~3~ Una vuelta de tuerca

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Una vuelta de tuerca



La tela transparentada de su camisa holgada hacía visible su sostén negro y la fina cintura de avispa que ceñía con sus jeans. El cabello caspeado de rubio y un tono castaño se lo peinaba frente al espejo, buscando algún imperfecto que arreglar. La pequeña Mía, una gatita blanca de manchas marrones y negras que Olivia apreciaba mucho, se deslizaba entre sus zapatos de tacón.

— ¿Qué decís? ¿Así está bien?

Tahiel no se movió de su lugar junto a la ventana, desde donde observaba el estacionamiento. A esa hora se habían encendido las luces de los postes y pocos transeúntes recorrían el lugar.

—Voy a esperar a Olivia porque vos estás como una esponja de soso.

Camila se sentó sobre el sofá y comenzó a hacer zapping en la televisión. Esa noche iban a salir a un club cerca de la zona, donde solían pasar temas urbanos y no limitaban la entrada para quienes llevaban zapatillas de resortes y gorras color fluorescente. Un ambiente muy diferente a los clubes de música electrónica, el tipo de lugar al que Camila aceptaría ir.

Desde que se conocieron ambas tenían encuentros causales, y nunca concretaban nada. Tahiel creía que en algún momento indefectiblemente comenzarían una relación, pero cuanto más pasaban los meses, más caía en la cuenta de que era simplemente una relación fugaz. Hay personas que no pueden estar juntas más que un par de noches al mes.

Su amiga entró al apartamento con su usual falta de sutileza. Llevaba la camisa a cuadros abierta, y debajo una musculosa negra. Por las fajas reductoras que usaba apenas se le notaban los senos. Sus largas y delgadas piernas llevaban un par de jeans negros, con una cadena de plata como cinturón. Al ver a Camila se acercó a saludarla con un beso en los labios, y le hizo un gesto a Tahiel para que se apresurara.

—Vamos que debe estar por llegar el remís.

— ¿Yo estoy bien? ¿Qué decís?—la chica dio una media vuelta, coqueteándole abiertamente.

Olivia la tomó por la cintura y hundió la boca en su cuello para poder aspirar el perfume a flores que llevaba puesto. Normalmente no le desagradaban sus muestras de cariño, pero Tahiel no estaba de humor para ver a otras parejas siendo tan cariñosas. Se puso de pie de mala gana y enfiló a la salida.

—Voy a esperarlo en la planta baja.

—Vení para acá, estás hecho un desastre.

Su amiga lo tomó del codo y trató de acomodarle un poco sus cabellos desordenados. Sin preguntarle siquiera le quitó la sudadera gris que tenía y le pidió a Camila que le alcanzara alguna camisa de mangas cortas. A pesar de tener tan mala cara, al menos su aspecto había quedado un poco más atractivo.

—Con esa cara ni al perro te levantas.

Camila chasqueó la lengua.

—No seas así. Vamos a maquillarlo un poco.

Amagó a sacar su lápiz delineador de la cartera, pero Tahiel se soltó de su agarre y salió del apartamento.

— ¡Salí con eso! Voy a esperarlo abajo.

Ambas se miraron en un gesto resignado y también fueron a la entrada del lugar. Era una noche de primavera con un clima agradable, seco y cálido. Camila estaba feliz porque así su cabello no iba a frisarse a causa de la humedad.

Los boliches siempre tenían que ser igual de sofocantes. Tahiel ni siquiera sabía por qué continuaban saliendo los fines de semana, si él detestaba ese tipo de ambientes. En realidad, sabía perfectamente que lo hacía para no quedarse solo en el apartamento. Ya no tendría con quien sentarse en la cama a ver una película mientras comían pochoclos. Al menos la música era más agradable a sus oídos.

I kiss you, BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora