La historia de un gran inventor

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José Raymundo Rodríguez Labandera:

Inventor, Mecánico, Militar y Científico Ecuatoriano

José Raymundo Rodríguez Labandera fue uno de los grandes hombres de ciencia e ingeniería de Hispanoamérica y, especialmente, de mi país Ecuador. En nuestra región, cuando hablamos de científicos destacados, solemos pensar en figuras de países como México, Colombia, Venezuela, Chile, Perú, Argentina y Brasil. Estas naciones suelen tener un reconocimiento extendido en cuanto a invenciones y avances históricos, como el mexicano Guillermo González Camarena, inventor de la televisión a color, o el peruano Pedro Paulet, considerado uno de los pioneros de la aeronáutica y cuyas fórmulas e investigaciones sirvieron de base para los primeros ingenieros de la NASA. Sin embargo, en esa lista también debería figurar un hombre histórico, poco conocido pero enorme en logros: José Rodríguez Labandera, creador del primer submarino de Hispanoamérica, bautizado como
“El Hipopótamo”.

El Hipopótamo fue el primer submarino en la historia de nuestra región, navegando las aguas de Guayaquil y llegando hasta la ciudad de Lima. Para conocer a este personaje, debemos retroceder al año 1805, cuando nació en la ciudad portuaria de Guayaquil en una familia humilde. Desde joven, José Rodríguez Labandera se destacó como estudiante en la Escuela de Artes y Oficios de la Sociedad Filantrópica del Guayas, donde adquirió conocimientos básicos de impresión. En 1823 ingresó a la Escuela Náutica de Guayaquil, fundada por el general Juan Illingworth Hunt, siendo uno de los primeros alumnos en estudiar matemáticas, física, náutica y mecánica. En 1827 fue nombrado guardiamarina en la Escuadra colombiana y, en 1830, ascendido a teniente de fragata.

Años después, Rodríguez Labandera viajó a Perú, donde, el 7 de julio de 1837, presentó al gobierno peruano un modelo de embarcación capaz de sumergirse y atacar naves enemigas: el primer diseño de un submarino que ya había planeado en las orillas del río Guayas. Aunque obtuvo autorización para construirlo, no recibió apoyo financiero, por lo que regresó a Guayaquil. Allí, a través de publicaciones en el periódico El Ecuatoriano del Guayas, consiguió reunir los fondos necesarios, y en julio de 1838 completó la construcción de su submarino, al que llamó “El Hipopótamo” en honor al animal que se mueve sumergido en el agua.

El 18 de septiembre de 1838, Rodríguez Labandera estaba listo para probar su creación. Propuso un recorrido bajo el agua desde Durán hasta Guayaquil, a lo largo de aproximadamente un kilómetro. La gente de la ciudad se reunió en las orillas del río Guayas para observar el evento, y para señalar su ruta, el inventor colocó una bandera en un mástil que sobresalía del agua. El gobernador de Guayaquil, general Vicente González, fue testigo de la hazaña y redactó un informe detallado:

> “Ayer, todo el pueblo de Guayaquil se hallaba reunido, con expectación. Hemos presenciado su separación de la costa y su tránsito, como de doce cuadras en dirección invariable hacia la ciudad; pero su marcha era lenta, por lo violento de la corriente. La noche estaba cerca y nos asistían temores respecto de los embarcados, entre otras razones por el estado de la marea, próxima a cambiar. Finalmente, debimos remolcar a El Hipopótamo, para que no se malograse la primera operación y el vecindario pudiera presenciar su llegada al muelle. A las seis y cuarto de la tarde, llegó exitosamente”.

Aunque el submarino terminó la travesía remolcado, había logrado su propósito inicial. Aun así, Rodríguez Labandera no obtuvo el financiamiento necesario para continuar perfeccionando su invento. Desmoralizado, dejó su submarino abandonado a un costado de la isla Santay, donde el tiempo y la humedad lo deterioraron.

Durante este periodo, su genio inventivo no se detuvo: diseñó una máquina para tejer sombreros de paja toquilla, que redujo el tiempo de producción de varios meses a días. También construyó una máquina especial para la fundición de imprenta, que contribuyó al desarrollo de la industria en Ecuador, y diseñó la primera pierna artificial articulada en el país para el veterano de la independencia José María Vallejo Mendoza, contribuyendo significativamente a la medicina ecuatoriana. Su innovación alcanzó la modernización de los astilleros ecuatorianos y la construcción del primer barco de casco metálico en Ecuador.

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