•𝙼𝚒𝚌𝚊𝚑 𝚈𝚞𝚓𝚒𝚗•

#2

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Micah estaba sentado frente a su computadora, claramente inquieto. Su pie se movía nerviosamente mientras miraba la pantalla de su teléfono. Llevaba dos días sin saber de ti: mensajes sin responder, llamadas ignoradas, ni siquiera una señal de que habías leído lo que mandó. Para alguien tan confiado como él, esto era raro, muy raro; después de todo, no tardabas demasiado en contestar.

Después de reflexionar un momento, decide intentarlo una vez más. Te llama por videollamada, esperando con una mezcla de preocupación e impaciencia. Para su sorpresa, esta vez aceptas.

Cuando tu imagen aparece en la pantalla, él se queda callado. Estás en tu habitación, con el cabello desordenado, ojeras notables y una expresión de cansancio que no puede ocultarse. Sin embargo, a pesar de todo, lo primero que haces es darle una pequeña sonrisa débil.

—Micah… lo siento mucho por desaparecer. Estuve haciendo demasiadas cosas y apenas tuve tiempo para respirar. ¿Me perdonas?— Micah te observa fijamente durante unos segundos, sus ojos reflejando más preocupación que enojo.

—¿Me perdonas? ¿De verdad? Dos días, cariño. Dos días sin saber nada de ti. Estaba a punto de enviar un dron o aparecer en tu ventana.— Te ríes suavemente; claramente, no tienes la energía para una carcajada.

—Lo sé, lo sé… No fue mi intención preocuparte. Solo que he estado atrapada con mil cosas... Apenas he tenido tiempo para respirar. Ni siquiera me di cuenta de cuánto tiempo pasó; creo que me dejé llevar demasiado— Micah pasa una mano por su cabello, claramente frustrado, pero más por la situación que por ti.

—¿Y por qué no pediste ayuda? Podría haberlo hecho, o al menos haberte recordado que tienes que comer y dormir como una persona normal. Me estabas matando aquí— Suspiras y te recuestas un poco en tu silla, frotándote los ojos con una sonrisa débil.

—Supongo que esta es mi pequeña venganza, ¿no crees? Tú hiciste lo mismo cuando nos estábamos conociendo, ¿recuerdas? Desapareciste un día completo y yo pensaba que habías muerto.— Micah abre la boca para replicar, pero se detiene, claramente recordando el incidente. Su expresión pasa rápidamente de una mueca culpable a una sonrisa de lado.

—Eso fue diferente. Yo estaba haciendo una sorpresa y tú estás jugando a ser mártir.

—Sea como sea, ahora estamos a mano.— Él ríe, pero luego te observa más detenidamente. Su sonrisa desaparece un poco, dejando paso a una mirada más seria.

—Pero en serio, no vuelvas a hacer esto, ¿vale? No quiero que te sientas sola cuando las cosas se pongan difíciles— Asientes lentamente.

—No fue mi intención preocuparte. Prometo que no volverá a pasar— Él asiente, satisfecho con tu respuesta. Luego, sonríe de nuevo, esa sonrisa característica que siempre logra sacarte una.

—Por cierto, aunque estés exhausta, sigues viéndote increíble. Aunque esas ojeras te hacen parecer como si hubieras estado hackeando algún sistema gubernamental durante dos noches seguidas.— Te ríes, llevándote una mano al rostro.

—Bueno, tal vez sí, pero no te lo voy a contar. Confidencialidad, ya sabes.— Micah rueda los ojos con una risa.

—De acuerdo, agente secreta. Ahora ve a dormir o a comer algo antes de que me aparezca en tu casa.

—Está bien, está bien. Pero solo porque lo dices con esa mirada de perrito preocupado.— Micah sonríe de lado con una pequeña sonrisa.

—Por supuesto que me preocupo por ti. Ahora, hazme un favor: mañana, cuando te despiertes, mándame un mensaje. Aunque sea para decirme que estás viva, ¿vale?

—Lo haré, lo prometo. Buenas noches, Micah.

—Buenas noches, ángel. Descansa bien, por favor.

Ambos ríen y la llamada termina, sintiéndote un poco más tranquila después de escuchar su voz y ver su lindo rostro. Por su parte, Micah está un poco más relajado al saber que finalmente estás bien y descansando.