Capítulo 5

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El fin de semana se vuelve un campo de batalla entre mi cabeza y mi corazón. La ansiedad me carcome, porque a pesar de haber solucionado lo del viaje, no tengo idea de qué va a pasar entre Betty y yo. ¿Será suficiente haberme quedado? ¿Podremos, finalmente, derribar esta barrera que nos mantiene alejados?

Cada minuto pasa arrastrando preguntas que no sé responder. Apenas duermo, y cuando lo hago, la inquietud me despierta como un golpe en el pecho. No quiero volver a esa distancia, a esa frialdad que ella parecía haber construido entre nosotros. He esperado tanto, y ahora que por fin estoy aquí, no soporto la idea de volver a perderla.

El lunes, llego al desfile que Hugo hace para mostrarnos los diseños antes de la colección, todos están aquí, pero mis ojos están fijos en la puerta, esperando verla entrar.

Y entonces, ahí está. Betty entra, y en cuanto cruza la mirada conmigo, noto algo en sus ojos que me da un respiro, un alivio que me recorre el cuerpo como una bocanada de aire fresco. Su expresión cambia, es un instante apenas, pero veo un atisbo de tranquilidad en sus ojos, como si también se sintiera aliviada de que no me fui. Y entonces lo hace, me regala una pequeña sonrisa, casi imperceptible, como si quisiera mantenerla solo para mí.

Es ese gesto, esa sonrisa, la que termina por desarmarme. Siento una corriente de deseos atravesándome como un relámpago. Quiero ir hasta ella, quiero cruzar la sala y tomarla entre mis brazos, quiero morder esos labios, sentir su suavidad y esa mezcla entre dulzura y deseo que me provoca su cuerpo. Quiero hundir mis manos en su cintura, apretarla, sostenerla, hasta que no haya un solo espacio entre nosotros. Quiero hundir mis dedos en su piel, sentirla temblar bajo mi toque, y que no haya nadie, nadie en este mundo que pueda separarnos.

La idea es tan fuerte que tengo que aferrarme a la silla para no levantarme. Estoy tan cerca de cruzar toda la sala y llevármela conmigo, de tomar su rostro entre mis manos, de reclamar esos labios delante de todos. No me importa que estén los accionistas, Marcela, Daniel o mis padres, quien sea... quiero que todo el mundo lo vea. Quiero hacerle entender a ella y a todos que es mía, y que no voy a seguir ocultando lo que siento.

Respiro hondo, cerrando los ojos un instante, porque sé que no es el momento, pero maldición... el impulso es imparable. Abro los ojos y la miro de nuevo, ella todavía está ahí, mirándome, como si también estuviera peleando con algo dentro de sí. Esa pequeña sonrisa en sus labios me vuelve loco, y me hace pensar que quizá ella sabe el efecto que tiene en mí, que tal vez disfruta verme así, al borde, desquiciado por un simple gesto suyo.

Y entonces, decido esperar. Porque si ella ha tenido el valor de pedirme que me quede, yo puedo aguantar un poco más. Pero en cuanto estemos solos, cuando nadie más esté presente... ella será mía. La tomaré en mis brazos, le diré cada palabra, y no dejaré que nada, absolutamente nada, nos vuelva a separar.

Hugo termina su presentación y damos la confirmación para que comience la producción a gran escala. Betty no se separa de Nicolás, es como si se sintiera segura a su lado, dentro de esta jungla de desprecio que se ha convertido Ecomoda para ella, Marcela continúa mirándola como la culpable de todo, Hugo no pierde oportunidad para intentar humillarla y solo basta una mirada de Daniel para desmontar cualquier atisbo de tranquilidad que uno pueda tener.

El desfile interno se da por terminado, y la gente empieza a dispersarse, regresando a sus oficinas, a sus rutinas. Pero yo no tengo ninguna intención de seguir con la mía. Camino directamente hacia mi oficina, aunque solo de paso, lo que realmente me importa ahora está a unos pasos más allá, en presidencia.

Respiro hondo, intentando calmarme, pero al mismo tiempo no quiero perder ni un segundo más. Golpeo la puerta con cierta ansiedad, y en cuanto Betty abre y me encuentra allí, me regala una sonrisa temblorosa, suave.

REDENCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora