gamma ; sugusato

parte única.

Los gamma son conocidos por ser la raza más débil. Son parecidos a los omegas solo que más delicados y propensos a morir a temprana edad. Tenían la piel y huesos extremadamente débiles, los rayos del sol quemaban su piel fácilmente, por ese motivo debían usar mucha ropa y protector solar cuando salían.

Además de ser la raza más delicada también son los más propensos a morir en el parto, era casi imposible que pudieran tener un cachorro, el embarazo era riesgoso para los gamma, debían ser monitoreados todo el día y durar los 9 meses siendo tratados con medicamentos.

Las demás razas ignoraban por completo a los gamma, ningún alfa, beta, delta o sigma sería tan idiota para meterse con una carga como lo es un gamma. Sería como lidiar con un bebé recién nacido, todo frágil.

Eso sería lo normal, pero aquí se encontraba este alfa, con un delicado gamma en su regazo.

Suguru es terapeuta. Uno de los mejores de hecho, eso habría sido hace unos meses atrás antes de conocer a su paciente. Siempre fue muy profesional, nunca rompió ningún código, se mantuvo fiel y estricto con su trabajo, pero todo eso se fue por el caño cuando entró a la mansión de los Gojo y sus ojos captaron esa piel lechosa y pálida.

Había sido contratado para ser el terapeuta del hijo menor de los Gojo, el cual se llama Satoru y es un niño de apenas 18 años, cumplidos hace unos meses. Al principio solo pensó que es un mocoso mimado como todos los millonarios, pero resultó ser todo lo contrario.

Desde el principio le habían advertido que era un gamma y todas las implicaciones que tenía su historial, se lo había aprendido de memoria. Tenía problemas de vista, el sol quemaba su piel por lo que estaba prohibido salir de la mansión, debía usar jabones especiales ya que era alérgico algunos productos. Tendía a tener cambios de humor radicales y sus hormonas se alborotaban sin sentido aparente, un día fácilmente podría ser su celo y pasárselo en media hora. No podía tomar supresores ya que le hacía daño a su fertilidad problemática y tampoco bloqueadores de olor porqué adelantaba su ciclo de celo.

Al principio Suguru pensó que este trabajo sería un calvario para él que era un alfa, hasta pensó en renunciar y decirles que le den el puesto a un beta que sería más adecuado para algo así. Pero la paga era muy buena a extremos inimaginables, podría vivir en paz durante meses con una sola paga. Además había escuchado rumores de las criadas de que los Gojo elegían a un alfa para cuidar al pequeño mocoso porqué sus instintos sobreprotectores facilitaban el cuidado, ya habían probado con betas y no fueron tan eficientes.

Todo había ido bien los primeros días, la segunda semana también lo fue. No supo en qué momento empezó a ser más sobreprotector y exigente consigo mismo. Solo era un terapeuta, su deber era ayudar al gamma, no cuidarlo como si fuera una niñera, pero algo dentro de él enloquecía ante la idea de dejarlo solo haciendo algo simple como comer.

Ni siquiera se dió cuenta en que momento impregnó a Satoru con su aroma hasta dejarlo irreconocible el suyo. Había pensado que tal vez la naturaleza suave y delicada del gamma lo hizo actuar de esa manera. Ver esos ojos azules cielo mirarlo con tanta ternura como si fuera lo único que hubiera en su vida, su delicada piel pálida que ante el más mínimo roce se enrojecía, sus feromonas intensas y empalagosas como el azucar, una combinación de miel con lavanda.

Lo había manipulado. Toda su agenda para la terapia del gamma fue cambiaba por completo por Suguru. Empezó a decirle cosas como que nadie lo amaba o cuidaba como él lo hacía, que tarde o temprano quedaría solo y solo él estaría para él. Cómo era de esperar Satoru se lo creyó absolutamente todo y se aferró al alfa como si fuera su salvavidas. Poco a poco fue logrando que el pequeño chico se soltara más y se acercara más a él, acariciando su mejilla y diciéndole cosas dulces al oído, mostrándole el afecto que seguro nadie se atrevió a brindarle.