Capítulo 9.

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ENID

Me despierto enredada con ella.
Ambas nos estamos aferrando la
uno a la otra. Me quedo quieta por
un momento para ordenar mis
pensamientos. La besé con todo lo
que tenía dentro de mí. El pequeño
roce de su boca con la mía hizo que
todo mi cuerpo se volviera loco. La
necesidad de estar cerca me hace
aferrarme a ella.

Me absorbe la sensación de tener
a alguien abrazándome. Nunca he
experimentado esto con alguien
antes. La sensación de estar protegida y cuidada es algo
a lo que definitivamente podría
acostumbrarme. Puedo sentir algo
dentro de mí que no había sentido
en mucho tiempo... relajación. Juro
que incluso respirar es un poco más
fácil.

No tuve una infancia terrible,
pero soy hija única. Mis padres
estaban más preocupados por ellos
mismos de lo que lo estaban por
las molestias de una niña. No fui
maltratada en un sentido físico,
pero emocionalmente su desapego
me afectó en mis primeros años. Mi
abuela Helen fue la que me crió la
mayor parte del tiempo. Aprendí
todo mi arte de hornear de ella y
mis habilidades para la vida, para el
caso. Ella era mi todo. Siempre me
gustaba cuando me quedaba con
ella.

Cuando tenía trece años, toda mi vida se desarraigó cuando la
abuela Helen vino a recogerme de
la escuela secundaria. Me di cuenta
de que había estado llorando.
Dejé caer mi mochila y corrí para
consolarla, sabiendo que algo
andaba mal. Se limpió las lágrimas
de los ojos y me dijo que mis padres
habían muerto en un accidente de
coche. Me envolvió en sus brazos
y me consoló como sólo ella podía
hacerlo. Me aseguró que todo
estaría bien y que siempre cuidaría
de mí. Mantuvo su promesa todo
el tiempo que pudo. Cuando cuplí
dieciocho años se enfermó y cuando tenía veinte falleció.

Esos fueron algunos de los días
más solitarios de mi vida una vez
que se fue. También eran los más
aterradores porque ya no tenía
a nadie que supiera que siempre
estaría ahí para mí. Estaba sola en
un mundo del que no sabía mucho. Había estado tan absorta en pasar
cada momento con mi abuela,
que había perdido el contacto con
cualquier amigo que hubiera tenido
antes.

En lugar de vivir en mi dolor,
recogí lo poco que tenía y me moví.
Necesitaba un nuevo comienzo
a pesar de que mis habilidades
en la vida eran limitadas. Mi
determinación, amabilidad y
habilidad para hornear me han
llevado al punto en que estoy en mi
vida. La abuela siempre me dijo que
si quieres algo, peleas por ello. Igual
que ella lo hizo. Le dijeron que
tendría meses, pero luchó durante
años para que pudiéramos pasar
más tiempo juntas.

Siento que sus dedos empiezan a
acariciar mi espalda. Su tacto suave
me devuelve a la realidad. Me
recuerda que estoy durmiendo con la enemiga. Todo por lo que he
trabajado tan duro va a desaparecer debido a esta mujer y su negocio.

Esos pensamientos me hacen
alejarme de ella en un instante.
Cumpliré mi parte del trato, pero
no me dejaré engañar por ella.
Necesito mantener algún tipo de
muro entre nosotras. Alcanzo la
almohada más cercana y la pongo
entre nosotras, necesitando una
barrera física de ella. Es sólo una
almohada, pero es algo.

Intento que la almohada se ajuste
entre nosotras. Casi me caigo de la
cama en el proceso. El brazo de Weds me atrapa antes de que pueda plantarme en el suelo. La almohada
que intentaba poner entre nosotras
cruza volando la habitación
mientras me arrastra hacia ella.
Demasiado para eso.

-Vuelve a dormir- Su voz es baja
y llena de sueño.- Nena. Vuelve a
dormir- Me pone encima de ella,
mis piernas se deslizan entre las
suyas. Respiro contra su cuello,
debatiendo lo que debo hacer.
Huele tan bien. Puedo disfrutar de
esto por un momento.

Debo dormirme en algún momento.
Me despierto como una idiota. Mis
ojos se mueven mientras me levanto de la cama. Todavía puedo olerla. No pudo haber sido un sueño. La decepción me llena cuando veo que mi lugar está vacío. Antes de que pueda entender por qué estoy realmente molesta por esto, mi puerta se abre y Max entra
corriendo. Sonrío cuando salta y me golpea. Me río mientras me lame la cara.

-¡Max!-Weds le ladra al perro.

-Está bien-le digo.

Mi casa es demasiado pequeña
para un perro aún pequeño como
Max, pero ahora quiero uno. Estoy
enamorada del perro. Me sigue a
todas partes. Así es como sé que
Weds siempre está cerca. A veces Weds desaparece de mi vista, pero Max siempre permanece a mi lado.

-No lo está- Max hace lo que
se le dice. Puedo decir cuando la
voz de Weds cambia con él. Va de
su normal y relajada a una severa,
casi como la de una madre. Eso no
debería hacer que mis pezones se
endurezcan, pero lo hace.

Max viene a sentarse al lado de
Weds en atención.- ¿Y si tuvieras algo en tus manos o estuviéras embarazada?-

–¿Embarazada?- Me susurro a mí misma.

¿Qué demonios...? Nunca en mi
vida he pensado en mí misma un
día embarazada. Probablemente
porque nunca he tenido sexo, así
que ni siquiera estaba en mi estado
de ánimo. No sé mucho, pero
aprendí un par de cosas en la clase
de salud. Quedar embarazada por
sentarse en el inodoro no es una
realidad. Así que no hay forma de
que esté embarazada. Sólo para
aclarar eso. Weds se acerca a mi
pequeña cocina y deja caer una
bolsa mientras empieza a sacar
cosas. Max camina hacia donde
hay un tazón de comida y agua.
Toma un trago antes de ir a mi sofá
y volver a saltar sobre él.

-Ven a comer-Weds señala mi silla
mientras deja un plato de comida.

Es entonces cuando me doy cuenta de que mi cocina ha sido limpiada
para hacer espacio. Claramente
ha estado despierta mientras yo
dormía durante todo el día.

-¿Qué hora es?- Pregunto.

Debería protestar por todo esto,
pero la comida huele demasiado
bien. Me acerco y me tiro a la silla.
Por primera vez en mucho tiempo
no me siento cansada.

-Es hora de relajarse- Le doy
un mordisco a la hamburguesa,
preguntándome de dónde la sacó.
No necesito relajarme. Ya he
dormido demasiado.

-Tengo que protestar- le recuerdo
con la boca llena de comida.

-Tus carteles están en el frente con
tus volantes.- Saca la otra silla y se
sienta conmigo.- Yo soy contra quien estás protestando. Tienes toda mi atención- Se inclina hacia
atrás en su silla, con un aspecto tan
relajado. Dios, ¿Por qué tiene que
ser guapa? Quiero sonreírle. Para
no hacerlo, le doy otro mordisco
gigante a mi hamburguesa para
esconderla. Ella no esconde su
pensamiento.

Ahora que lo pienso, está mil por
ciento en lo cierto. Es ella contra
quien protesto. ¿Podría convencerla de que no abra su cafetería? No sé por qué no he pensado en eso hasta ahora. Entonces recuerdo que me
está chantajeando. Aún así, tengo
que intentarlo.

-No abras tu cafetería aquí-
digo. Esa sonrisa suya se hace más grande.- Por favor- añado para
variar.

-De acuerdo-

Brillo (Adaptación Wenclair)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora