Narrador omnisciente.
La luz suave de la mañana se filtraba a través de las cortinas del dormitorio mientras Kara y Lena comenzaban a desperezarse, todavía compartiendo la calidez bajo las sábanas. Kara, quien siempre despertaba primero, miraba a Lena con una sonrisa que era tanto de adoración como de tranquilidad, como si el tiempo se congelara cuando estaba a su lado. Lena, medio dormida aún, notó el destello de cariño en la mirada de Kara y, sin poder evitarlo, sonrió con un leve rubor en sus mejillas.
Casi por inercia, Kara la rodeó suavemente con sus brazos, atrayéndola hacia su pecho, sus manos grandes y cálidas moviéndose con cuidado sobre la espalda de Lena mientras ambas suspiraban en silencio. Kara se dejó impregnar de ese aroma único que tenía Lena, una mezcla sutil de suavidad y dulzura que la hacía sentir en casa. Sin darse cuenta, se estaba volviendo adicta a esa calma, a esa presencia que hacía que el resto del mundo desapareciera.
—Buenos días, mi niña bonita. —Murmuró Kara, acariciando suavemente la mejilla de Lena con el dorso de sus dedos, como si estuviera tocando algo frágil y preciado.
Lena suspiró, dejando caer cualquier barrera en ese momento de intimidad. Sin pensarlo, se inclinó hacia Kara y le dio un beso en los labios, uno que comenzó suave, como una caricia, pero que se fue transformando en algo más profundo y necesitado. Las manos de Lena subieron para enredarse en el cabello de Kara, y sus bocas exploraron, buscando ángulos nuevos, cada roce volviéndose más intenso.
Finalmente, Lena, con una sonrisa pícara y los labios ligeramente enrojecidos, se apartó y se levantó de la cama, estirando sus brazos mientras se desperezaba por completo. La camisa holgada de Kara cubría sus hombros y caía hasta el muslo, dándole un aire encantadoramente descuidado.
—Deberíamos bajar a desayunar antes de que se haga tarde. —sugirió, aunque su tono traicionaba su deseo de quedarse en la cama un poco más.— Y deja de decirme así.
Kara le sonrió con esa chispa traviesa en los ojos, una que siempre lograba arrancarle una risa.
—Jamás. Eres mi niña bonita. —Respondió, su tono juguetón mientras la rodeaba nuevamente en un abrazo.
Lena se rió y, tomando las manos de Kara, la condujo a la cocina. Kara, incapaz de resistirse, se acercó por detrás y la rodeó con sus brazos, estrechándola por la espalda, como si temiera soltarla y perder el calor de ese momento.
Ambas comenzaron a preparar el desayuno en un silencio cómodo, roto solo por sus pequeñas risas y miradas. Kara preparó el café mientras Lena sacaba un par de huevos del refrigerador y empezaba a batirlos.
—¿Tienes algún plan especial para hoy? —preguntó Lena mientras vertía los huevos en una sartén caliente.— Quizás podríamos hacer algo esta noche.
Kara levantó la vista y sonrió, claramente emocionada por la propuesta.
—Bueno, aparte de salvar el mundo. —Bromeó, guiñándole un ojo.— prometo que estaré en casa a la hora de la cena. Si no te importa recibirme una vez más.
Lena soltó una pequeña risa y se volvió para darle un beso en la mejilla, disfrutando del pequeño instante de intimidad antes de que cada una tuviera que enfrentar su día.
—Yo tengo un par de reuniones en la fundación. —Explicó Lena.— Probablemente estaré ocupada, pero podemos hacer algo especial esta noche, si te parece.
Kara asintió, claramente entusiasmada.
—¿Te parece una cita en casa? Con cena y todo. —Sugirió, mientras su mano se deslizaba juguetonamente por la cintura de Lena.— Quizás terminemos la noche haciendo el amor hasta cansarnos. —Susurró con una sonrisa traviesa, insinuando sus intenciones mientras Lena dejaba escapar una carcajada. — Terminarla contigo casi desmayada entre mis brazos.
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La Habitación 428.
Fanfic-Lena. - Su voz salió casi como un hilo; no podía soportar que me mirase y que me hablase de esa manera, como... como si le doliera. - Lena, por favor. - Suplicó en un tono cauteloso. - ¿Qué pasó en la habitación 428? - La vi tomar un suspiro temblo...