4.Acuerdo

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VALENTINA

—Tiene que ser una broma. —Entierro la cara en la almohada para intentar protegerme los ojos del deslumbrante sol matutino que entra por la ventana de mi dormitorio—. ¿Por qué no hay cortinas?

El sol arremete contra las paredes amarillas de mi nueva habitación. Tengo que preguntarle a Mariana por qué diablos pintó este cuarto de un color tan mañanero y odioso, porque me puedo arriesgar lo que sea que no es cosa de la señorita Blanco y negro.

No sé qué hora será. No he puesto nada en la nueva habitación, ni siquiera el despertador, y a saber dónde estará el celular. Pero por la luz tan radiante que se cuela por las ventanas, diría que es demasiado temprano para despertarse.

Hoy tengo vuelo nocturno, el primero de la temporada, y necesito dormir. De todas formas, no es que yo sea muy madrugadora, sobre todo cuando me toca volar toda la noche.

He dormido horriblemente. En el suelo, con una sola almohada y dos mantas. Todavía no tengo ni cama ni colchón y soy tan cabezota que me he negado a ocupar el sofá de Juliana después del fiasco de anoche.

Necesito comprar varias cosas. Se me hace raro volver a empezar de nuevo, pero no quiero para nada ni el colchón ni las sábanas donde encontré a Juan Pablo con la otra.

Solo de pensar en su nombre hace que me vuelva a doler el pecho. Es una sensación a la que le gusta esconderse por momentos, hasta que un simple recordatorio acarrea consigo un tsunami de sufrimiento.

Escarbando en la mochila, encuentro el celular y entorno los ojos para que no me ciegue el brillo de la pantalla.

Yo: Cómo me va hoy: ¿por qué diablos esta habitación está pintada de color pollito? Ojalá tuviera aquí tu cama. Zanders es rico, puede permitirse comprar otra para el cuarto de invitados. Ah, y tu hermana es una cabezota.

Mariana: Bueno, así se te quitan las ganas de tirártela.

Yo: ¿Cuándo he dicho eso? Leo novelas románticas. Me ponen los cabezota.

Como no contesta, me pregunto cuántos mensajes necesitará para bloquearme.

Escondo la cabeza y me tapo los ojos con la almohada. Espero poder dormir un par de horas más, pero en cuanto huelo el café recién hecho, me despejo del todo. Ya de por sí ese aroma es tentador, pero si a eso se une el olor a tocino crujiente… Me levanto de un salto y paso por encima del revoltijo de ropa para ir a la cocina. Se que no como esas cosas, pero reconozco que huele de maravilla.

—Buenos días —dice Juliana sin volverse, mirando hacia la encimera.

—Sí que lo son —farfullo, tomando asiento en la isla de la cocina.

Lleva unos pantalones cortos de baloncesto y una camiseta. Parece tan vieja y desgastada que apostaria a que le ha cortado las mangas porque estaban llenas de agujeros, lo cual resulta sorprendente en alguien tan pulcra  como ella. En cualquier caso, no me puedo quejar. Cuando veo esa impecable musculatura y esos glúteos bien formados, me pongo a fantasear con la cantidad de cosas que podrán hacer esas piernas tan fuertes y delicadas a la vez.

¡Dios, qué buena esta!

Cuando por fin se vuelve hacia mí, me atrapa admirandola, pero luego los ojos se le van a las mis pechos. Tal vez debería haberme puesto ropa interior.

 Gracias a mi fina camiseta de tirantes, no soy la única que le da los buenos días a mi nueva compañera  de piso.

—¿No somos de sujetador?

—¿Somos? A mí personalmente no me gusta ponérmelo con el pijama, pero tú puedes hacer lo que te dé la gana. —Levanto las manos como rindiéndome—. En fin, cada uno es libre de opinar como quiera.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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