~4~ Sólo... amigos

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~4~

Sólo... amigos


Se inclinó sobre la barra y dejó el vaso de soda a un lado. Esa tarde un sol resplandeciente iluminaba las calles, cayendo delicadamente sobre las hebras de césped en el parque. El color chillón de los juegos infantiles alegraba el ambiente, en contraposición a la baja luz que había dentro del bar. El barman encendió los focos de un tono anaranjada que estaban colgados en la mampara, y estos se reflectaron contra el espejo que tenía detrás. Antes de acercarse a Tahiel se acomodó el mohicano de un tono rubio. El delantal negro que llevaba puesto ocultaba un poco su cuerpo tan morrudo.

—Pero no seas tan fatalista, cielo. Tendrían que volver a hablar del asunto—su tono de voz dejaba entrever ciertos matices agudos, similares a los de una mujer.

—Yo sabía que en algún momento lo diría—le dio un sorbo a su bebida—. A veces siento que lo obligué a estar conmigo desde un principio.

Un auto que pasaba frente al local emitió un estridente sonido con la bocina, intentando acelerar el tráfico.

—Después de tantos años juntos no vas a dejar que termine de esa forma tan absurda—alzó las manos, escandalizado. Sus pestañas maquilladas parpadearon varias veces, manteniendo los labios en una pose seria— ¿O algo pasó?

Tahiel observó un momento a su antiguo compañero de trabajo. Mientras él era camarero, había logrado tener una cierta amistad con el chico que era barman. La mayoría solía burlarse de sus modismos amanerados, sus aretes brillantes y su rostro siempre maquillado, pero Tahiel jamás le señaló ninguno de estos comportamientos.

—Fue hace un mes. Lo notaba raro. Me evitaba todo el tiempo. Cuando quería ir a buscarlo a su trabajo, o al club de fútbol, me decía que no. A la hora de dormir me daba la espalda, ni siquiera me despedía antes de irse. Hasta que le pregunté qué pasaba, y me dijo eso—ladeó la cabeza, como si solo recordarlo le trajera alguna jaqueca—. Que no me amaba. Aunque debería haberlo notado yo mismo.

Apoyó la mejilla contra la superficie fría del mármol, observando las manos repletas de anillos que tenía su compañero. Éste, en un intento de consolarlo, le dio un apretón en el hombro.

—Haceme caso. Hablen otra vez. A veces uno dice cosas que no siente.


Es completamente absurdo. La idea de que yo te mire y no quiera besarte. Que tus ojos verdes se deslicen por el alfeizar de la ventana, bajen hasta tus zapatos y sigan el recorrido hacia la puerta de entrada. Que no me mires. Que yo no exista en algún lugar de tu corazón.

No sabía cuánto extrañaba tu sonrisa. No sabía muchas cosas. Como el hecho de que también deseaba volver a rosar la piel de tus manos. Siempre eran cálidas.

Si sabías lo débil que era, ¿por qué me dejaste caer?


Tahiel dejó la mitad de su hamburguesa sobre el papel para darle un sorbo al vaso de cola. Tras las vidrieras del local había un grupo de malabaristas que hacían su show en medio de la avenida.

— ¿Cómo te va en la editorial?

—Bien—se alzó de hombros—. No me quejo.

Cada vez que salían a comer siempre llevaba un par de pañuelos para limpiar a Matías. Sabía de antemano lo descuidado que era, y sus mejillas siempre se manchaban con la salsa. Amagó a sacar el pañuelo de su bolsillo, pero recordó que ya no los llevaba encima. Se inclinó para limpiarlo con el reverso de la mano.

I kiss you, BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora