CAPITULO 19

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El plan estaba claro. Lo teníamos todo pensado: quiénes estarían de guardia, dónde estaban las armas y por dónde podríamos salir. Solo necesitábamos esperar a que todos se durmieran. Aún así, sentía una presión constante en el pecho, una mezcla de nervios y anticipación. Sabía que el plan era arriesgado, pero era nuestra mejor opción.

Me encontraba en el balcón de uno de los pisos superiores, respirando el aire fresco para calmarme un poco, cuando escuché unos pasos. Derek apareció, su silueta recortándose en la tenue luz de la noche.

—Hola —dijo, acercándose.

—Hola —respondí, sorprendida de verle allí.

Sacó un paquete de cigarrillos y me ofreció uno. Dudé un instante, pero finalmente lo acepté.

—¿Fumando, agente de la ley? No me lo imaginaba —bromeó con una media sonrisa.

Me reí, pero pronto recordé lo ocurrido horas antes. Las palabras que me había lanzado en el bar seguían resonando en mi mente, y la sonrisa se desvaneció de mis labios. Necesitaba saber si realmente pensaba todo eso o si solo había reaccionado así por los celos que sentía.

Le observé mientras se apoyaba en la barandilla, fumando en silencio. El humo escapaba de sus labios de una manera casi hipnotizante, y su expresión se suavizaba en la penumbra, haciéndolo parecer aún más atractivo. Sin pensarlo, solté:

—Matt y yo no somos pareja.

Él soltó el aire en una exhalación lenta, sin mirarme, y dio otra calada al cigarrillo.

—Derek... ¿me escuchas? —insistí.

—Sí, claro que te escucho, nena, pero no sé qué esperas que te responda.

Nos miramos fijamente, y yo rompí el silencio. —Solo quería que lo supieras.

—Ajá, entendido. —Se encogió de hombros.

Tomé aire y me atreví a decir lo que llevaba en la cabeza desde que llegamos. —Quería hablar de lo que paso en el bar.

Él sacudió la cabeza y sonrió levemente. —Fui un capullo, me pase con lo que te dije. Lo siento.

—Tranquilo, entiendo que fue por... bueno, porque nos viste besándonos.

Derek soltó una risa baja y profunda, mirándome de lado. —No te confundas.

Sonreí con algo de tristeza. —No me confundo. Lo sé.

Derek suspiró, y aunque intentó disimularlo, pude ver cómo sus ojos evitaban los míos, mirando hacia el vacío. Tenía claro que fue fruto de sus celos. Tiene que serlo, me niego a pensar que el opina todo eso de mi.—Si pensar eso te ayuda a dormir en paz, adelante.

Lo miré, y mis pensamientos tomaron forma sin que los pudiera detener. —Él fue quien me besó, ¿sabes? Me quedé en shock.

Derek me observó detenidamente. —¿Por qué me lo cuentas?

—Porque quiero que lo sepas.

—¿Por qué necesitas que lo sepa?

Nos acercábamos cada vez más, como si el aire entre nosotros estuviera empujándonos. No podía detener las palabras que salían de mi boca.

—Yo le quiero, pero como a un amigo, como a un hermano. Haría cualquier cosa por él, pero... —Me quedé en silencio.

Derek arqueó una ceja, mirándome con esa expresión retadora que parecía conocer tan bien. —¿Se lo has dicho? Porque parece que él no lo sabe.

Negué, intentando ordenar mis pensamientos. —No... no le he dicho nada. Estoy confundida, ese beso... no sentí lo que debería sentir.

Derek se rió suavemente, separándose un poco de mí. Sentí cómo la distancia entre nosotros me hacía sentir un vacío repentino, como si me faltara algo.

—¿Me estás pidiendo consejo? —bromeó, aunque en su tono percibí un toque de sarcasmo.

—Eres... eres lo más parecido a un amigo aquí —dije, intentando mantener la calma.

Derek soltó una carcajada. —¿Amigo? ¿Yo?

Nos quedamos en silencio unos instantes, y finalmente, él volvió a mirarme. —Así que no sabes si te gusta Matt porque le ves como a un hermano y el beso no te aclaró nada.

Asentí, sintiendo una mezcla de nervios y confusión.

Me quedo mirándolo, sin saber qué esperar, pero incapaz de apartar la vista de él. Derek da un paso más cerca, tan cerca que puedo sentir su respiración mezclándose con la mía, el calor que irradia. Tira el cigarro al suelo y niega con la cabeza. Pagaría por saber en lo que esta pensando. Pero de un momento a otro me toma por sorpresa.

Me agarra de la cara c con una suavidad que contrasta con la intensidad en sus ojos. Mis pensamientos se desvanecen, y solo quedo atrapada en el momento, en el magnetismo que nos rodea.

Entonces, sin previo aviso, Derek se inclina y me besa. Es un beso que lo dice todo y nada a la vez. Sus labios son firmes y seguros, reclamando los míos con una pasión que me deja sin aliento. La fuerza de su beso me hace retroceder ligeramente hasta sentir la fría barandilla en mi espalda, y en ese instante, toda duda se disipa. Mis manos se aferran a sus brazos, buscando algo que me ancle mientras el mundo parece disolverse alrededor.

Derek profundiza el beso, y un escalofrío me recorre. Siento cómo su mano se desliza desde mi mejilla hasta mi cuello, dejando un rastro de calor que me enciende por completo. Todo en él me atrae de una forma que nunca había experimentado; es como si cada fibra de mi ser respondiera a su presencia. Cierro los ojos, dejándome llevar, entregándome a la sensación, a la chispa que surge entre nosotros, a la intensidad que arde en cada segundo.

Todo mi cuerpo lo reclama, cada fibra de mi ser responde a su toque, al roce, al deseo que se va encendiendo como una chispa desbordante. Él, consciente del efecto que tiene en mí, sonríe apenas, sus ojos fijos en los míos.

Finalmente, se separa solo un poco, lo suficiente para mirarme directamente a los ojos, su rostro aún tan cerca que siento su aliento sobre mi piel. Su mano reposa sobre mi pecho, justo donde el latido de mi corazón es imparable, y sonríe, como si conociera el efecto que ha causado.

—Espero que este beso te haya aclarado las dudas, Tessa —susurra, su voz baja y cargada de un tono que me hace temblar—. Porque esto... —me pone una de mano sobre el corazón y siento que la otra mano baja lentamente, dejando un rastro de calor por mi piel, y con un movimiento seguro se posa entre mis piernas, donde siento una humedad que hace unos minutos no estaba. Cierro los ojos por un instante, dejándome llevar por esa conexión que siento con él.— es lo que debería hacerte sentir un beso.

Abro los ojos y lo miro, incapaz de ocultar la agitación, el deseo, el fuego que ha despertado en mí.

Antes de que pudiera decir una sola palabra, Derek se da la vuelta y se marcha, dejándome allí, sola, con el eco de lo que acaba de suceder aún vibrando en el aire. Me agarro a la barandilla, sintiendo cómo mis piernas se debilitan, como si fueran de mantequilla. Respiro hondo, intentando recobrar la calma, pero es inútil; el efecto de su cercanía sigue recorriéndome, y mi cuerpo aún responde, cada fibra de mí despierta, viva, anhelante.

Este beso... este beso ha sido diferente. Lo comparo, casi sin querer, con el de Matt. Con Matt, todo fue cálido y familiar, como el abrazo de un amigo, cómodo, seguro, pero sin el impulso que enciende cada rincón de mi ser. Aquel beso no logró despertar en mí esa chispa, ese fuego que ahora siento ardiente, como una descarga que me recorre la piel.

El beso de Derek, en cambio, ha sido un terremoto, una llamarada que ha sacudido todos mis sentidos. Su toque no era solo afecto; era deseo, intensidad, algo que me reclamaba sin pedir permiso. Y esa sensación, ese fervor, me hace darme cuenta de que jamás he sentido algo así antes.

Mientras sigo agarrada a la barandilla, intento calmar el torbellino en mi mente y en mi cuerpo. Pero es inútil; Derek me ha dejado en un estado que va mucho más allá de lo que pensaba posible.

SIN REFUGIO | Zona Z #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora