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Cuando desperté, noté que Franco estaba dormido también, su cabeza descansando en mi hombro y su brazo rodeándome. Sonreí, disfrutando de ese momento de paz que pocas veces podíamos tener juntos. Con su vida llena de entrenamientos, carreras y compromisos, esos ratos tranquilos eran pequeños tesoros.
Pero recordé que en unas horas tendríamos que salir rumbo al aeropuerto, y me moví lentamente para no despertarlo. Me levanté con cuidado, estirándome un poco, y fui a la cocina a preparar un café para ambos. Mientras el aroma llenaba el pequeño departamento, mis pensamientos viajaban a los recuerdos de nuestra relación.
Conocí a Franco en una de sus primeras carreras en karting. No teníamos más de 15 años, y ya desde entonces su pasión por las carreras era algo que se sentía en el aire, como si él mismo viviera por y para la velocidad. Desde ese momento nos volvimos inseparables, y yo me convertí en su compañera de aventuras, su mayor fan y, finalmente, su novia.
Cuando volví con las tazas de café, Franco ya estaba despierto, estirándose y mirándome con una sonrisa.
—¿Dormiste bien? —le pregunté, dejándole el café en la mesa.
—Con vos al lado siempre duermo bien —me contestó, guiñándome un ojo y haciéndome sonrojar como si fuera la primera vez que me decía algo así.
Terminamos el café y nos preparamos para el viaje. Franco se encargó de cargar nuestras maletas mientras yo revisaba que no dejáramos nada. Aún sentía cierta emoción cada vez que salíamos a un nuevo destino, como si fuera una aventura en la que cada rincón y cada momento juntos se volvía especial.
Al llegar al aeropuerto, después de pasar por el check-in y todos los trámites, nos sentamos a esperar el vuelo. Franco empezó a hablarme de la carrera que tendría en Italia. Me encantaba verlo emocionado, hablando con tanta pasión de cada curva, de cada estrategia, de cada detalle que quería mejorar en su manejo. En esos momentos yo solo podía escuchar y mirarlo con orgullo.
—¿Te acordás de cuando te dediqué esa carrera? —me preguntó, rompiendo el silencio.
—¿Cómo olvidarlo? Fue el momento más hermoso de mi vida. Te veías tan seguro… tan feliz. Ese cartel fue lo mejor que alguien pudo hacer por mí —le respondí, recordando cómo en aquel momento me había hecho llorar de felicidad.
Franco se rió, recordando esa anécdota también. El sonido de su risa era como una melodía familiar y me hacía sentir en casa, sin importar dónde estuviéramos.
Finalmente, llegó la hora de abordar y ambos nos acomodamos en nuestros asientos del avión, listos para la aventura. Mientras despegábamos, Franco tomó mi mano, y yo me recosté en su hombro, cerrando los ojos y dejándome llevar por el momento.
Durante el vuelo, charlamos sobre nuestros sueños, nuestras metas y los planes que teníamos juntos. Franco quería llegar a la Fórmula 1, ese era su sueño más grande. Y yo sabía que tenía todo el potencial para lograrlo. Mi misión, al igual que siempre, sería estar a su lado y apoyarlo en cada paso del camino.
Cuando aterrizamos en Italia, el ambiente se sentía diferente. Había algo especial en este viaje, tal vez porque era una carrera importante para él, o quizás porque sabíamos que sería un nuevo comienzo. Nos dirigimos al hotel y apenas dejamos las maletas, salimos a recorrer la ciudad. A ambos nos encantaba perdernos entre las calles, encontrar pequeños cafés y disfrutar de la arquitectura y el encanto italiano.
Esa noche, después de una cena en un restaurante pequeño y acogedor, caminamos hasta un mirador desde donde se veía toda la ciudad iluminada. Franco se paró frente a mí, mirándome con esa intensidad que siempre me derretía.
—Juana, quiero que sepas que, pase lo que pase, siempre estaré a tu lado. Sos mi compañera en todo esto y te quiero más que a nada en el mundo —me dijo, con una seriedad que hizo que mi corazón latiera con fuerza.
Le respondí que sentía lo mismo y nos besamos bajo el cielo estrellado. En ese instante, el mundo desapareció y solo quedamos él y yo, como siempre habíamos sido, dos personas enamoradas y soñadoras, enfrentando la vida juntos.
A la mañana siguiente, el día de la carrera, me desperté antes que él y lo miré mientras dormía, pensando en lo afortunada que era. No pude evitar recordar el pasado y todos los obstáculos que habíamos superado juntos. Me sentí llena de energía y lista para apoyarlo en todo lo que viniera.
Mientras Franco se preparaba, me acerqué a él y le di un beso en la mejilla.
—Hoy es tu día, amor. Vas a brillar —le dije, y él me sonrió, agradecido por mi confianza.
En la pista, el ambiente era intenso. Los equipos preparaban los autos, los mecánicos ajustaban cada detalle y los pilotos se concentraban antes de la competencia. Yo encontré un lugar desde donde podía verlo y esperé ansiosa el inicio de la carrera.
Cuando finalmente comenzó, sentí una mezcla de nervios y emoción. Veía cómo Franco se movía en la pista, superando a sus oponentes con una destreza que me llenaba de orgullo. Era como si el tiempo se detuviera y solo existiera él, luchando por sus sueños, dándolo todo en cada vuelta.
En un momento de la carrera, cuando lideraba, nuestros ojos se cruzaron por un breve instante. Fue solo un segundo, pero en ese momento entendí que estábamos conectados, que compartíamos el mismo sueño, y que yo estaba allí para verlo triunfar.
Finalmente, después de una competencia reñida, Franco cruzó la línea de meta en primer lugar. Todo el lugar estalló en aplausos y vítores, pero yo solo podía sentir una inmensa felicidad. Corrí hacia él y cuando lo vi, con esa sonrisa radiante de satisfacción, no pude contener las lágrimas.
Franco me tomó en sus brazos y me levantó en el aire. Los dos reímos y lloramos juntos, celebrando no solo su victoria, sino también todo lo que significaba para nosotros.
Esa noche, mientras caminábamos de regreso al hotel, Franco me tomó de la mano y me miró con una expresión que no olvidaré jamás.
—Gracias por estar a mi lado en todo esto. No sería lo mismo sin vos —me dijo, y yo supe que, sin importar los desafíos que vinieran, siempre estaríamos juntos.
Y así, caminando bajo las estrellas, supe que cada momento vivido valía la pena. Porque, en el fondo, lo más importante era que estábamos juntos, viviendo nuestro propio cuento de hadas, donde las carreras, los viajes y los sueños nos unían más y más cada día.
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la mujer del proceso
Romancela mujer que esta desde los inicios no se cambia por nada [EMPEZADA 3/11/24]