Ryan Donovan
—Vamos, hermano, te prometo que no te vas a arrepentir de nada —dijo Dominic, cruzando una pierna sobre la otra mientras me miraba con una sonrisa retadora.
Llevaba media hora insistiendo en que deberíamos salir como en los viejos tiempos, como si no tuviéramos responsabilidades ahora.
—No. —Mi respuesta fue seca y definitiva, como todas las veces anteriores.
Sin embargo, él no se rindió. Dominic no era de los que abandonaban una idea tan fácilmente.
—Algún día dirás que sí, y cuando eso pase, caerá nieve, te lo aseguro. —Se recostó en la silla con una sonrisa que me sacó un suspiro exasperado.
—Dominic, ahorrémonos el tiempo y háblame de trabajo —dije, con la esperanza de cambiar de tema.
Su expresión cambió a una de falsa decepción, pero finalmente accedió.
—Bien, hablando de trabajo, tienes una reunión con Lina Thompson. Es por ese penthouse que quiere vender. La cita está programada para dentro de dos semanas y, sí, tendrás que viajar, amigo mío.
Fruncí el ceño.
—Yo no voy. Puedes ir tú o enviar a Salvatore. Ambos son más que capaces de cerrar el trato.
—¡Qué importante me haces sentir, amigo! —Dominic alzó las manos con un gesto sarcástico, pero su tono no logró ocultar su burla.
Antes de que pudiera responder, alguien tocó a la puerta.
—Adelante.
Silvana entró, sosteniendo un sobre en sus manos. Era una joven de unos veinticinco años, siempre impecable. Llevaba una blusa blanca entallada, una falda lápiz negra que se ajustaba perfectamente a su figura, y tacones clásicos que realzaban su porte profesional.
—Señor, con permiso. Lamento interrumpir —dijo, con un ligero nerviosismo en su tono—. Han llegado las fotos de la señorita Lina Thompson, como solicitó.
Dominic, que hasta entonces había estado relajado, se enderezó de inmediato. Su mirada se posó en Silvana de una forma que no pasó desapercibida para mí.
—Déjalas en el escritorio, Silvana —dije, observando cómo Dominic la seguía con la mirada mientras ella caminaba hacia mí.
Silvana dejó el expediente y salió rápidamente, como si quisiera escapar del ambiente cargado de la habitación.
—¿Algo que quieras decir, Dominic? —pregunté, arqueando una ceja.
Él sonrió, pero no respondió. Abrí el expediente con calma y me detuve al ver la primera fotografía.
Era ella.
Mis dedos se tensaron alrededor del papel, pero mantuve mi expresión neutral. En mi mente, todo se detuvo. Esos ojos esmeralda, brillantes y expresivos, esa piel pálida con un toque rosado… Todo en ella era inconfundible. Pero el nombre no coincidía. Lina Thompson. No podía ser.
Dominic me observaba con curiosidad, notando mi reacción.
—Cambio de planes. Yo iré a ese acuerdo.
Su expresión pasó de la incredulidad al desconcierto.
—¿Qué? ¿Por qué ese cambio tan repentino?
—No es tu problema, Dominic. Prepárame el jet.
Sin darle más explicaciones, cerré el expediente y me levanté.
§•
Dos semanas después
El hotel estaba perfectamente preparado. Había reservado una de las suites más exclusivas para garantizar que nadie nos interrumpiera. Todo debía salir bien. No podía permitirme errores, no esta vez.
Mientras caminaba por el pasillo hacia la sala de reuniones, iba repasando mentalmente cada detalle, cada posible escenario. Mi concentración era tal que no vi a la persona que venía hacia mí hasta que chocamos.
—Disculpa —dije automáticamente, mi tono más cortés de lo habitual.
Cuando levanté la vista, la reconocí al instante. Era Lina.
Su mirada se encontró con la mía, y en ese instante, todo pareció detenerse. Había algo en sus ojos que me desarmó.
—Fue mi culpa —respondió ella, algo nerviosa, pero firme.
Nos quedamos mirándonos, atrapados en un extraño silencio. Finalmente, ella rompió el contacto visual y siguió su camino. Yo, por mi parte, avancé hacia la sala, tratando de mantener la compostura.
Cuando entré, me senté y esperé. Pocos minutos después, la puerta se abrió, y ella apareció. Sus ojos se abrieron ligeramente al verme, como si no pudiera creer lo que estaba viendo.
—Vaya coincidencia —dije con una sonrisa burlona, disfrutando de su expresión.
—No creo en coincidencias —respondió, recuperando rápidamente su compostura—. Solo en oportunidades.
Cuando la reunión terminó, regresé a mi suite para revisar algunos documentos, pero algo me decía que debía mantenerme cerca. Decidí esperar unos minutos antes de hacer algo impulsivo. Finalmente, marqué su número.
—¿Hola? —contestó, su voz sonaba agitada, como si estuviera corriendo o… asustada.
—¿Qué sucede? —pregunté, dejando los papeles de lado y poniéndome de pie.
— ¿Ryan? ¿Cómo tienes mi número? —replicó, con un tono que mezclaba desconfianza y miedo.
—Eso no importa ahora. ¿Qué está pasando?
—Desde que salí del hotel, un coche me está siguiendo. No se aleja.
Cerré los ojos por un segundo, maldiciendo entre dientes. Me acerqué a la mesa donde había dejado mi reloj y lo tomé mientras llamaba a Dominic desde otro dispositivo.
—No cuelgues —le dije a Lina, con un tono firme, mientras escuchaba a Dominic contestar al otro lado.
—¿Qué pasa? —preguntó mi amigo.
—Rastrea el último movimiento de Lina Thompson. Necesito su ubicación exacta.
Mientras Dominic empezaba a trabajar, volví a dirigirme a Lina.
—¿Dónde estás ahora?
—En la carretera que lleva hacia el centro, pero no puedo perder a este coche. Está demasiado cerca.
—Escúchame, Lina. No cortes la llamada. Voy hacia ti.
—¿Cómo sabes dónde estoy exactamente? —preguntó, pero su tono era más asustado que desconfiado.
—Solo confía en mí.
Mi mente trabajaba a toda velocidad. Mientras esperaba la ubicación de Dominic, ya estaba en el ascensor, bajando hacia el estacionamiento. Escuché un ruido fuerte en la línea y mi corazón se detuvo por un instante.
—¡Lina!
Pero la llamada se cortó.
§•
Hola, Chicos. 👀
¿Qué piensan ustedes de la situación?
¡Nos seguimos leyendo, Chicos! 🙏
Trataré de actualizar cada vez que pueda.
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Oscuro Placer
De TodoLina Thompson es una mujer que siempre ha jugado con las mentes y los corazones de los demás, hasta que conoce a Ryan, un hombre tan oscuro y misterioso como ella. En un juego de seducción y poder, donde las apariencias engañan y nadie es lo que par...