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La niebla se extendía como un sudario sobre el páramo, ocultando las ruinas de lo que alguna vez fue un imperio, resumido en muchas cenizas y solo el palacio medianamente intacto.

El viento silbaba una melodía fría y gélida, de esas que te hacen temblar, llevando consigo el eco de un pasado que se negaba a morir. 

Simón caminaba con la cabeza en alto, su rostro una máscara fría que ocultaba dolor y mediana resignación.

Había perdido su mundo entero, pero aún conservaba un anhelo, un deseo que lo impulsaba a seguir adelante, dejando que el mundo se consumiera en fuego tras sus pasos. 

No era un deseo de venganza, o tal vez si, pero seguía siendo algo más profundo, más oscuro.

 Un anhelo que lo obligaba a buscar en las sombras, desafiar la oscuridad que lo rodeaba, en busca de su luz, su mundo entero.

¿Qué buscaba Simón? La respuesta se escondía en las profundidades de su corazón, en un secreto que solo él conocía, si no sabías su historia, claro está. 

¿Qué precio estaba dispuesto a pagar? Cualquiera que le permitiese disfrutar de su premio final.

La luna, un ojo gélido, un disco plateado en el cielo nocturno, proyectaba largas sombras sobre el bosque espeso, observando su camino, mientras Simón se adentraba en la oscura noche, dejando atrás las ruinas de su vida e irónicamente reviviendo su pasado una y otra vez en sus memorias, recordando un solo objetivo en su mente. 

No sabía si encontraría lo que buscaba, pero estaba dispuesto a pagar cualquier precio, por los verdaderos amores de su vida. 

Es más, estaba seguro que por lo menos encontraría sus tumbas, para morir con ellos.

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