Salve Regina, Mater misericordiae,
vita, dulcedo, et spes nostra, salve.
Ad te clamamus, exsules filii Evae.
Ad te suspiramus, gementes et flentes
in hac lacrimarum valle.
Eia ergo, Advocata nostra,
illos tuos misericordes oculos ad nos converte.
Et Jesum, benedictum fructum ventris tui,
nobis post hoc exsilium ostende.
O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.—Gracias Padre Santo, por un día más, por darme la bendición de amanecer. Te doy gracias, Padre Santísimo, por todo lo que nos brindas. Danos tu bendición para que sigamos en nuestro camino, bendice nuestros convento y bendice los hogares de la comunidad para que nunca les falte nada. Amén —Jimin se persignó al terminar su oración y abrió los ojos lentamente, mirando al techo unos segundos antes de hacer las cobijas a un lado para sentarse en la cama, metiendo sus pies en sus sandalias cafés.
Suspiró y miró el reloj en el pequeño mueble de noche junto a su cama. 5 de la mañana en punto, “justo a tiempo", pensó. Al levantarse, estiró su espalda y caminó a su gabinete, del cual tomó sus artículos de higiene personal antes de irse a bañar.
Como siempre, las duchas del convento estaban vacías pues Jimin, al tener una responsabilidad que las otras monjas no, debía despertarse una hora antes. Esto siempre fue de su agrado pues en un pequeño convento con bastantes hermanas, era grato tener algunos momentos a solas y disfrutar algunas libertades (como tararear la tonada de una canción que escuchó por accidente cuando Sor Boyeon buscaba la radio cristiana). Limpió su ser arduamente, siempre teniendo en mente que su cuerpo es el templo de Dios el cual, al igual que la capilla, debía tener siempre limpio y pulcro.
Las mañanas eran frías y más por los largos pasillos del convento, lo cual siempre lo hacía mover rápidamente sus piecitos envuelto en bata hasta su habitación. En más de una vez consideró volverse a meter a la cama pero tenía responsabilidades, tanto con sus hermanas como con Dios. Así que, evitando caer en la tentación de la pereza, se vistió con su hábito el cual, a pesar de ser hombre, debía vestir como sus hermanas por su estatus de omega.
Con cuidado, colocó su rosario como última parte de su atuendo y se miró en el espejo, sintiendo el amor hacia Dios floreciendo en su pecho una vez más, honrado de poder ofrecer su vida al padre celestial.—Buenos días, mamá —saludó besando suavemente la mejilla de la aún adormilada madre MoonGwang, quien respondió con una suave sonrisa en los labios.
—Buenos días, ángel —acarició el rostro de su hijo.
Jimin sabía que ella no era su madre, pero al ser quien lo crío fue natural qué el pequeño se dirigiera a ella de esa forma, y lo mejor de todo era que ella lo permitió, siempre y cuando fuese solamente en privado.
Intentando devolver tan siquiera un poco de todo lo que MoonGwang ha hecho por él, Jimin tomó la responsabilidad de cuidar de ella en su vejez, ayudándola con sus actividades al despertar y antes de dormir. A pesar de su edad y usar la silla de ruedas en su día a día, todavía podía estar de pie y caminar algunas distancia, lo cual facilitaba el trabajo de Jimin, quien la mayor parte de las veces solamente debía estar detrás de la silla, empujándola a donde desease su madre.
El comedor en las mañanas siempre estaba lleno de ambientadas pláticas entre las hermanas, las cuales se detenían un momento para saludar a la madre MoonGwang cada vez que notaban su presencia en el lugar. Con amplias sonrisas todas le desearon un buen día y tomó asiento a la cabeza de la mesa, donde fue unida a una conversación.
Por su parte Jimin miró a su alrededor decidiendo donde tomar asiento. Unas revisaban lecturas de la biblia que compartirían con la comunidad, otras simplemente platicaban y algunas ayudaban a pasar los platos de comida caliente qué salían de la cocina. Finalmente se sentó junto a Hyewon y Ahyeon, extrañado de no ver a Minju con ellas.
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「Devil's Work」yoonmin
FanficEn un mundo donde los alfas son hombres y las mujeres omegas, omega Jimin fue considerado una abominación nada más nacer y fue abandonado en un convento. Criado por las monjas, Jimin creció como un angelito, lleno de inocencia y amor hasta que un dí...