Capítulo 1

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No esperaba recibir esa llamada. Mi corazón, tan desgastado de tanto pensar en él, late con una extraña combinación de ansiedad y rabia difícil de controlar. Esta noche, mientras el silencio de mi casa me envuelve, su nombre vuelve a colarse en mi vida de la manera más inesperada. El teléfono suena, interrumpiendo la tranquilidad que tanto me ha costado construir durante las últimas semanas.

-¿Señorita Beatriz Pinzón? -pregunta una voz extraña, con tono vacilante- Soy el bartender del bar donde está el señor Armando Mendoza. Está en peligro... ha bebido mucho y lo han golpeado. Necesita ayuda.

De inmediato, mis manos empiezan a temblar. Su nombre es como una llave que abre todas las emociones que intento mantener cerradas. ¿Por qué siempre aparece en los peores momentos? Trato de entender por qué me hace esto  ¿por qué da mí número si hace semanas que no sabe nada de mí? Apenas he regresado de Cartagena, y antes de tiempo porque no quiero dejar solo a Nico con el problema de Ecomoda.
    
Quisiera colgar y olvidarle de esta llamada, dejar que suceda lo que el destino disponga para él, pero no puedo ignorar la posibilidad de que algo malo le pase.

-Voy para allá -respondo, con la voz quebrada, antes de colgar.

Dejo el teléfono, mis dedos no calman su temblor. Mi cuerpo se mueve por inercia, como si tuviera una misión, pero mi mente está atrapada en una maraña de pensamientos que me aturden. Busco mis llaves, tomo el abrigo y llamo a un taxi. Mis papás están dormidos, no sabrán que estoy saliendo de mi casa a esta hora.

Todo se siente borroso, como si no fuera real. Mi corazón late con fuerza, empujándome a actuar, pero al mismo tiempo siento el dolor de todas las veces que he deseado correr hacia él y no lo he hecho.

Subo al taxi y le doy la dirección al conductor con una voz apenas audible. Mientras las luces de la ciudad se deslizan por las ventanas, aprieto mis manos para disminuir el temblor que persiste incansable. La ansiedad crece con cada minuto que pasa. ¿Qué le habrán hecho? ¿Qué tan mal estará? Me aferro al asiento tratando de calmarme, pero es inútil. Volver a verlo no es algo que tenía planeado. No después de todo lo que pasó, no después de descubrir su engaño.

¿Por qué estoy haciendo esto?, me repito una y otra vez, pero no tengo respuesta. Solo sé que no puedo dejarlo allí. Aunque lo odio por todo lo que me ha hecho, aún me importa. Me odio a mí misma por eso, pero no puedo evitarlo. No puedo soportar la idea de que esté en peligro.

El taxi se detiene frente al bar. Un nudo se forma en mi estómago. Respira, me digo, aunque siento que apenas puedo controlar mis piernas que parecen estar estremecidas por el miedo. El conductor me mira por el retrovisor, como si estuviera esperando alguna explicación de por qué estoy aquí, en este lugar, a esta hora. Pero no digo nada. Le pago y bajo del auto.

Y ahí está. Don Armando, tirado en la acera, es apenas una sombra de lo que solía ser. Mi corazón se detiene por un instante. Me acerco a él, sintiendo demasiado dolor, acompañado de una rabia sorda que se niega a gritar. Su rostro está lleno de golpes, la camisa manchada de sangre. Está roto, física y emocionalmente, y no sé qué me duele más, verlo así o recordar todo lo que ha hecho.

Mi respiración es rápida, descontrolada, como si el aire pesara más en este momento. No entiendo cómo terminé aquí otra vez, de rodillas frente a él, frente al hombre que me rompió de tantas formas. Y, sin embargo, soy incapaz de darle la espalda. Hay algo dentro de mí que se niega a dejarlo.

-Don Armando... -susurro con la voz rota, tocándole el hombro. Su cuerpo está inmóvil, es un peso muerto bajo mis manos. Siento su piel fría y mojada, quizá por el sudor, quizá por la sangre. Él apenas reacciona. Mi corazón se encoge al verlo en este estado, tan destruido - Tenemos que irnos. No puede quedarse aquí.

REDENCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora