Capítulo 3

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Capítulo 3: Sangre en la niebla

El sonido de los disparos rompía la quietud de la noche, resonando como ecos metálicos entre los contenedores del puerto. Alessia se lanzó al suelo, rodando hacia la cobertura de una pila de cajas mientras las balas silbaban cerca de su cabeza. Carla estaba a pocos metros, devolviendo el fuego con precisión letal, sus movimientos rápidos y calculados como siempre.

—¡Esos malditos Ricci están aquí! —gritó Carla, mientras vaciaba el cargador y se cubría detrás de una pared metálica.

Alessia apretó los dientes, levantándose apenas lo suficiente para asomarse y ver lo que estaba pasando. Había al menos una docena de hombres disparando desde distintas posiciones. Algunos de ellos estaban claramente con Marcello, pero otros llevaban el distintivo tatuaje del clan Ricci en los brazos. La alianza entre ambos era oficial.

—¡Tenemos que movernos! —gritó uno de los hombres de Alessia, acercándose a ella a rastras. —¡Nos superan en número!

—¡Cubre el flanco izquierdo! —ordenó Alessia, con una autoridad que no admitía réplica.

El hombre asintió y desapareció entre las sombras. Mientras tanto, Alessia buscaba con la mirada a Marcello, pero él había desaparecido entre la niebla.

—¡Carla! —llamó, mientras disparaba contra dos figuras que intentaban rodearlas.

—¡Estoy bien! —respondió su mano derecha, arrojando una granada de humo hacia el centro del tiroteo. —Pero esto no se ve bien, Alessia. Tenemos que retirarnos.

Alessia negó con la cabeza, su mandíbula apretada.

—No hasta encontrar a Marcello. Esto termina hoy.

Carla la miró con incredulidad, pero sabía que no podía convencerla de lo contrario. Alessia nunca dejaba un asunto sin resolver.

De repente, un disparo más cercano la obligó a agacharse. Giró rápidamente, su arma apuntando hacia el origen del sonido. Pero en lugar de un enemigo, vio a una figura encapuchada que corría hacia ella. Antes de que pudiera reaccionar, el hombre que les había dado la pista en la oficina apareció de la nada, empujándola detrás de una pila de cajas justo a tiempo para evitar otro disparo.

—¡Te dije que Marcello iba a traicionarte! —gritó, jadeando.

—¿Qué demonios haces aquí? —espetó Alessia, mientras recargaba su arma.

—Te salvando la vida —respondió él, su rostro pálido por la adrenalina.

Carla se unió a ellos, disparando una ráfaga que hizo retroceder a tres enemigos que se acercaban demasiado.

—¡Sea quien sea, no me importa! —gruñó Carla. —¡Sácala de aquí, ahora!

El hombre asintió, agarrando a Alessia del brazo.

—¡Confía en mí!

—Si esto es una trampa, te mato yo misma —advirtió Alessia, pero lo siguió, su mente dividida entre la furia y la necesidad de sobrevivir.

Juntos corrieron hacia una zona más alejada del conflicto. Las luces de los contenedores titilaban, y la niebla no hacía más que empeorar, dificultando la visión. Alessia podía escuchar los gritos de sus hombres y los disparos en la distancia. Por primera vez en mucho tiempo, sintió algo que no estaba acostumbrada a sentir: vulnerabilidad.

Finalmente, se detuvieron en un almacén abandonado. La puerta estaba medio abierta, y el hombre la empujó con fuerza para dejarlos pasar. Dentro, el silencio era abrumador, solo roto por el sonido de su respiración agitada.

—¿Por qué sigues vivo? —preguntó Alessia, girándose hacia él con furia en los ojos. —Dijiste que Marcello estaría allí. ¡Nos tendió una emboscada!

El hombre levantó las manos, retrocediendo un paso.

—¡Te dije la verdad! Marcello está jugando con todos. Pero no sabía que también iba a involucrar a los Ricci.

—¿Qué más sabes? —exigió Alessia, acercándose a él peligrosamente.

Antes de que pudiera responder, Carla irrumpió en el almacén, ensangrentada pero ilesa.

—Alessia, no tenemos tiempo para esto —dijo, cerrando la puerta detrás de ella y asegurándola con una barra de metal. —Nuestros hombres están replegándose, pero esto no ha terminado.

—Lo sé —respondió Alessia, finalmente apartándose del hombre. —Pero no me iré hasta que Marcello pague.

Carla suspiró, limpiándose la sangre de la cara.

—Entonces más vale que pienses rápido, porque Marcello no va a parar. No después de esto.

En ese momento, el sonido de un teléfono resonó en la habitación. Era el móvil de Alessia. Lo sacó rápidamente, sus dedos tensos al ver el número desconocido que aparecía en la pantalla.

—¿Quién es? —preguntó Carla, mirando el teléfono con desconfianza.

Alessia no respondió. Simplemente contestó, llevando el teléfono a su oído.

—Alessia Romano —dijo con frialdad.

Una risa grave y familiar resonó al otro lado de la línea.

—Alessia, querida. Lamento no haberte saludado personalmente esta noche —dijo Marcello, su tono lleno de burla. —Pero las cosas se complicaron un poco, ¿no crees?

Alessia apretó el puño, su rabia contenida en cada palabra.

—Eres un hombre muerto, Marcello.

—Eso depende de ti —respondió él, calmado. —Pero antes de que decidas venir por mí, hay algo que necesitas saber.

Alessia permaneció en silencio, su corazón latiendo con fuerza.

—Tu madre... —continuó Marcello—. Beatrice. Ella tiene algo que contarte. Algo que podría cambiarlo todo.

El silencio se volvió insoportable. Alessia sintió cómo el peso de sus palabras caía sobre ella como un golpe.

—No juegues conmigo, Marcello.

—No estoy jugando, Alessia. Si no me crees, pregúntaselo tú misma. Pero ten cuidado... a veces, los secretos familiares son peores que cualquier traición.

La llamada se cortó antes de que Alessia pudiera responder.

Carla la miró con preocupación.

—¿Qué pasa?

Alessia bajó el teléfono lentamente, su mente enredada en las palabras de Marcello. Si estaba mintiendo, era un intento desesperado por desviar su atención. Pero si había algo de verdad en lo que decía, la raíz del problema podría estar mucho más cerca de lo que ella había imaginado.

—Beatrice —susurró Alessia, más para sí misma que para Carla.

Carla frunció el ceño.

—¿Tu madre? ¿Qué tiene que ver ella con esto?

Alessia no respondió. Su mirada se perdió en la niebla que comenzaba a filtrarse por las grietas del almacén.

—Volvemos a casa —ordenó finalmente, su voz baja pero firme.

Y en su mente, una sola pregunta resonaba con fuerza: ¿Qué estaba ocultando su madre?

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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