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Emma Rossi siempre había estado rodeada de autos y carreras desde que tenía memoria

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Emma Rossi siempre había estado rodeada de autos y carreras desde que tenía memoria. Su abuelo, un apasionado fanático de la Fórmula 1, fue el responsable de encender su amor por este mundo. Desde pequeña, los domingos eran sagrados en su casa: veía las carreras con él, compartiendo la emoción de cada adelantamiento y el suspenso de cada curva. Las historias de los grandes pilotos, como Sebastián Vettel y Lewis Hamilton, se convirtieron en su fuente de inspiración, y aunque su corazón siempre latió por Ferrari, el brillo de cada temporada le mostraba la magia del automovilismo.

A los 20 años, Emma estaba a punto de cumplir 21, y estudiaba ingeniería mecánica, una carrera que había elegido con pasión, sabiendo que el futuro de los autos y las carreras se encontraba entre engranajes y motores. Era una joven reservada, algo tímida y muy sensible, pero con una sonrisa que iluminaba cualquier habitación. En sus pocos momentos de descanso, le encantaba hablar de autos, de la vida en la pista y de cómo algún día, ella también podría contribuir al mundo que tanto amaba.

Una oportunidad única surgió en el Gran Premio de Monza 2024. Emma pudo conseguir entradas para la carrera, y la emoción la invadió. Sería la primera vez que estaría allí, en medio de la acción, viviendo la emoción de la Fórmula 1 en vivo. Lo que no esperaba, sin embargo, era que ese fin de semana cambiaría su vida de una manera que nunca imaginó.

Ese domingo, una hora antes de que comenzara la carrera, fue cuando conoció a Franco Colapinto. Él era el joven piloto argentino que reemplazaba a Logan Sargeant en Williams, y Emma lo conocía desde sus días en la Fórmula 3. La conexión fue instantánea. Franco, no pudo evitar quedarse cautivado por su belleza, simpatía y esa energía que la hacía brillar. No pasó mucho tiempo antes de que le pidiera su Instagram para poder conocerla mejor. Y así, comenzó una conversación que, a pesar de la distancia, sería el inicio de algo que los dos no esperaban.

El tiempo pasó, pero cada mensaje, cada video llamada, fue acercándolos más. Y aunque Emma tuvo que regresar a Argentina para continuar con sus estudios y Franco se mantuvo ocupado con la Fórmula 1, ambos sabían que algo especial se estaba gestando entre ellos. Sin saberlo, su historia estaba apenas comenzando.

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