Capítulo II: Neblina

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El agua fría de la lluvia cae en forma de un goterón sin precedentes. Se escuchan los pasos de la gente que camina rápido o corre para resguardarse en algún techo cercano. Las ondas de los charcos que se mueven muestran la poca pero intensa actividad que hay en las calles de Zaun. Pronto habrá toque de queda, por lo que quedará prohibido salir. Los vigilantes marchan en pequeñas células por cada rincón, observando que todo se encuentre bajo control.

Los carteles de "Se busca" con el rostro de Jinx decoran cada pared y esquina, la opresión en la que la fuerza armada de Piltover mantiene a La Ciudad Hundida es por demás injusta e indignante. Los tratan peor que escoria, eso jamás ha cambiado a pesar de los años y se duda que llegue a hacerlo. Solo que ahora tienen una excusa para hacerlo. Todos los habitantes de Zaun saben que el dolor y el sufrimiento acabaría en el momento que alguien decida apuntar su dedo en dirección hacia La bala perdida de Zaun, si supieran su ubicación pero los zaunitas pueden ser todo menos unos soplones. Mucho menos los Jinxers, quienes ven en la demente de cabello azul un símbolo de libertad para librarse de lo que Piltover hace en pos del progreso y el avance. 

Poco a poco las filas se vacían y las calles se limpian dejando solo la luz artificial iluminar con facilidad el terreno. La voz de una mujer balbucear se logra escuchar a unos cuántos metros. Conforme va a acercándose, deja un hilo de sangre que se extiende a lo largo del camino. Lo que dice es innentendible; frases como: "tú y yo" "nosotras" "te fuiste" y algunas más que sin contexto suena más a un sueño bastante vívido. 

-Eres un desastre...- Menciona el hombre que la lleva colgando, arrastrando su peso, negando constantemente con la cabeza. Se puede ver en sus ojos la decepción pero también el entendimiento y el cariño que hay hacia Vi.

Su brazo se encuentra alrededor de su cuello, sangrando también. Su rostro luce severamente golpeado, lleva varios cortes, hematomas y una hinchazón preocupante en su ojo izquierdo. Aún no pierde el conocimiento pero está a punto de caer inconsciente.  Para la desgracia del hombre, aparece justo en medio de una calle dónde un grupo de vigilantes acaba de pasar. El sonido de la mujer quejándose es aquello que los alertó. 

Como acto reflejo, todos regresan su mirada hacia la dirección de aquel sonido y de entre ellos, al abrirse paso aparece ni más ni menos que la Comandante Caitlyn Kiramman. El porte de la heredera es inigualable, cada vez que camina pareciera flotar y congelar todo a su paso. Es temida y muy respetada por los oficiales por su severa e implacable manera de clamar por justicia. Su rostro no se inmuta en lo absoluto y con la mano, detiene a los oficiales pues será ella quién averigue de que se trata. 

Caitlyn abre los ojos, realmente sorprendida, sintiendo un vuelco en el pecho y en la boca de su estómago. Reconoce a la perfección los rasgos de la mujer que desvaría en los brazos de su fiel amigo Loris. 

La observa detenidamente, notando que está sumamente herida y desprende un terrible olor a sudor, sangre y alcohol que fácilmente podía confundirse con los mendigos adictos al Brillo que abundan por todo Zaun. -¿Dónde la encontraste?- pregunta serena.

-Tirada en medio de la calle, como una pordiosera.- Loris habla con cierto coraje, porque sabe la razón exacta por la cuál Vi hace lo que hace, esa manera tan inconsciente de autodestruirse sin tener ni un ápice consideración para sí misma. 

-Apesta a alcohol barato.- Le es imposible no observar el vendaje que lleva en el pecho y también un poco más abajo, que lleva una amplia mancha carmesí. Suspira profundamente, sintiendo que la culpa gestarse justo en la boca del estómago. 

-Sí, bueno es lo que acostumbra hacer antes y después de una pelea.- Loris no se explaya más de lo necesario, sabe que Vi, de enterarse es capaz de mandarlo al infierno. La lealtad de aquel corpulento hombre hacia la zaunita es incomparable, en poco tiempo se ganó su respeto y su cariño y eso le bastó para comportarse como su guardián más letal. 

Caitlyn advierte que hay un grupo de vigilantes detrás de ella, justo la escolta que siempre la acompaña cuando está en servicio. No puede darse el lujo de actuar deliberadamente en favor de Loris y Vi, no sin rendirle cuentas a la general Medarda, con lo cuál no tiene ganas de lidiar por el momento. -No pueden estar aquí,  ya hay toque de queda, tendré que arrestarlos, a ambos. Sin mencionar que son desertores.- la voz de la comandante es baja, casi susurrante. Entre líneas le está pidiendo a Loris que se vayan, que se alejen lo más posible para no tener que cumplir su trabajo. 

-No, no lo harás. Estoy cansado de limpiar su desastre cada vez que te recuerda. Le he tenido paciencia porque sé que sufre y mucho, pero no estoy hecho para esta mierda.- espetó el hombre, con el cansancio tatuado en el rostro. Ya ha hecho mucho por ella y le parece injusto que siga autodestruyéndose así, sin importarle el daño que le ocasiona a aquellos que la rodean. No va a ver morir a su amiga por su irresponsabilidad y su inconsciencia. Hay males peores en todo Runaterra por los cuáles preocuparse y Vi, ya dejó de ser una preocupación en la cuál poner toda su atención. 

Loris coloca el brazo de Vi alrededor del cuello de la comandante Kiramann, arrojándola prácticamente a su cuidado sin importarle nada más. Cait disgustada, le dedica una mirada llena de desaprobación. El grandulón camina despacio, alejándose de todos, perdiéndose entre la neblina provocada por la lluvia. 

-¡Loris! ¡Loris, vuelve aquí!- exclamó por lo bajo. No podía elevar más la voz sin alertar a los demás oficiales. Internamente, Cait piensa en decirle a los vigilantes que deambulan cerca que lo arresten, después de todo es buscado por la autoridad y tiene muchas cuentas que rendir. Aprieta los dientes evidentemente molesta pero decide no hacer nada. Baja la mirada para observar a Vi y sintió que le flaqueaban las piernas. Verla en ese estado tan deplorable y deprimente le arrugó el corazón y no podía permitirse esa clase de sentimentalismos. 

-¡Comandante! ¿Se encuentra bien?- La voz de uno de los oficiales la sacó de su ensimismamiento. Caitlyn exhaló y levantó la cabeza, fingiendo que no se moría de ganas por llevarla a la mansión y cuidar de ella como lo había hecho antes. -Sí, ayúdenme con ella. Está malherida y necesita un médico pronto.- Su voz carecía de emoción, era más protocolaria, la usual para tratar con los asuntos políticos. 
-Pero comandante, ella es...
-Sí, lo sé. Ni una sola palabra a la General Medarda ni a nadie del consejo, ¿está claro?- 
-Sí, comandante. 
Esperaba que aquella orden fuera suficiente para que por lo menos el grupo de los seis oficiales que la acompañaban, guardaran silencio respecto a la repentina aparición de Vi. 

Su mirada se clavó en el rostro herido de Vi y suspiró profundamente, no podía dejarla ir, por tres razones importantes: es una fugitiva, está muy mal herida y quiere asegurarse que la neblina en su cabeza que ella significa, desaparezca de una vez por todas. 

Violence: A Arcane StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora