Capítulo 2

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La sombra en la oficina

El aire en la oficina parecía más frío de lo habitual. Alessia permanecía inmóvil, sus ojos fijos en la figura que se perfilaba en la penumbra. La única luz provenía de la ventana detrás de ella, proyectando una sombra que no podía identificar. Carla, siempre alerta, dio un paso adelante, su mano rozando disimuladamente el interior de su chaqueta donde escondía un arma.

—¿Quién eres? —exigió Alessia, su tono frío y controlado.

La figura se movió ligeramente, lo suficiente para que el rostro quedara parcialmente iluminado. Era un hombre de cabello oscuro, con una barba descuidada y una mirada que reflejaba tanto cansancio como determinación.

—Mi nombre no importa, pero lo que tengo que decir sí —respondió con voz ronca, levantando las manos en señal de que no llevaba armas.

Alessia intercambió una mirada rápida con Carla antes de asentir. Carla, aunque reacia, relajó la mano, pero no del todo.

—Habla —ordenó Alessia.

El hombre dio un paso más, lo justo para quedar completamente a la vista. Sus ropas estaban desgastadas, como si hubiera estado huyendo durante días. En su rostro se leía una mezcla de desesperación y miedo.

—Tu hermano no murió por error —dijo, y su voz tembló al pronunciar las palabras. —Fue Marcello.

El nombre resonó en la habitación como un disparo. Alessia apretó los puños, su mandíbula tensa.

—¿Qué pruebas tienes? —preguntó, intentando mantener la calma.

El hombre sacó un sobre del bolsillo interior de su chaqueta y se lo tendió a Carla, quien lo tomó con cautela y lo abrió. Dentro había varias fotografías, capturadas desde un ángulo descuidado, pero claras. En ellas se veía a Marcello reunido con un hombre que Alessia reconoció al instante: uno de los sicarios más letales de los Ricci.

—Esto no demuestra nada —dijo Carla, aunque su tono era menos firme.

El hombre negó con la cabeza.

—No solo eso —continuó. —Sé dónde está el próximo golpe. Marcello planea traicionarte en la reunión de esta noche. Está trabajando con Ricci para derrocarte.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Alessia caminó hacia el escritorio, apoyándose en él mientras procesaba la información.

—¿Y por qué debo confiar en ti? —preguntó finalmente, girándose hacia él.

El hombre la miró directamente a los ojos, su expresión reflejando sinceridad, o al menos la habilidad de fingirla bien.

—Porque yo también quiero verlo caer —respondió. —Marcello destruyó mi vida. Mi familia. Y sé que tú eres la única que puede detenerlo.

El aire se llenó de tensión mientras Alessia lo estudiaba, buscando signos de mentira. Pero no encontró ninguno, al menos no en ese momento.

—¿Qué opinas? —le preguntó a Carla, sin apartar la vista del hombre.

Carla frunció el ceño.

—Podría estar diciendo la verdad, pero también podría ser una trampa. Sabes cómo juega Marcello.

Alessia asintió lentamente. Cada movimiento debía ser calculado. No podía permitirse errores, no cuando su imperio pendía de un hilo.

—Bien —dijo finalmente. —Vamos a comprobarlo. Pero si resulta que me estás mintiendo... —Dejó que la amenaza quedara flotando en el aire.

El hombre asintió rápidamente.

—No estoy mintiendo. Esta noche... en el puerto. Allí es donde Marcello hará su jugada.

Alessia lo observó durante un segundo más antes de girarse hacia Carla.

—Prepárate. Vamos al puerto.

—¿Qué hacemos con él? —preguntó Carla, señalando al hombre.

—Que se quede aquí —respondió Alessia. —Si nos traiciona, sabremos dónde encontrarlo.

Carla lo miró con desconfianza, pero no dijo nada más. Salió de la oficina para organizar el operativo, dejando a Alessia sola con el extraño.

—Si estás jugando conmigo, este será tu último error —advirtió Alessia antes de girarse y salir tras Carla.

El hombre no respondió. Solo la observó desaparecer por la puerta, con una expresión que no revelaba si estaba temiendo por su vida... o si estaba satisfecho de haber dado el primer paso de su propio plan.

Esa noche, el puerto de Milán estaba envuelto en una niebla espesa. Alessia llegó en un coche negro, con Carla y un pequeño grupo de hombres armados. Las luces amarillas parpadeaban en el horizonte, y el olor a sal y gasolina llenaba el aire.

—¿Estás segura de esto? —preguntó Carla mientras el coche se detenía.

—No —respondió Alessia, bajando la mirada hacia el arma que llevaba en la mano. —Pero si Marcello está jugando contra mí, quiero verlo con mis propios ojos.

La niebla se cerraba a su alrededor mientras avanzaban. En la distancia, Alessia pudo distinguir siluetas. Una figura en particular captó su atención. Era él. Marcello.

Pero no estaba solo.

Un segundo antes de que Alessia pudiera reaccionar, la figura de Marcello levantó la mano, señalándola directamente.

—¡Es una emboscada! —gritó Carla.

Los disparos comenzaron a resonar en la noche.

Reina Del CrimenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora