La ciudad despertaba lentamente, bañada en la luz dorada del hermoso amanecer que se veía en el cielo, con un toque anaranjado y algunas que otras tonalidades más rojizas.Las calles húmedas de la lluvia que acababa de caer la noche anterior, reflejaban el cielo despejado que comenzaba a asomarse. Me detuve un momento en la esquina de mi calle, dejándome acariciar mi rostro con el aire puro que recorría ese hermoso día. Era uno de esos días en los que todo podía ser posible, cada sueño y pensamiento podía hacerse realidad.
En mi mente vagaba Manuel, un amigo que apenas conocí pero que en demasiado poco tiempo se volvió la persona más importante de mi vida. Manu era no sólo mi persona especial; era la chispa que encendía mi vida. Cada vez que pensaba en él, una mezcla de calidez invadía todo mi ser. Una explosión de emociones. Supongo que en esos tiempos había algo más que una de mis mejores amistades. Pero yo no sabía si él sentía lo mismo por mi. No me hacía muchas ilusiones que digamos porque era demasiado sensible para imaginarme historias románticas en las que yo era el protagonista de esa historia. Bueno, entre nosotros había una conexión sutil que siempre había estado presente desde el primer día que lo conocí. Aunque nunca me atreví a nombrarla por tal de que él pensase algo contrario a lo que yo sentía.
Mientras caminaba por el pueblo en el que yo vivía donde siempre me reunía con él, no podía evitar recordar esos momentos tan bonitos que ambos pudimos compartir: las risas, las largas charlas en las que compartimos millones de gustos sobre nosotros, el cotilleo diario que siempre nos contábamos y las miraditas que siempre decían algo mucho más que esa simple mirada que otra gente podría notar. Hoy por el contrario, había una expectativa en el aire diferente; algo me decía que esa mañana iba a ser diferente a las de los demás días.
Al entrar a la cafetería, el aroma de café recién molido avivaba mis sentidos olfativos.
Me acomodé en una mesa, siempre elegía la misma de siempre, al lado de la ventana; se veía el pueblo desde ese mismo ventanal; la luz del cálido sol iluminaba cada rincón y los pequeños detalles de ese lugar: las tazas coloridas, las plantas verdes que siempre colgaban del techo y el murmullo suave de los clientes conversando con su taza de café mañanero.
Entonces, unos minutos después la puerta se abrió con un ligero tintineo de la puerta y entonces apareció, Manu. Su presencia siempre tenía un efecto electrizante. Con su cabello negro con ligeros toque marrones oscuros y sus hermosos y claros ojos verdes brillando con una intensidad especial. Manu parecía estar en su mundo.
—¡Juanjo!—dijo Manu al verme—.¡Tienes que escuchar esto!
Sentí como si mi corazón se me empezaba a acelerar cada vez que él se iba acercando a mi. Siempre que decía eso daba a entender que tenía un nuevo chisme que contarme.
—¿Qué pasa?—pregunté con una sonrisa nerviosa mientras me levantaba para darle uno de esos apretones de pulmones que yo consideraba abrazos.
Manu tomó asiento frente a mí, sus labios temblaban ligeramente mientras intentaba decir algo. No podía apartar la mirada de la hermosa cara que tenía. La forma de sus labios mientras se curvaban mientras pronunciaba cada una de las palabras que salían de su boca. Esos ojos verdes iluminados por la luz del sol. Al final no pude resistirme y le interrumpí.
—¿Sabes? Siempre he pensado que nuestra relación amistosa siempre ha tenido una conexión algo más fuerte que una amistad, algo más que eso, no sé a qué viene esto pero sentí que era el momento para decírtelo—estaba nervioso.
Manu me miró fijamente, y noté cómo sus mejillas se sonrojaron ligeramente hasta ponerse totalmente rojo. —Yo también estuve pensando mucho en eso pero, no tenía la capacidad de decírtelo porque nunca encontraba el momento en el que pudiera decírtelo a ti también. Me gustas—. Me quedé congelado. Por fin, luego de tanto tiempo, la persona que amaba compartió sus sentimientos hacia mí.—No pensaba que yo te podría gustar también. Siempre tuve dudas sobre tus sentimientos por mí—.
La conversación fluyó sin esfuerzo; cada risa y cada mirada compartida construían un puente entre nuestros corazones. En un momento de valentía, tomé tímidamente sus manos sobre la mesa. Fue un gesto simple pero lleno de significado. Nuestros dedos se entrelazaron suavemente, sus dedos eran cálidos y suaves. Levanté la mirada y vi en sus ojos una mezcla de sorpresa y felicidad.
—¿Te gustaría salir conmigo?— susurré, sintiendo que cada palabra era importante.
—Me encantaría— respondió Manu sin dudarlo, sus ojos brillando con un brillo único.
En ese instante, rodeados de ese ambiente cálido que habíamos creado solo con unas simples pero importantes palabras, envueltos en nuestra propia burbuja de intimidad, supimos que este era solo el comienzo de nuestra bonita relación. Nos sonreímos mutuamente; entonces me soltó las manos y me dijo que cerrase los ojos. No sé como y cuando un por qué exacto pero solo digo que fue uno de los mejores sentimientos que pude experimentar esa mañana. Sentí sus labios tocando los míos, se notaban cálidos y suaves. Me sentí tan...¿bien? Las palabras sobraban en ese momento, sólo estábamos nosotros dos, el uno en frente del otro. Abrí los ojos y ahí estaba él, besándome, de cerca era aún más lindo que de costumbre, con esas pecas en su cara y ese casi perceptible bigote que tenía. Aparté mis labios de los suyos y le susurré:
—Quizá necesitamos buscar otro sitio un poco más privado para seguir esta peculiar conversación—.
Me miró con una sonrisa pícara y juguetona, como si supiera a lo que me estaba refiriendo. Nos fuimos de la cafetería, no sin antes pagar todo lo que me pedí. Una vez fuera respiré el aire que había en ese lugar. Era algo.... mágico. Lo agarré de la mano y nos fuimos dirección hacia mi casa.
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Bajo el brillo de las Estrellas
Novela JuvenilRecuerdo aquel día en la acogedora cafetería del centro, donde todo comenzó. Yo, un soñador apasionado, no podía imaginar que mi vida cambiaría para siempre al cruzar miradas con Manuel, un chico de sonrisa cautivadora. Desde el primer instante, sen...