¿𝗤𝘂é 𝗰u𝗹𝗽a 𝘁𝗶e𝗻e 𝗲𝗹 𝗻𝗶ño

Un Momento de Paz

El día tranquilo

Era uno de esos raros días en los que nada parecía urgente. No había reuniones, no había preocupaciones del mundo humano ni del inframundo. Era solo una tarde tranquila en el penthouse, donde el silencio estaba lleno de una paz que solo los momentos compartidos en familia podían traer.

Cain y Jay se encontraban en su habitación, una gran cama de sábanas suaves y frescas, decorada con tonos oscuros que reflejaban el estilo de ambos. El bebé dormía plácidamente en su cuna, envuelto en una manta cálida que Cain había elegido por su suavidad.

Ambos padres, cansados de los días llenos de actividades y cuidados, se recostaron en la cama. Jay, con una sonrisa satisfecha, se acomodó sobre las almohadas, mientras Cain se tumbó de lado a su lado, mirando al techo.

Jay (cerrando los ojos, relajándose): —Nunca pensé que un día como hoy sería tan perfecto. Todo está en calma... 

Cain (mirando el techo, relajado): —Tienes razón. Después de todo lo que hemos vivido, tener un día así... es un regalo. 

Ambos permanecieron en silencio, disfrutando del raro momento de quietud. La luz de la tarde entraba por las ventanas, bañando la habitación con tonos dorados. No había prisas, solo la sensación de estar juntos, de ser una familia.

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Observando a su hijo

A través de la puerta entreabierta, podían ver al bebé dormido en su cuna. Su pequeño rostro estaba tranquilo, con los ojos cerrados, ajeno a las preocupaciones de los adultos a su alrededor. 

Cain (en voz baja, observando al bebé): —¿Sabes qué? Me encanta verlo dormir. Es como si nada pudiera perturbar su paz. 

Jay (mirando al bebé, sonriendo): —Es increíble cómo alguien tan pequeño puede traer tanta calma. A veces me siento tan... agradecido. 

Cain (en tono suave): —Agradecido... por tener una familia. Yo nunca imaginé que me daría algo así. Pensé que mi vida sería solo de responsabilidades, pero ahora... ahora es diferente. 

Jay giró hacia Cain, mirándolo con una expresión llena de ternura. Su mano buscó la de Cain, entrelazándose con ella en un gesto familiar.

—Me alegra que estemos aquí, juntos. Que podamos ver crecer a nuestro hijo, compartir estos momentos. No importa lo que venga, lo enfrentaremos como siempre, juntos. 

Cain (apretando su mano): —Sí... juntos. Siempre. 

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Un descanso en pareja

Después de un rato, Cain se acomodó en la cama, apoyando su cabeza en el pecho de Jay. Ambos permanecieron en silencio, escuchando el suave latido del corazón de Jay y la respiración tranquila del bebé en la cuna. La luz se desvanecía lentamente, dando paso a la serenidad de la noche.

Jay (con una sonrisa cansada, pero feliz): —Este es el mejor descanso que he tenido en mucho tiempo. 

Cain (mirando a Jay, sus ojos brillando con calma): —Y yo, de verdad... A veces creo que no necesito más. 

Los dos permanecieron en ese rincón de tranquilidad, donde el tiempo parecía detenerse. Había algo profundamente reconfortante en la sencillez del momento. No había más que su amor, el sonido de la respiración compartida y el conocimiento de que, en ese instante, todo estaba bien.

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Mirada al futuro

Antes de quedarse dormidos, ambos padres se miraron el uno al otro, sintiendo la certeza de que su vida juntos, aunque llena de desafíos, era todo lo que necesitaban.

Jay (bajo, casi como un susurro): —Nunca pensé que algo tan simple podría ser tan... perfecto. 

Cain (sonriendo suavemente): —La perfección no está en lo que hacemos, sino en lo que somos. Y lo que somos... lo es todo. 

Con esas palabras, se acomodaron el uno al otro, abrazados en una tranquilidad que solo la familia podía ofrecer. Los días de caos y responsabilidades se desvanecieron por un momento, y el silencio de la noche los envolvió como un cálido abrazo.

El bebé siguió durmiendo tranquilamente en su cuna, mientras Jay y Cain se quedaban dormidos, listos para enfrentar el siguiente capítulo de su vida, sabiendo que siempre estarían allí el uno para el otro y para su hijo.

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