Entre fragancias y lágrimas

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ADVERTENCIA: El siguiente capítulo toca temas sensibles como muerte, depresión, mención de abuso sexual (de manera implícita) y autolesiones. Por favor se recomienda discreción.



Juan Carlos caminaba por las concurridas calles Titirilquén, estaba cansado de viajar por el mundo así que simplemente rentaba un departamento de vez en cuando para vivir un tiempo o dormía en algún hotel de mala muerte, si encontraba un trabajo que le interesara lo tomaba y de lo contrario buscaría estafar con alguna apuesta, total, no tenían nada que perder.

Las calles siempre estaban concurridas, no importaba la época en la que se encontrara, siempre había gente amontonándose en las grandes avenidas. Para el pelirrojo todos eran un pequeño suspiro, la gran mayoría de personas que había conocido ahora estaban muertas y su más grande amor... Hacia un poco más de medio siglo que no lo había visto, dejó de buscarlo, dejó de tratar de dar una solución a algo imposible.

Sin rumbo fijo terminó en un pequeño mercado de la ciudad por lo que decidió curiosear, siempre encontraba algo bueno con lo que ganar dinero o que le recordara mejores épocas para atesorar. 

-Caballero, lleve estas hermosas fragancias: Mirra, incienso, azafrán, acanto y muchas más- una joven vendedora le mostraba la serie de esencias naturales al pelirrojo desliñado- Con esto puede hacer ungüentos...

-También perfumes, medicinas e incluso algunas personas las utilizaban para embalsamar a los muertos. - interrumpió el Bodoque, había aprendido hace mucho el uso de esas cosas.

- ¡Oh, veo que es un gran conocedor! - Felicito la vendedora- Estas esencias llevan siglos comerciándose desde la antigua Arabia.

-Si, todavía recuerdo eso- una pequeña sonrisa de nostalgia se asomó en el rostro de Juan Carlos- Ahora a nadie le interesa esto, pero se crearon guerras para conseguir las piezas más finas y extrañas en el Medio Oriente.

La mujer sonrió sin entender todo el comentario, aun así, le ofreció los pedacitos solidificados de mirra, su intención era vender y eso lo sabía bien el ex caballero.

-Tiene un buen precios, debería llevarse un poco.

Juan Carlos pensó un momento, una suave voz femenina se hizo presente en sus recuerdos, envolviendolo en una pequeña melancolía:

- ¿Mirra? ¿Qué es mirra? - recordaba que le preguntó intrigado a su acompañante mientras observaba con atención aquella resina aromática.

- ¿Mirra? - la mujer a su lado pareció pensarlo un momento, hacía un poco de aire por lo que sus cabellos rubios danzaron al son del viento y después le sonrió de una manera completamente inocente- No sé.

Juan Carlos la miró incrédulo- Vendes Mirra ¿Y no sabes qué es? - Cuestionó incrédulo.

-Mi padre la vende, yo solo me encargo de que la gente se interese en comprarla.

Aquella plática con Tharaa seguían frescos ¿Cómo olvidar a aquella hija de un gran comerciante con su arrogancia e ingenuidad? Hacia un más de 500 años desde que la conoció y también perdió.

-Me llevaré lo mínimo de esta cosa- Confirmó Juan Carlos mientras señalaba la mirra, había días que era más fácil ignorar el impulso de recordar a Tulio, pero este día no era uno de esos.

- ¡Perfecto! Su casa u oficina tendrá un olor exquisito.

-Si... Supongo que así será.

Una vez hecha la compra volvió a su caminata, se sentía bastante melancólico e incluso reprimía sus ganas de maldecir a Morgana. Simplemente fue al lugar más pacífico de la ciudad, el parque, y tomó asiento en el lugar más alejado de las personas. Fue en medio de ese inmenso silencio y entre la bella naturaleza que pudo recordar su primer encuentro después de la tragedia.

Una vida junto a ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora