Capítulo 12.- Bugambilias

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Kara.

Mis piernas comenzaron a tambalearse, como si el suelo bajo mis pies se estuviera desmoronando. "No te conozco". Las palabras de Lena resonaban en mi cabeza, cada una como un golpe, haciéndome sentir más pequeña, más desesperada.

Me quedé ahí, de pie junto a su cama, mirándola. No podía asimilarlo. Me miraba con esa confusión en sus ojos, como si yo fuera una extraña que se había metido en su mundo sin su permiso. ¿Cómo podía no recordarme? Nos habíamos amado tanto, habíamos compartido tantas cosas... Pero para ella, yo ya no existía.

—Lena, por favor... —Mi voz salió rota, las lágrimas amenazando con escapar otra vez—. Por favor, intenta recordar. Tú y yo... —Tragué saliva, buscando la fuerza para continuar—. Nos amamos. Hemos pasado tanto juntas.

Ella seguía sacudiendo la cabeza, como si lo que decía no tuviera sentido, como si fuera imposible. Su ceño se frunció más, y apartó la mirada, incómoda, como si intentara encontrar una salida a esa situación.

—Lo siento, de verdad... pero no sé de qué hablas. No te conozco —repitió, su voz más fuerte esta vez, pero llena de confusión y, quizá, un poco de miedo.

Ese miedo en su mirada me destrozó.

¿Me temía?

Yo era la persona que más la había amado, la que había estado ahí cada vez que el mundo se le caía encima, y ahora... ahora ella me veía como una extraña, como alguien de quien necesitaba protegerse.

Sentí cómo mi pecho se comprimía, el aire en mis pulmones se volvía denso. Tenía que hacer algo. No podía rendirme. No ahora.

—Mira, te lo demostraré —dije, casi sin pensar. Me acerqué más a ella, sacando mi teléfono, buscando una foto nuestra—. Aquí, mira esta foto. Somos tú y yo. Aquí estamos, juntas. ¿Lo ves?

Le acerqué el teléfono, mis manos temblorosas, rogando que algo en su interior hiciera clic, que al menos una chispa de recuerdo volviera.

Lena miró la pantalla, frunciendo el ceño aún más. Alzó la vista hacia mí, luego de nuevo a la foto.

—¿Esa... soy yo? —preguntó, claramente desconcertada. Se pasó la mano por el cabello, como si intentar vernos juntas la hiciera sentir más perdida—. No... no recuerdo haber estado en ese lugar.

Era una foto de nuestro viaje a la playa, un viaje que hicimos a escondida a una línea horaria diferente, para que la noche nos cubriera de Alastor, donde habíamos reído bajo un cielo maravilloso, abrazadas. Donde le había susurrado que la amaba más que nada. Y ahora, no significaba nada para ella.

—Sí, Lena... es de cuando fuimos a la playa, hace poco más de un mes. —Mi voz era desesperada, apenas podía mantener la calma—. Fuimos tú y yo, juntas, porque... porque estábamos enamoradas, porque queríamos escapar de él.

—No lo recuerdo, Kara —respondió, su voz era firme, y esa frialdad, esa distancia, me hizo sentir como si el corazón me estuviera siendo arrancado lentamente de mi pecho.

Mi cuerpo empezó a temblar. El dolor me ahogaba, como si cada palabra suya estuviera cortándome más y más profundo. No podía seguir así, no podía verla tan cerca y tan lejos al mismo tiempo. Retrocedí un paso, alejándome de su cama.

—¡Soy tu amante! — Grité con desespero, queriendo que todos esos recuerdos volvieran. — Por eso nuestras fotos siempre son de noche, porque... porque... pasamos por mucho para poder ser algo.

Lena solo me miró con un rostro completamente lleno de pánico.

—Voy a... voy a buscar a Alex —dije con dificultad, dando la vuelta antes de que Lena pudiera ver el torrente de lágrimas que luchaba por contener.

La Habitación 428.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora