"susurros de un corazón valiente"

El jardín de estrellas

En un pequeño pueblo escondido entre montañas, existía un jardín secreto al que solo podían acceder los corazones enamorados. Decían los ancianos que en ese lugar crecían flores hechas de luz, alimentadas por los deseos más puros de quienes se amaban sinceramente.

Lía, una joven soñadora, escuchó hablar del jardín toda su vida, pero nunca se atrevió a buscarlo. Hasta que una noche, mientras observaba las estrellas desde su ventana, vio cómo una de ellas descendía suavemente al bosque cercano. Movida por la curiosidad, salió de casa con una linterna y un abrigo, dejando que su corazón guiara sus pasos.

En el bosque, la luz de la estrella se desvaneció, pero apareció un sendero iluminado por luciérnagas. Lía lo siguió hasta encontrar un portón antiguo cubierto de hiedra. En el centro había un grabado que decía: "Solo entra quien lleva amor verdadero en su alma".

Al cruzarlo, el aire se llenó de un aroma dulce, y frente a ella se desplegó el jardín más hermoso que jamás había visto. Las flores brillaban con una intensidad cálida, y en el centro del lugar había un lago que reflejaba las constelaciones.

Fue entonces cuando apareció Dariel, un joven con ojos como el amanecer, quien también había llegado al jardín esa noche. “¿Tú también lo escuchaste?” preguntó él. Lía lo miró confundida. “La estrella. Me dijo que viniera aquí”.

Sin saber por qué, Lía sintió una conexión inmediata con Dariel. Juntos exploraron el jardín, descubriendo que las flores podían cantar y que el lago respondía a los deseos del corazón. Mientras paseaban, compartieron historias, sueños y risas.

Cuando la luna estuvo en lo más alto, el jardín comenzó a apagarse lentamente. Lía y Dariel entendieron que era hora de irse, pero también que sus almas ya estaban entrelazadas. Antes de salir, tomaron una flor de luz que ahora brillaba con su amor compartido.

Desde aquella noche, el jardín permaneció cerrado para ellos, pues solo se abre una vez para cada pareja destinada. Pero Lía y Dariel nunca lo necesitaron de nuevo, porque el amor que encontraron allí los acompañó para siempre.