Revolución de 1905: Osvobozhdenie

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2 de Marzo de 1905

Trotsky caminaba con calma junto a Kopp por el corazón de uno de los centros industriales de San Petersburgo. Kopp, siempre con su tono sereno y atento a cada detalle, le hablaba casualmente sobre la historia y los secretos de la ciudad, comentando sobre las rutas comerciales y los barrios obreros que se extendían más allá de las fábricas. Trotsky escuchaba, intrigado, mientras observaba el paisaje de chimeneas y estructuras de hierro, un recordatorio constante del esfuerzo y la vida que los obreros dedicaban a mantener el sistema en pie.

Al acercarse a una de las fábricas más grandes de la zona, un grupo de guardias los detuvo, sus rostros severos, evaluando a ambos hombres. Sin embargo, en cuanto reconocieron a Víctor, los guardias adoptaron una postura más relajada y les permitieron pasar sin hacer preguntas. Trotsky percibió que Kopp tenía una presencia significativa allí; aunque no era el típico revolucionario visible, sus conexiones parecían extenderse en las profundidades del sistema industrial de la ciudad.

Continuaron por los largos pasillos de la fábrica, donde el ruido de las máquinas y el olor a metal y aceite impregnaban el aire. Trotsky miraba a su alrededor, observando las miradas cansadas de los trabajadores, sus manos y ropas cubiertas de hollín, y sintió una mezcla de empatía y determinación. Sabía que estos hombres y mujeres eran los pilares del cambio que soñaba.

Finalmente, llegaron a una simple sala de almacenamiento. A primera vista, no parecía más que otro lugar de almacenamiento de piezas y herramientas. Pero Kopp, con un gesto rápido, se acercó a uno de los estantes y accionó un mecanismo oculto. Al hacerlo, el estante se desplazó, revelando un túnel angosto que descendía hacia el subsuelo. Trotsky lo miró con una mezcla de sorpresa y admiración, y sin dudarlo, siguió a Kopp hacia el túnel.

A medida que avanzaban, el sonido de las máquinas comenzó a aumentar. No era el mismo ruido mecánico de la fábrica, sino el de máquinas de escribir y de grandes impresoras industriales. Trotsky reconoció el sonido de los rodillos, el movimiento de las prensas y el ritmo constante de las teclas golpeando el papel. Cuando finalmente llegaron al final del túnel, se encontraron en una vasta sala subterránea, iluminada por lámparas colgantes, donde decenas de obreros y colaboradores trabajaban con precisión y dedicación en la impresión y ensamblaje del Osvobozhdenie.

Trotsky observó el lugar con asombro. No se había imaginado que la imprenta clandestina tuviera una magnitud tan impresionante. Las prensas eran grandes y estaban en constante movimiento, imprimiendo docenas de páginas en cada ciclo. A un costado, un grupo de personas ensamblaba los periódicos, y más allá, otros se encargaban de empaquetarlos discretamente para su distribución.

Kopp, notando su expresión, sonrió y comenzó a explicar.

-Cada edición se imprime aquí, en el corazón de esta fábrica. La ubicación es perfecta: los guardias piensan que solo somos un almacén, y la Ojrana nunca sospecharía que escondemos una imprenta a gran escala en el subsuelo. Cada máquina que ves ha sido traída en secreto, pieza por pieza. Nos aseguramos de que todo esté en condiciones óptimas para imprimir el mayor número de ejemplares posible. La distribución la realizamos a través de diferentes rutas, utilizando mensajeros que cambian de día en día para evitar sospechas.

Trotsky escuchaba atentamente, absorbiendo cada detalle de la operación. Comprendía que esta red clandestina era más sofisticada y eficiente de lo que había anticipado. Cada máquina, cada trabajador y cada ruta de distribución representaban un esfuerzo compartido por un objetivo común: desafiar el régimen zarista, desafiar la opresión, y plantar las semillas de una revolución.

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