Rusia

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1 de mayo de 1945- Berlín

Los últimos y desesperados días de la Segunda Guerra Mundial habían llegado para los alemanes,  Berlín está siendo invadida por el ejército rojo y el caos reina en cada rincón. Las sirenas resuenan, el estruendo de los bombardeos es incesante y las calles están llenas de civiles aterrorizados buscando una salida, un refugio que parece imposible de alcanzar Pero sabiendo que cuentan con un pequeño pelotón de soldados.

Neitan se encuentra de pie junto a otros 59 soldados siendo los que quedan del pelón 12 y 9 observa el horror a su alrededor. Su mirada se encontraba cansada y llena de resignación, reflejando el peso de una decisión ya tomada. Ha decidido que en lugar de obedecer las órdenes de third reich de ir a plantarle cara a los soviéticos, usará sus últimos momentos en este conflicto para hacer algo que sus altos mandos no tomaron en cuenta,salvar a todos los civiles que les sea posible.
Las órdenes eran claras, resistir hasta el último hombre, sin importar las bajas. Pero Neitan y sus compañeros han visto suficiente sufrimiento, han sentido el peso de la guerra y ahora se niegan a añadir más horror a sus conciencias. Ignorando las consecuencias que sus actos les traerán, reúnen a los civiles que pueden (mujeres, niños, ancianos) junto con los soldados heridos y se preparan para la última peligrosa travesía.

La única opción es una vía ferroviaria sobre el río Elba. Es angosta, precaria y está expuesta a los bombardeos, pero es el único camino hacia un posible refugio al otro lado del río. La multitud avanza en silencio susurros de miedo y plegarias llenan el aire mientras los soldados liderados por Neitan los guían en medio de las sombras  conscientes de que cualquier sonido podría atraer la atención de las tropas enemigas.
A mitad de camino un proyectil impacta cerca haciendo temblar la estructura de la vía. Los civiles gritan, algunos soldados dudan, pero Neitan se adelanta, su voz firme y serena recordándoles que este es su último acto de humanidad, su única oportunidad de redención. Con palabras breves pero poderosas les pide que mantengan la calma y uno a uno siguen alentándolos a avanzar.
Finalmente, tras lo que parecen horas interminables de tensión, el grupo logra cruzar el río. Al llegar al otro lado, los civiles, algunos con lágrimas en los ojos, miran a Neitan y a sus compañeros con gratitud, conscientes de que estos hombres han arriesgado sus vidas para salvarles. Sin embargo, el peligro no ha pasado en absoluto pues las tropas soviéticas están cada vez más cerca y Neitan sabe que es cuestión de tiempo antes de que sean capturados.
Mientras los soldados observan a los civiles desaparecer en la distancia, Neitan siente una mezcla de alivio y vacío. Ha desafiado las órdenes, ha traicionado lo que se esperaba de él, pero por primera vez en años, siente que ha hecho algo justo, algo que realmente importa.

En medio de la oscuridad y el estruendo de los bombardeos, mientras el eco de las explosiones retumba a lo lejos, uno de los compañeros de Neitan se acerca con sus ojos llenos de lágrimas y le comunica en voz entrecortada que aún quedan civiles atrapados en las ruinas de Berlín. La expresión en el rostro de Neitan se endurece, consciente de la gravedad de la situación. Mira a sus soldados, exhaustos y heridos, pero determinados. Sin perder tiempo, da una orden firme y decisiva.

—El Pelotón 9 cruzará con los civiles restantes. Mientras que el 12 nos quedaremos aquí y detendremos a los soviéticos el mayor tiempo posible.

El silencio que sigue es como un golpe en el estómago para todos. El Pelotón 9, compuesto en su mayoría por cadetes jóvenes e inexpertos se muestra atónito. Apenas unos chicos, algunos sin haber disparado en combate, ahora tienen la responsabilidad de guiar a los civiles a través del peligroso cruce. La esperanza de esos inocentes recae sobre ellos y es una carga demasiado pesada para sus hombros.
El joven Hans, un gran amigo de Neitan y el cual es  uno de los cadetes del Pelotón 9, lo mira con desesperación, sus ojos rojos por las lágrimas y el polvo de la batalla negándose a abandonar a su amigó.

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