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La caminata duró mucho más de lo que a ambos les hubiese gustado. Llegó un punto en el que Spreen casi se derrumbó sobre Conterstine, pero gracias a sus entrenamientos, el conejo fue capaz de resistir el peso de Spreen hasta que pudo volver a mantenerse de pie, al menos a como estaba antes. Para su suerte, ya estaban cerca del hogar del conejo. Spreen pudo reconocer al instante el lugar donde Conterstine y su manada se hospedaban. Había un gran muro de piedra rodeando una enorme hectárea del prado. Era una base visible, expuesta a la luz del sol, pero debía tener buena protección para que nadie los molestara. A simple vista, Spreen podía ver alambres de púas rodeando toda la superficie superior del muro, y en ciertas esquinas pudo ver torretas, aunque parecían desactivadas.

Cuando llegaron al enorme portón de puertas de hierro, Conterstine se acercó a este y lo abrió con un código numérico. Spreen trato de ver cual era, pero su mente y ojos seguían demasiado cansados como para recordar una clave. Necesitaba descansar. El conejo lo soltó por unos segundos y, con todo su cuerpo, empujó la puerta metálica. Al abrirla lo suficiente, Conterstine volvió a su lado y lo ayudó a entrar a sus terrenos. Al estar allí, Spreen se sorprendió de lo espacioso que era. Habían dos casas grandes en medio de la hectárea que encerraban los muros. Frente a estas, habían amplias zonas de cultivo cercadas con vallas. Ambas estaban hechas de forma paralela, y al medio de estas se formaba el camino que daba acceso a las casas. También había diferentes tipos de árboles frutales esparcidos por todo el lugar (excepto en los cultivos, claro) y un pozo de agua. La base en la que mantenía a su manada no tenía ninguna comparación con esto, lo que lo hizo sentir una punzada de culpa. Quizá, no había sido el mejor líder. No, por algo estaba donde estaba.

Estando dentro, Conterstine volvió a alejarse para cerrar el portón. Solo en ese par de segundos, Spreen pudo ver a lo lejos a un chico de cabello rosa observarlo, para luego correr rápidamente dentro de una de las casas.

Eh, ¿el de cabello rosa es de tu manada?

Preguntó Spreen, mientras Conterstine volvía a brindarle apoyo.

Si, ¿lo viste?

Unos segundos, luego salió corriendo a esa casota.

Contestó Spreen, señalando con su cabeza la casa que se veía a la derecha. Esta era más grande que la otra, compuesta de tres pisos, y construida a base de madera oscura y bloques de piedra. Visualmente era muy bonita. Spreen supo que él también quería una casa así, algún día, acompañado de su manada. A su hermano le encantaría una casa así.

Mierda.

El comentario negativo de Conterstine hizo a Spreen dejar de pensar y fijar la mirada al frente. Por el camino se acercaba peligrosamente un tipo que, a primera vista, no tenía una apariencia muy amigable. No, para nada. Vestía armadura de pies a cabeza, con un casco que le cubría todo el rostro excepto sus ojos, los cuales parecían brillar a la sombra del casco. Era un humanoide, al menos por lo que podía ver a simple vista. Cuando estuvo más cerca, Conterstine se soltó de Spreen y camino al encuentro del extraño.

Farfa-.

¿Quién es el?

Estaba herido en el bosque, atacaron a su manada.

¿Y qué hacías tú allí?

Spreen vio como Conterstine bajaba las orejas ante el tono de voz del otro.

Quería investigar. Y lo encontré a él.

¿Y porque lo trajiste?

Fue entonces que los ojos de ambos se cruzaron. Spreen no pudo negar que la mirada brillante y fría del otro le atemorizó. Quizá era por el estado tan deplorable en el que se encontraba, pues Spreen no era de los que le temía a otros alfas. Al menos en este momento sabía que no tenía forma de defenderse si a este tipo le daba la gana de sacarlo a patadas de su propiedad.

"Manada" - Spreenter (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora