Cura para un corazón roto

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Jisung y Sana tenían una historia que, en sus inicios, parecía sacada de un sueño. Se habían conocido durante un proyecto en común, y la chispa entre ellos fue instantánea. Sana era vibrante, llena de energía y siempre encontraba la manera de hacer reír a Jisung, incluso en sus días más oscuros. Para él, era como si hubiera encontrado a alguien que lo entendiera y aceptara por completo. Se enamoraron rápidamente, y al principio, todo entre ellos parecía encajar a la perfección.

Durante los primeros meses, la relación estuvo llena de gestos dulces y tardes largas juntos. Jisung sentía que por fin había encontrado a alguien con quien podía imaginar un futuro. Pasaban horas compartiendo anécdotas, riendo sin parar y apoyándose mutuamente. Sana solía escuchar con atención cada uno de los sueños y miedos de Jisung, y él se sentía seguro en sus brazos. Ella le daba esa sensación de calidez, como si el mundo alrededor desapareciera cuando estaban juntos.

Pero con el tiempo, las cosas comenzaron a cambiar.

Sana, que siempre había sido la persona con más entusiasmo y positivismo, empezó a mostrarse más distante. Al principio, Jisung intentó ignorarlo, pensando que era solo una fase, pero pronto se dio cuenta de que algo había cambiado en ella, en ellos. Sana empezaba a cancelar planes con excusas vagas y las conversaciones se volvían superficiales, sin esa conexión profunda que los había unido al principio.

Jisung notaba la frialdad en los mensajes, en las llamadas que terminaban rápidamente, y en su sonrisa que ya no parecía tan sincera. Intentó hablar con ella en varias ocasiones, pero siempre recibía respuestas evasivas o gestos de impaciencia que lo dejaban más confundido y lastimado. En el fondo, Jisung quería creer que esto solo era una etapa, que pronto podrían retomar el camino que habían perdido, pero cada día era más evidente que el amor entre ellos se estaba desvaneciendo.

La primera vez que se dio cuenta de cuánto dolor le estaba causando esta situación fue en una noche en la que había planeado una cita sorpresa para Sana, queriendo recuperar la chispa entre ellos. Había pasado horas organizando cada detalle, recordando los pequeños gestos que a ella le gustaban y que solían hacerla sonreír. Sin embargo, cuando ella llegó, parecía estar en otro lugar. Su sonrisa era débil, casi forzada, y la noche terminó mucho antes de lo que él había planeado, con ella murmurando algo sobre tener mucho trabajo al día siguiente y dejándolo solo en la mesa.

Después de aquella noche, Jisung intentó convencerse de que aún podía salvar la relación. Pero, al poco tiempo, llegó el día en que Sana, con una voz cansada, le confesó que sentía que lo suyo ya no funcionaba. Le explicó que había intentado, pero que su corazón ya no estaba en el mismo lugar. Esa frase lo destrozó. A Jisung le tomó unos segundos procesar sus palabras, y aunque intentó convencerla, en el fondo sabía que ella ya se había ido mucho antes de decirle eso.

La despedida fue fría, como una hoja de papel que se rompe en silencio. Sana se marchó, dejando a Jisung en un vacío absoluto, en una soledad que no había conocido antes. Esa noche, el peso de la realidad lo golpeó. El dolor era demasiado profundo, y cada rincón de su departamento le recordaba a ella. Los recuerdos, los momentos compartidos y las risas que ahora solo existían en su mente parecían asfixiarlo.

Entonces, sin saber qué hacer y sin poder contener el dolor, tomó su teléfono y marcó el número de Minho.

Al principio, intentó mantenerse firme, fingir que podía soportarlo. Pero en cuanto escuchó la voz tranquila de su mejor amigo, todas las barreras se derrumbaron.

— Minho... no puedo... me duele tanto. —logró decir, su voz rota entre sollozos.

Del otro lado de la línea, Minho escuchó en silencio y sabiendo todo lo que su mejor amigo le había contado permitiéndole expresar cada lágrima y cada palabra rota que tenía dentro. Sabía que lo que Jisung necesitaba en ese momento no eran respuestas ni consuelo inmediato, sino alguien que simplemente estuviera allí para sostenerlo.