Título: Entre el Destino y el Libre Albedrío
Thor cabalgaba por el puente Bifröst, su mente dividida entre las palabras de Heimdall y el recuerdo del toque de Loki. La amenaza en los Nueve Reinos era real, pero algo dentro de él temía más perder lo que había comenzado a construir con su hermano.
Mientras tanto, Loki permanecía en Asgard, inquieto. La conversación de la noche anterior lo había desarmado. Por primera vez en siglos, no podía recurrir a sus trucos para disipar la incomodidad. Se sentía desnudo ante la verdad: amaba a Thor, no como un hermano, sino como alguien que había iluminado su existencia caótica con algo parecido a la esperanza.
En ese momento, Frigga, la madre que compartían, apareció en la sala. Loki intentó recomponerse, pero Frigga tenía una habilidad especial para ver más allá de sus máscaras.
—Loki, hijo mío —dijo con suavidad—, llevas el corazón en la mirada.
Loki bufó, desviando la vista. —El corazón es una carga inútil, madre. Mejor dejarlo en las sombras, donde pertenece.
Frigga se acercó, colocando una mano cálida en su mejilla. —Tú eres más que las sombras, Loki. Siempre lo has sido. Quizás es hora de aceptarlo.
Antes de que Loki pudiera responder, un temblor sacudió el suelo. Las alarmas del palacio resonaron, y los guardias comenzaron a movilizarse. Heimdall apareció en el umbral, su rostro más severo de lo habitual.
—Thor está en peligro.
El corazón de Loki se detuvo por un instante. —¿Qué clase de peligro?
—El gigante Hrungnir lo ha emboscado enTítulo: Entre el Destino y el Libre Albedrío
Thor cabalgaba por el puente Bifröst hacia Jötunheim, donde los cielos grises reflejaban su ánimo. Hrungnir, un gigante temido incluso por los dioses, había comenzado una ofensiva contra los reinos, buscando venganza por antiguas disputas. Aunque la batalla aguardaba, Thor no podía apartar de su mente el eco de las palabras de Loki, la calidez de sus ojos cuando, por una vez, dejaron de ser enigmáticos.
En Asgard, Loki no podía permanecer quieto. Aunque había dicho en innumerables ocasiones que Thor era un guerrero testarudo capaz de resolver todo con su martillo, esta vez algo era diferente. El peligro inminente lo inquietaba de una forma que no estaba dispuesto a admitir.
En un arrebato, Loki apareció en la sala del trono donde Frigga observaba el horizonte con calma inquietante.
—Voy a ayudarlo —declaró Loki, ajustando su capa esmeralda sobre los hombros.
Frigga lo miró con ternura y algo de preocupación. —¿Es el deber lo que te mueve… o algo más?
Loki apretó los labios, pero no desvió la mirada. —Quizás ambas cosas.
Frigga se acercó, colocando una mano sobre su mejilla. —Entonces no pierdas esta oportunidad, hijo mío. A veces, el mayor acto de valentía es admitir lo que sentimos.
Con un movimiento de su mano, Loki abrió un portal hacia Jötunheim. Al cruzarlo, lo recibió un paisaje helado, donde el aire cortaba como cuchillas y las montañas se alzaban como colosos dormidos. No tardó en encontrar a Thor, enfrentando solo a Hrungnir.
El gigante, con un martillo de roca en una mano y una espada colosal en la otra, lanzaba ataques demoledores que Thor esquivaba por poco. Pero incluso el dios del trueno mostraba signos de agotamiento.
—¡Thor! —gritó Loki, materializándose a su lado.
Thor, sorprendido, apenas esquivó un golpe antes de volverse hacia Loki. —¡¿Qué estás haciendo aquí?!
—Evitando que te maten, como siempre —respondió Loki con una sonrisa sarcástica, pero sus ojos mostraban una preocupación genuina.
Hrungnir rió con una voz que hizo temblar la tierra. —¿El dios de las mentiras viene a salvar al héroe de Asgard? Esto será interesante.
Loki no respondió. En lugar de eso, levantó las manos y conjuró ilusiones que rodearon al gigante, confundiéndolo. Mientras Hrungnir intentaba golpear las figuras ilusorias, Loki susurró:
—Golpea su rodilla izquierda, es su punto débil.
Thor asintió, aprovechando el momento. Con un salto lleno de fuerza, Mjölnir golpeó el punto señalado, rompiendo la pierna del gigante y haciéndolo caer con un rugido ensordecedor.
Cuando el polvo se asentó, Thor y Loki se miraron, jadeando pero victoriosos.
—¿Por qué viniste? —preguntó Thor, su voz ronca pero cargada de emoción.
Loki miró hacia otro lado, jugueteando con la daga en su mano. —Alguien tiene que asegurarse de que no termines siendo el héroe muerto de una leyenda.
Thor soltó una carcajada y, con un gesto inesperado, lo envolvió en un abrazo fuerte. Loki se quedó inmóvil por un instante antes de relajarse y devolver el gesto con torpeza.
—Gracias, Loki —murmuró Thor.
—No te acostumbres, idiota —respondió Loki, aunque su voz carecía del filo habitual.
Bajo el cielo gélido de Jötunheim, los dos hermanos, diferentes como la tormenta y la sombra, encontraron un momento de paz en su caos compartido. Aunque ninguno de los dos lo dijo en voz alta, sabían que algo había cambiado para siempre.