Tengo los nervios a flor de piel. Me quedan tan solo cuarenta minutos para embarcar y yo ando más perdida que un oso polar en el desierto.
Voy corriendo escaleras abajo y me he tropezado tantas veces que a la quinta vez que me tropiezo, me caigo de bocas-justo cuando termino de bajar las escaleras- .
- ¿Estás bien?-escucho una voz detrás mía totalmente desconocida así que me giro para ver a la persona.
MADRE MÍA. Es guapísimo. No se nada sobre él, pero tiene el físico que todas- o por lo menos yo- queremos que tenga nuestro hombre. Es un chico alto, de un metro ochenta y dos más o menos, con pelo rizado y pelirrojo, unos ojos verdes preciosos y una mandíbula preciosa también.
- ¿Hola?
- Ay, sí. Sí estoy bien, no se preocupe-susurro cuando veo que todavía no había dicho nada-. ¡Ay dios!- exclamo cuando miro al piso y veo muchas de mis cosas por el suelo ya que parece que la maleta se ha roto-.
- Mira vamos a hacer una cosa- dice cuando ve a lo que estoy mirando-. Lo vamos volver a poner todo en tu maleta y después nos dirigimos a donde se facturan las maletas, que a lo mejor ahí la arreglan.
- Vale ¿Me ayudas?
-Sí, claro.
Entonces nos ponemos a recoger todo lo que hay tirado y lo vamos poniendo todo en la maleta otra vez. Se va poniendo poco a poco y súper desordenado, pero por lo menos tengo dos manos más que me ayuden. Cuando terminamos de poner todo dentro, caminamos hacia la zona de facturación de maletas -o como se diga porque la verdad es que no sé- mientras nos invade un silencio, sin embargo no es para nada incómodo.
Una vez que ya estamos allí, me pongo en la cola y él se despide de mí.
- Bueno, aquí creo que ya puedes sola- dice cuando me pongo en la fila-.
-Sí, muchas gracias, por cierto.
-No hay nada que agradecer, adiós-después se gira y se va-.
Espero tan solo diez minutos. Y menos mal porque tengo que embarcar en tan solo veinte minutos ahora. Encima el tiempo pasa volando, creo que al final me voy a quedar en tierra.
- Hola buenas. Era para ver si me podrías poner algo en la maleta que se me acaba de romper- le digo a la señora que ha atendido a todo el mundo cuando es mi turno-.
-Sí, déjame un minuto y busco la cinta en este cajón- dice mientras señala hacia abajo-. Mire, aquí está. Déjame la maleta.
Subo la maleta a la cinta para que ella pueda ver el gigantesco agujero que tiene y le empiece a poner cinta americana por todo el agujero para que por lo menos pueda aguantar el viaje.
- Bueno. Ya estaría señorita. ¿Algo más?- me pregunta para ver si tiene que llamar al siguiente o seguir conmigo-.
- Sí, era para facturar las maletas también.
-Vale. Pues déjeme su documentación, por favor- entonces le entrego lo que es mi pasaporte-. Vale, todo perfecto. Ahora vaya subiendo las maletas de una en una.
No tardo más de cinco minutos en facturar las maletas y menos mal, así me da más tiempo de caminar y no solo de correr y a lo mejor hasta de comprarme un café para despertarme del todo. Si calculamos, me quedan quince minutos para poder llegar a tiempo a la embarcación.
Voy hacia el mapa donde pone todas la puertas de embarque del aeropuerto y por lo que pone aquí, justo al lado de mi puerta de embarcación hay una cafetería y menos mal porque sinceramente sin la cafeína no soy persona.
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De coincidencias en coincidencias
RomanceMia siempre ha soñado con irse de intercambio a Irlanda y este año lo ha conseguido. Aidan siempre ha soñado con hacerse amigo de alguien que venga de intercambio y divertirse enseñándole su país: Irlanda. Que casualidad que sus sueños estén conec...