Nadie me dijo que era así.
No es una materia en el colegio. No es un examen para el que pueda estudiar.
Nadie me explicó cómo prepararme para amar.
Siempre he sentido que hay algo en mí que es distinto a los demás. Muchas veces me he preguntado si eso que es distinto, en realidad es una ausencia. Una falencia en mi naturaleza que me hace in-elegible, una composición extraña de mi ADN que me vuelve invisible para los ojos del mundo.
Durante mi infancia, y buena parte de mi adolescencia, esta sensación me abrumó. "¿Hay algo malo en mi...?" Pensé más de una vez. Mientras mis amigas vivían sus historias de amor, mientras daban sus primeros besos, mientras alguien tomaba sus manos... Yo miraba las mías, y acariciaba mis labios.
"¿Algún día alguien me mirará así...?"
Una realidad dura, en una sociedad en la que tu valía parece depender de tu aspecto, y de tus habilidades para atraer al resto. Me esforcé por sobrevivir a esa frivolidad en la que el amor, a mis ojos, parecía ir y venir con la misma facilidad con la que el viento despoja de sus hojas a los árboles en otoño.
Y mis otoños siguieron pasando. Ya no soy una niña, y estos pensamientos los enterré en lo más profundo de mi ser. No necesito amor. No necesito que nadie tome mi mano. No lo necesito. Sé que puedo ser feliz por mi cuenta.
Pero hay un problema, porque si no lo hubiera no estaría aquí escribiendo esto... Y es que te encontré a vos.
Ojos tan verdes como los bosques de la cordillera de mi tierra. Bosques inmensos, profundos y mágicos. Bosques en los que siempre me gustó perderme.
Decime, ¿Cómo no iba a perderme entonces en tu mirada?
Desde que tengo memoria he leído historias en las que dos almas, por fortuna o coincidencia, se encuentran y se eligen. Esa tarde, cuando nuestros ojos se encontraron, yo deseé, ingenuamente, que fueras el indicado.
Con todo mi corazón le pedí a los cielos, que fueras vos el que eligiera tomar mi mano.

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Cartas al Atardecer del Mediodía
PuisiEra un día cualquiera, una tarde simple de un abril olvidado. Era un día común, cuando nuestros ojos se encontraron. Qué fortuna, en este basto mundo, hallar un bosque donde perder la noción del tiempo y de la vida. Y fueron tus ojos ese bosque, y m...