Mi mamá me llevó al aeropuerto con las ventanas del auto bajadas. En Santiago, la temperatura era de casi treinta grados a finales de marzo y el cielo de un azul perfecto y despejado, excepto por el smog.
Me había puesto mi nueva camiseta favorita, una blanca holgada con estampado de Los Bunkers; la llevaba como gesto de despedida, porque lo último que había hecho en la capital fue ir a uno de sus conciertos.
Mi equipaje de mano era un anorak rojo.
Al sur de Chile, en la región de Los Lagos, existe un lugar llamado Isla Grande de Chiloé, cuyo cielo casi siempre permanece encapotado. Allí llueve más que en cualquier otro sitio del país. Mi madre se escapó conmigo de aquel lugar y de sus tenebrosas aunque "mágicas" sombras, cuando yo apenas tenía unos meses.
Desde entonces, me obligaban a pasar allí un mes cada verano hasta que por fin me opuse al cumplir los dieciocho años. Así que, en vez de eso, Alonso, mi padre, había pasado sus únicas dos semanas de vacaciones conmigo en Santiago en los años siguientes. Aunque eso terminó cuando salí de la universidad y comencé a trabajar.
Y ahora me exiliaban a Chiloé, un acto que me aterraba, porque detestaba el lugar. Adoraba Santiago. Me encantaba el sol, el calor abrasador, y la vitalidad de una ciudad que se extendía en todas las direcciones. Y un par de meses de frío al año, lo suficiente.
No como esa isla, rodeada de agua, donde llueve incluso en verano.
—Emi... —me dijo mamá por enésima vez antes de subir al avión. –No hago esto solo para echarte lejos.
Mi mamá y yo nos parecemos mucho, salvo porque ella tiene el pelo corto y las arrugas de la risa. Tuve un mini ataque de pánico cuando contemplé sus ojos preocupados. ¿Cómo podía enviarme lejos así? ¿Maquinar mi vida de esa forma solo porque un psicópata no me dejaba en paz? Desde que había terminado con Diego, no dejaba de acosarme. Mamá y yo lo intentamos todo, denuncias, orden de alejamiento, pero mientras no me hiciera un daño físico, la ley no actuaba.
Sin embargo, existía esa posibilidad, y casi terminaba por volvernos locas a ambas. Por el momento... era solo mamá. Paranoica de que él me hiciera algo un día, de que mi caso terminara como un femicidio más en las noticias.
En realidad, solo había aceptado (de mala gana) para darle algo de tranquilidad.
—Saluda a Alonso de mi parte. —dijo con resignación —Solo será por un año —insistió al ver mi expresión gélida.
Pero en sus ojos vi el sacrificio que le suponía esa promesa. Así que la abracé antes de irme, sin palabras, solo un fuerte apretón que le dejaría mi perfume en la nariz un rato.
Me abrazó con fuerza durante un minuto; luego, subí al avión y ella se fue.
Lo peor de esta situación era que salir con el hombre equivocado me había costado todo: mi ciudad, mis amigos, y lo que más me dolía... mi trabajo. Pasar de ser periodista en un reconocido periódico nacional a trabajar como reportera en un diario local era el golpe más duro que alguien pudo darle a mi ego jamás.
Para llegar a Isla Grande de Chiloé, tenía por delante un vuelo de dos horas desde Santiago a Castro, y desde allí media hora más por tierra. No me desagrada volar, pero me preocupaba un poco pasar media hora en el auto con mi papá.
Lo cierto es que él se había tomado todo esto bastante bien. Parecía contento de que por primera vez me fuera a vivir a su casa, aun a mis veintiséis años, cuando ya podía ser plenamente independiente.
Todo esto era una exageración.
Mamá me había conseguido trabajo con un amigo de su infancia, y papá me iba a ayudar a comprar un auto para que pudiera movilizarme por la isla de manera autónoma.
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F R Í O Y S A N G R E (Pedro Pascal Fanfic)
Fanfiction¿Y si 'Crepúsculo' ocurrió en Chile y Pedro Pascal es un vampiro? Obra parodia de Crepúsculo, ambientada en Chile. Créditos a Stephenie Meyer.