decían adelante, empujé la puerta suavemente. Allí lo vi, recostado en la cama, vistiendo únicamente un short que dejaba al descubierto sus perfectos abdominales.
Adrianna concéntrate, me doy una cachetada mentalmente.
Cuando percibe que alguien ha entrado en su habitación, levanta la mirada hacia mí y, al reconocerme, me dedica una sonrisa que resalta sus perfectos hoyuelos.