Capitulo 2

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Lucas caminaba por las calles del pequeño vecindario de Los Ángeles con las manos metidas en los bolsillos. El frío viento nocturno le golpeaba la cara, pero no era eso lo que realmente le incomodaba. Desde que tenía memoria, había visto fantasmas: sombras etéreas que vagaban por las calles, susurrando y rogando por ayuda. Al principio, cuando era niño, había intentado hablar con ellos. No entendía por qué lo seguían, por qué se aferraban a él, pero cada vez que lo hacían, su cuerpo parecía absorber sus vivencias: su dolor, su miedo, su muerte. Y lo peor era que su madre, Mary, nunca le creyó. Decía que eran delirios, ideas que su padre, Joon Lockhart, un hombre que Lucas consideraba excéntrico, le había metido en la cabeza.

A sus 19 años, las cosas no habían mejorado. Los fantasmas seguían acosándolo, a veces susurrándole al oído, otras gritándole desde rincones oscuros. Y aunque había aprendido a ignorarlos, temía perder el control o que ellos se aprovecharan. Su madre ahora pensaba que sufría de esquizofrenia, y no le culpaba. Las veces que había intentado hablar del tema, ella lo miraba con lástima y preocupación, deseando que fueran solo imaginaciones.

Esa noche, mientras caminaba por la calle, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Al levantar la mirada, vio una figura traslúcida a lo lejos, un fantasma que caminaba hacia él con las manos extendidas. Lucas apretó los dientes, obligándose a desviar la vista y mantener la calma. Si los ignoraba, tal vez lo dejarían en paz.

Unos pasos apresurados lo sacaron de su concentración. Era Ismael, su medio hermano, que lo alcanzó con una sonrisa cansada.

—Hey, Luc, tengo una noticia —dijo Ismael, dándole un suave golpe en el hombro—. Nos vamos a mudar. A papá le salió un trabajo en Sunny Hills.

Lucas frunció el ceño. Sunny Hills era un pueblo pequeño, alejado de la ciudad. Nunca había oído hablar mucho de él, pero la idea de mudarse de Los Ángeles le parecía atractiva, aunque la razón fuera algo más compleja.

Cualquier lugar lejos de esos apestosos fantasmas le parecia atractivo.

—¿Mudarnos? ¿Por qué tan de repente? —preguntó Lucas, sorprendido.

—Papa lo arregló todo. Dice que es una oportunidad para empezar de nuevo y que tengas tranquilidad. Y bueno, mamá está de acuerdo, aunque creo que lo hace más por dejar de cruzarse con Joon a diario —Ismael sonrió, pero su mirada mostraba cierta preocupación.

No era un secreto que su madre deteste ver a su padre en cualquier calle.

Caminaron en silencio hacia la casa, una pequeña vivienda que compartían con Sean, Mary. Al llegar, vieron a Joon esperándolos en la entrada, su figura alta y delgada envuelta en una chaqueta gris. Tenía una expresión serena, pero sus ojos siempre reflejaban algo más profundo, algo que Lucas nunca había podido descifrar.

Su padre ocultaba muchas cosas, lo sentia muy dentro de el.

—Hijo, Ismael —los saludó Joon con una sonrisa cálida y extendió los brazos para abrazarlos—. Escuché que se van.

Lucas se sintió tenso al recibir el abrazo. La relación con su padre siempre había sido complicada, llena de silencios incómodos y palabras no dichas. Pero Joon parecía no muy contento con la mudanza algo debio decirle su madre para que se ponga asi.

—Quería despedirme antes de que se vayan —continuó Joon, sacando dos pequeños collares de su bolsillo—. Quiero que los lleven con ustedes. Son antiguos, los usaban los druidas para protección. Estarán a salvo mientras los tengan.

Sombras siniestrasWhere stories live. Discover now